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Escrutinio de la rosa

Escrutinio de la rosa

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
jueves 04 de junio de 2015, 23:20h

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No son pocos los corolarios e inferencias que cabría extraer de los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas; desde la evaporación de unos partidos como Izquierda Unida y Unión Progreso y Democracia, pastoreados entre la estulticia y la egolatría, hasta la manifiesta debilidad de otro, el Partido Popular, cautivo y acongojado por sus propias corruptelas, aireadas y avivadas casi a diario en todos los medios de comunicación. Es ese PP que, aun siendo mayoritario, ha sido incapaz de asirse a unos principios realmente liberales, explicarlos y defenderlos con talento y arrojo, e imponerlos al amparo del sentido común. Es ese PP al que sólo parece quedarle como baluarte la recuperación económica y el encomendarse al temor que el populismo pueda infundir en el juicioso votante.

 

Del paso por las urnas se traslucen también el marchitar de los capullos de las rosas y los ademanes de chulo de taberna del nuevo adalid de la izquierda, que ve en los desconcertados socialistas, presos de una ideología tan confusa como cerril, una suave alfombra sobre la que caminar con paso firme hacia el poder. Y no parece que en ese proceso de «empoderamiento» Pablo Iglesias vaya a ser muy compasivo con sus lacayos de la calle Ferraz. Tras las elecciones, sus maneras despóticas no han disminuido ni un ápice; a Pedro Sánchez le exigía a gritos «humildad» recordándole el fracaso de su partido, y a Antonio Miguel Carmona le llamaba «tonto» y «subnormal». La respuesta de ambos, doblar la cerviz y disimular con la cantilena de todo por la «voluntad mayoritaria de la ciudadanía», o en favor de una «mayoría progresista»; fórmulas vacías de contenido que ansían una ciudadanía tan gilí como aparenta serlo. Esta pleitesía vergonzante del PSOE es una consecuencia de la degradación ideológica que viene arrastrando el partido desde ya hace bastantes años. El haberse adueñado del término socialismo –como si éste no significara nada fuera del ámbito político– había permitido al partido exhibir siempre una presunta superioridad intelectual y moral respecto al resto de formaciones políticas. Sobre la base teórica de la confianza ciega en un progreso del Género Humano cimentado en la igualdad, la libertad y la solidaridad, el socialismo español había logrado concitar la práctica totalidad de las mentes «biempensantes» de las últimas décadas, pulir atávicas e incómodas aristas, y regodearse con los parabienes y plácemes de los grandes grupos mediáticos creados ex profeso, compadreando y pactando con el separatismo cuando lo estimó necesario. Hoy los García Farreras, los Pepa Bueno, los Javier Ruiz, los Wyoming, y un largo etcétera de zascandiles y estómagos agradecidos siguen estando ahí –lo mismo que el independentismo más sectario y nauseabundo–, sólo que ahora se muestran mucho más melifluos con el populismo de coleta que con el socialismo del petulante Sánchez.

A los socialistas les han comido la tostada de la ideología progre y los han puesto en un callejón de difícil salida. Las dos legislaturas de Zapatero legaron unas cadenas ideológicas demasiado pesadas para sus herederos; la trasmutación de la nación española en un mero peldaño de la gran Alianza de Civilizaciones, el cainismo hecho memoria histórica, el ecologismo para orates del Gran Proyecto Simio, el pacifismo más infantiloide, la concesión de derechos a modo de simples dádivas, el flirteo con los Chávez y los Evo Morales, o el constante chalaneo con los nacionalistas, no reciben hoy el elogio y el agradecimiento deseado. Al contrario, los herederos de los indignados del 15M, entre los que se hallaba la primogénita gótica del propio ZP, reniegan del padre, lo llaman «casta» y con ello lo colocan al lado de la infame derecha. ¡Qué ingratos…! Y al mismo tiempo, la absoluta aversión del socialismo a tratar de un modo racional ideas como nación o patria, su concepción paternalista y pueril del Estado del Bienestar, su repulsión a pronunciar la palabra España –habría que rememorar aquí el estúpido artificio de La Roja para no hablar de la Selección nacional española–, su connivencia con próceres nacionalistas de todo pelaje, su laxitud frente al terrorismo o su ineficaz política económica, son elementos de fondo que hacen que en este momento se antojen imposibles acuerdos de gobierno entre el PSOE y el PP.

Habrá que observar con atención el devenir del partido político más longevo de España, ver qué consecuencias tendrán las decisiones y acuerdos que tomen en las próximas semanas, y los resultados que obtengan en las elecciones de finales de año. Tendremos así más elementos de juicio para analizar si hemos asistido o no a un caso de corrupción por degeneración (en el sentido amplio del término). En cualquier caso, parece que al menos algo de aquel primer socialismo decimonónico de Iglesias Posse permanece en Iglesias Turrión y acólitos. Si no, comparen la voluntad de la futura alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, de desobedecer las leyes que no sean de su agrado, con aquellas memorables palabras del primer Iglesias en las Cortes: «Los socialistas estarán en la legalidad mientras la legalidad les permita adquirir lo que necesitan; fuera de la legalidad cuando ella no les permita realizar sus aspiraciones.» (Diario de Sesiones del 5 de mayo de 1910).

 

 

Francisco Javier Fernández Curtiella.

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