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Diego Costa y la hispanidad

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
jueves 21 de noviembre de 2013, 08:43h

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Mientras el Barcelona Futbol Club, por boca de su contradictorio presidente, Sandro Rosell, se declara por “el derecho a decidir”, la polémica alrededor de la incorporación del brasileño Diego Costa a la Selección Española se resuelve a favor de España. En ambos casos y en un tercero, la presencia de la Absoluta en Guinea Ecuatorial, queremos ver un ejemplo de la dialéctica de Estados que, desde nuestra perspectiva, le da trascendencia al deporte en general, como bien lo saben en Gibraltar, también defensora de una selección propia.

Empecemos por el final: el fundamentalismo democrático es la explicación de que se pretenda ver en la presencia de la Roja en Malabo una muestra de apoyo al régimen del presidente Teodoro Obiang. Con eso no decimos que haya que festejar las gracias del gobierno de Guinea Ecuatorial: lo que afirmamos es que no se puede pretender que todo esté iluminado por la luz de quién sabe qué idea de democracia, sobre todo en un país que además de su militarismo detenta su rótulo de «república presidencialista». Como dijo Sergio Ramos: «Está claro que te resulta más cómodo jugar en Europa pero hay que tener humanidad y pensar que hay rincones del mundo que tienen derecho a ver al campeón y hemos de estar de acuerdo en ir» («Una paliza “muy humana”», tituló El País, con dobles intenciones, la nota de referencia, aparecida el 17 de noviembre de 2013).

 

El escándalo había cundido por la presencia de los seleccionados españoles en Malabo, para colmo una antigua colonia de España, se decía. Leyenda negra incluida, todo señalaba a la selección como una cómplice de los problemas políticos de la zona.

Un verdadero escándalo, mientras el confuso Sandro Rosell se puede aprovechar con tranquilidad de las ambigüedades de la retórica separatista, cuando dice públicamente que el Barcelona está por el derecho a decidir.

«“Derecho a decidir” ¿qué?» (El País, 22 de septiembre de 2013), se llama el artículo de Álex Grijelmo, en el cual analiza la famosa frase con la cual los separatistas catalanes pretenden legitimar su supuesto derecho a celebrar un plebiscito ilegal para modificar su relación con el resto de España. «Decidir» es un verbo transitivo que, necesariamente, necesita el complemento directo. Porque no tiene sentido hablar de decisión si no se explica qué se decide. Pero quien pronuncia la frase, con malsano interés, omite decir lo que pretende decidir, sobre todo cuando hay un robo de tierras de por medio.

«Estoy por el derecho a decidir» es una frase ambigua y con muy malas intenciones, porque su trasfondo es el deseo de amenazar a una débil España con la amenaza de la secesión. Derecho a decidir cómo y cuándo chantajeo.

Rosell se pronuncia por la ilegalidad y nadie lo critica, pero la selección juega un partido a un país donde nos dicen que no hay democracia y de repente eso la vuelve cómplice del régimen. No hay equidad, sino tolerancia a las tonterías de Rosell y del club que encabeza mientras del otro lado hay un exceso de celo contra la selección. Gracias al partido de la Roja en Malabo muchos que no sabían ubicar Guinea Ecuatorial en el mapa ahora por lo menos saben que existe. Si el Real Madrid puede jugar en Barcelona y soportar que se le reciba con «esteladas» y toda la parafernalia del separatismo, la selección puede jugar en Guinea Ecuatorial. En todo caso que, antes de pretender convertir a la selección en emisaria de la paz y la democracia en el mundo, se arreglen los problemas internos de España, que alcanzan de hecho a varios integrantes de la Absoluta, como el cínico Xavi Hernández, el ambiguo Piqué y el confundido Iniesta, que se clasifica como catalán de Fuentealbilla.

Y ahora Diego Costa. El hecho de que un jugador nacido en Brasil pueda incorporarse a las filas de la selección de España como uno más debe ser contrastado con la imagen delirante de Sandro Rosell y sus corifeos. España incorpora a un brasileño a las filas de su selección deportiva nacional, mientras Rosell año con año, con Neymar últimamente, suma incautos a su causa en plan mercenario; jugadores que se prestan al juego de un equipo muy español, el Barcelona Futbol Club, pero anegado por problemas psicológicos que le empujan a reivindicarse como el brazo deportivo del nacionalismo fraccionario catalán. Este último, por cierto, tan democrático como el artículo segundo constitucional (tomen nota los críticos de Obiang). En cambio, si Costa se incorpora oficialmente a las filas España lo que se reivindica es la alternativa hispanista. Una «Hispania» que incluso es capaz de solaparse con la gesta de un jugador luso contra Suecia.

 

Manuel Llanes

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