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Sin miramientos

Por Redacción
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lunes 03 de marzo de 2014, 07:10h

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Ya lo vio venir Debord a finales de los sesenta del siglo pasado: vivimos en una sociedad del espectáculo. Un mundo donde el mentiroso se miente a sí mismo, donde lo verdadero es un momento de lo falso y donde lo falso pasea entre nosotros con gallardía, mirando por encima del hombro a la humilde realidad. “Lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. Gran visionario, es evidente, se mire por donde se mire.

 

En efecto. En esta ocasión tengo el ojo puesto en la polémica suscitada tras el falso documental “Operación Palace”, que tan maquiavélicamente provocó mareo y confusión al trasladarnos, dando palos de ciego, del 23F al 28D. Que alguien conciba, planifique, desarrolle y comparta un documental de estas características es un hecho que no quisiera ignorar mirando hacia otro lado pues, afortunadamente, no es algo que se vea todos los días. Otra cosa es que nos mientan descaradamente a diario, manipulando la información con intereses más o menos espurios y consentidos: Así son las cosas y así se las hemos contado, que decía aquél, menuda patraña. Precisamente por este motivo, por ser consciente del veneno que continuamente nos meten por los ojos día tras día, no tengo más remedio que reprocharle con tristeza a Évole: Kai su, teknon. Permíteme que te tutee, Jordi, para continuar con el afecto que, haciendo la vista gorda tras tu payasada, todavía te tengo.

A todas luces, tu apuesta no era nada arriesgada; saliera como saliera, la polémica estaba servida y eso siempre interesa. Sin embargo, para perpetrarla has puesto sobre la mesa lo más preciado que poseías: la confianza que programa tras programa habías cosechado con valentía y honradez y que, a ojo de buen cubero, quizá hayas perdido más de lo que crees. Sin duda habrá quien piense que es precisamente esa misma valentía la que no te ha frenado la mano para meternos el dedo en el ojo y, paradójicamente, abrírnoslos de par en par. ¡Estabais ciegos, reflexionad! Querido, eso es algo que ya sabíamos y, si no, que baje Dios y lo vea. No necesitábamos nuestra particular Guerra de Los Mundos para recordárnoslo, nos basta con comparar noticiarios y sacar conclusiones. Otra cosa es que La Sexta viera con buenos ojos la jugada. Cadena a la que se le ve el plumero casi tanto como a Intereconomía, dicho sea de paso. Si bien es cierto que la ocasión no siempre hace al ladrón, también lo es que ayuda mucho, ¿verdad Jordi? Una persona empieza por ceder en las pequeñas cosas, y acaba por perder todo el sentido de la vida... aunque siempre podrás bucear en audiencia, eso no te lo discuto.

Sinceramente, en este momento la sociedad no necesita las mentiras de un reportero serio. Aunque el problema quizá sea, precisamente, incluirte inconscientemente en esa categoría. Wikipedia no miente al describirte como humorista, presentador y guionista de televisión. Esa ha sido la verdadera lección de tu pírrica operación: recordarnos cuál es tu sitio; si hubieras querido enseñarnos que quien controla el pasado controla también futuro, te hubiera bastado con recomendar en las redes sociales, hasta la saciedad, la novela 1984, por poner un ejemplo. Pero ya sabemos, sociedad del espectáculo.

Ni que decir tiene, por otro lado, que nada hubieras conseguido sin la complicidad de los entrevistados. Confiábamos tanto en que tú buscarías la verdad como en que ellos la proporcionarían. Como en el fútbol, el entrenador se lleva la bronca, pero los jugadores no están exentos de culpa. Quizá en otro momento sea tratado el asunto junto con la herida que subyace al tema elegido, secundario para tus objetivos, pero de tremenda importancia para muchas personas a las que no se les ocurriría banalizar un suceso de ese calibre.

Estimado Jordi, pues pese a todo no te tengo ojeriza, has querido abrirnos innecesariamente los ojos cuando, si me lo permites, tu ceguera es aún mayor. Incluso viendo las cosas tan meridianamente claras como para realizar un excelente trabajo, estás ciego. Una rara clase de agnosia o miopía, según parece. Ciego al no ver que en este momento se necesita más luz y menos niebla.  Ciego al obviar que no es tiempo de jueguecitos sino el momento preciso para cambiar las reglas de juego. Ciego al meter cizaña y desviar el debate aprovechándote de lugares comunes nada originales. Ciego al no entender que la confianza es muy difícil de ganar, extremadamente fácil de perder y casi imposible de restaurar. Ciego, en definitiva, al quedar deslumbrado por el éxito y caer en el gran error de creer que todo vale. Si la voz es la vista de quien no ve, y la sociedad estaba ciega, ¿por qué la has guiado, cual flautista socarrón, al precipicio de la desconfianza? El periodismo no es provocación, es información. El hecho de que hayas sentido la necesidad de justificarte en las redes sociales de manera desmesurada denota que quizá el peso del remordimiento es mayor de lo que a primera vista creías.

En el fondo, nada nuevo bajo el sol. Estamos ante el manido dilema de si el fin puede o no justificar los medios. Desde un prisma periodístico has conseguido un éxito brutal, nunca visto, chapó por ello, el tiempo honrará tu bellaquería. No obstante, historiográficamente hablando has transitado un cenagoso camino que no te ha preocupado lo más mínimo enturbiar en un visto y no visto. Como si de un elefante en una cacharrería se tratara, tus mentiras dificultan la necesidad de distinguir un cazo de una sartén, la verdad de los despropósitos. Tomando de reojo las palabras de Saramago, cuyas citas encubiertas pueblan este artículo, has demostrado no ser más que un ciego que ve, un ciego que, viendo, no ve. Lo peor de todo es que siendo tan bueno en el arte de mirar como eres, no hayas sido capaz de ver lo más importante de todo: la ética que quedó irremediablemente aplastada bajo tus pies. ¡Ver para creer!

 

 

José Luis González Geraldo.

https://www.facebook.com/Joseluis.ggeraldo

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