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Queridos Reyes Magos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 05 de enero de 2015, 00:15h

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Seguramente os sorprenderá que os escriba a estas alturas de la vida, casi peinando canas. De hecho, yo mismo me desconcierto al iniciar estos párrafos pero la curiosidad de saber cómo puede terminar esta carta es más grande que la vergüenza de retomar nuestra silenciada correspondencia. Con todo, creo que haré caso al niño que llevo dentro y dejaré volar mis dedos por el teclado con la misma ilusión que en su momento garabateaba aquellas pautadas cuartillas sin percatarme de esa media lengua que, tímida pero también traviesa, asomaba por la comisura de mis labios denotando el esmero que os profesé.

No os preguntaré qué tal os va, si me permitís el tuteo, porque os he estado siguiendo todos estos años. Cierto es que dejé de escribiros, pero la televisión siempre se encargó puntualmente de mostrarme que el tiempo no pasa igual para todos e incluso hace poco observé que tenéis cuentas en todas las redes sociales y que vuestros seguidores son considerables. En fin, es indudable que estos días estaréis demasiado atareados como para que divaguemos poniéndonos al día de nuestras vidas, así que iré al grano.

 

Lejos de las inacabables listas de deseos a las que os tenía acostumbrados, este año sólo os pediré una cosa: algo de confianza para mí y para todos mis compañeros, sin que sea necesario ponerme a mí primero. Sé que puestos a pedir tampoco parece un gran deseo, pero estoy convencido de que os daréis cuenta de la grandeza que conlleva.

Confianza es esperanza, aliento, ánimo y cercanía, justamente lo que en estos momentos, con o sin luz al final del túnel, más falta nos hace. Cansado estoy de ver cómo la gente mira con suspicacia al que se ofrece para ayudarles. Dolido estoy de comprobar cómo las promesas son sistemáticamente destrozadas por los que las diseñan. Indignado sería decir poco cuando ni siquiera la nobleza obliga y cada vez estamos más distanciados en clases, castas o quistes.

Comprendedme, pido solamente un poco más de confianza, pues aunque crea en el ser humano soy consciente de que la erradicación de la maldad es algo imposible. Es más, algunos incluso opinan que es algo natural y paradójicamente aceptable. Perdonadme si pedantemente os cito a Kant cuando en sus clases de pedagogía les decía a sus estudiantes: “El hombre quiere la concordia, pero la naturaleza sabe mejor que él lo que es bueno para su especie: ella quiere la discordia […] quiere que, salido del estado de pereza y satisfacción inactiva, afronte dolores y fatigas para que tenga todavía que inventar los medios por los que liberarse de ellas con su habilidad”. Desde este prisma, la naturaleza se lo está currando de lo lindo.

Siendo magnánimos, coincidiréis conmigo en que el ser humano, como parte de la naturaleza que es, quizá se esté pasando un poco en eso de ponernos en situaciones difíciles para sacar lo mejor que llevamos dentro. Sobre todo algunos a los que no me apetece señalar y que, por si os apetece tomar nota, se merecen comer todo el carbón dulce del mundo, por no decir algo más escatológico y aromático. De cualquier forma, si queremos que el saldo entre bondad y maldad siga siendo positivo tendremos que ser de los buenos, pues últimamente hay malos hasta debajo de las piedras. No nos vendría mal un empujoncito para decidirnos a sonreír al vecino cuando nos lo cruzamos en la escalera, dar los buenos días a un desconocido, sostener la puerta cuando sabemos que alguien viene detrás de nosotros y todos esos pequeños detalles que, en el fondo, hacen que seamos un poquito más felices y, a la larga, dan mejores frutos de los que pensamos.

Si lo conseguimos, puede que algún día miremos a los que nos gobiernan y quizá entonces también encontremos algo de lealtad y honradez que pueda ser correspondida con nuestra confianza como premio. No os pido este deseo directamente porque sé que hasta vuestra sabiduría como magos tiene sus límites y porque, aun sabiendo que esas coronas nunca tuvieron reino, quizá se os haya subido el título a la cabeza y no os apetezca demasiado otorgar tan preciada dádiva. ¿Quién sabe?; hecha la ley, hecha la trampa. En vuestras manos queda.

Atentamente.

 

José Luis González Geraldo.

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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