Llegará pronto el día, y no creo que tarde demasiado si en verdad no ha ocurrido ya, en que los programas electorales nos suenen a lorem ipsum. Un texto provisional, con cierto orden pero sin sentido, que los diseñadores gráficos suelen utilizar en sus trabajos cuando las palabras finales están todavía por definir y lo que importa es la forma, y no el fondo.
Suele decirse que el ser humano es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras, o que las personas valen más por lo que callan que por lo que dicen, y lo cierto es que, acudiendo al refranero: del dicho al hecho hay mucho trecho. Una distancia abismal que en política se traduce en confianza, algo que escasea bastante últimamente.
Jugando a sus maquinitas en pleno trabajo como descerebrados o abriendo el bolsillo más de lo que sus holgados puestos ya les permiten, nuestros gobernantes evidencian la apatía de hechos ante la que ya no nos resignamos. Me refiero, por supuesto, a los hechos que mejoran la vida de los don nadie, pues de los que nos sodomizan económica y socialmente tenemos para dar y tomar. Ya lo dejó escrito Goethe al hablarnos de los años de aprendizaje de Wilhelm Meister: Hacer es fácil, pensar difícil, pero hacer según lo pensado es simplemente penoso en su complicación.
Aviso para políticos de todos los colores: menos palabras, y más actuar. A ser posible, con sentimiento y sincera pasión. Cansados estamos del mismo cuento de siempre. Ver las orejas a las elecciones y enfatizar el eterno cruce de acusaciones es todo uno. Un patio de colegio con corbata donde la última palabra siempre es un pueril “y tú más”. Pero ya estamos ahítos de palabras.
También suele bíblicamente afirmarse que el árbol se conoce por sus frutos. Hechos, no palabras. Aunque por otro lado es cierto que cuando el árbol es joven quizá sea oportuno hablar de flores y no frutos, a medio camino entre lo que será y lo que promete ser. De cualquier forma, sin duda hay determinadas flores cuya fragancia no es del agrado de todos, viniéndome a la cabeza la Calceolaria, más conocida popularmente como “flor monedero”.
De nuevo, y por enésima vez en el devenir humano, nada nuevo bajo el sol. Salvando las evidentes distancias, permítanme ir finiquitando con unas estrofas de un casi olvidado coplero de nuestra tierra, Antinomia. En verano de 1924, desde las páginas de La Lucha, dejó escrito:
Menos parola
A sesión casi diaria
van los ediles,
sumamente arrogantes
y muy gentiles,
discursos preparados
lanzan sin cuento,
y al fin de la jornada…
¡no ay-untamiento!
--
El tiempo velozmente
se va pasando,
y al pueblo los ediles
van defraudando,
porque el pueblo esperaba
mejores cosas
frente al mal que causaron
gentes facciosas.
--
Puestos para ser norma
de gran civismo
contra las asechanzas
del caciquismo,
preciso es que reflejen
en su actuación
que adquirieron conciencia
de tal misión.
--
Que duren menos tiempo
las discusiones,
y vayan más de prisa
ciertas cuestiones,
porque de lo contrario
va a resultar
la nada entre dos platos
con tanto hablar.
Ideas con garantías de futuro y no juguetes del viento o prisioneros del negro sobre blanco, eso es lo que necesitamos y valoraremos con nuestro voto. No en vano ya alguien relacionó el estreñimiento de las ideas con la diarrea de palabras. Ya saben: “Lorem ipsum ad his scripta blandit partiendo, eum fastidii accumsan euripidis in, eum liber hendrerit an. Qui ut wisi vocibus suscipiantur, quo dicit ridens inciderint id […]”.
José Luis González Geraldo.
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