www.cuencanews.es

La inefable impredecibilidad humana

Por Redacción
x
localcuencanewses/5/5/16
domingo 29 de marzo de 2015, 23:39h

google+

Comentar

Imprimir

Enviar

El ser humano ha vivido desde siempre con el deseo, hijo de la necesidad, de querer controlarlo todo. Cuando algo escapa de nuestras manos y queda fuera de la razón ponemos al descubierto nuestra nimiedad existencial, agrietando con ello un poco más la corona que ostentamos como autoproclamada cúspide de la creación. La incertidumbre, amigos lectores, forma parte de nuestras vidas desde el origen mismo de los tiempos y hemos de aceptar que la conducta humana ni es completamente previsible ni tiene por qué poder ser explicada.

El incidente -pues dadas las evidencias sería un error llamarlo accidente- del vuelo fatalmente rubricado en los Alpes es un ejemplo de cómo el impacto de la sinrazón desestabiliza nuestro mundo precisamente por ello, por no tener sentido. El miedo que nos provoca pensar en los incomprensibles mecanismos y resortes que tuvieron que saltar para que el copiloto tomara tan inimaginable decisión nos obliga a replantearnos el sistema que ha permitido dicha anomalía. Pero, ¿en qué dirección?

 

Si el avión se hubiera estrellado por problemas técnicos ya tendríamos sobre la mesa nuevos protocolos de diseño y construcción de aeronaves. Bajo el mismo razonamiento, pronto tendremos estrictos y duros controles psicológicos para fantasear que con ellos se pudiera haber evitado la catástrofe. La solución parece ser evidente: apretar las tuercas a los aviones o apretárselas a las personas. Todo para volver a pensar que las riendas de nuestro destino se nos escaparon de las manos tan sólo por un instante. Ilusos, pequeños y curiosos seres somos si creemos que así evitaremos la impredecibilidad del ser humano.

Ya puestos a hacer algo, pues cierto es que peor sería si respondiéramos con apatía ante estos sucesos, quizá deberíamos ver las cosas con mayor perspectiva. No se trata de aviones o desviaciones mentales, sino de la comunidad en su conjunto. Sé que suena a cliché decir que la culpa es de la sociedad, así que no esperen que lo afirme, pero sería de necios creer que el modo de vida que llevamos es una variable sin importancia.

Prestemos por tanto atención a las ideas del filósofo de moda, Byung-Chul Han, cuando nos avisa de los peligros que una sociedad basada en el rendimiento tiene con respecto a sus sujetos, conduciéndonos ciegamente hacia una sociedad del cansancio donde el infarto del alma se hace inevitable. No pretendo hacer una apología del copiloto, nada más lejos de mi intención, pero sí retomar las palabras de Charles Chaplin cuando, en su discurso final como Gran Dictador dejó dicho:  “Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encarcelado a nosotros mismos. […] Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos más humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura”.

Cierto es que hay abismales simas dentro de cada persona, y que la crianza no todo lo puede, pero desde el realismo pedagógico es inevitable que me pregunte: ¿Acaso alguien enseñó a este innombrable a amar y respetar la vida del prójimo, o nuestro miedo muere tan fácilmente convirtiéndolo en un demente?, ¿no es posible, por otro lado, que el actual ritmo de vida siembre en nuestras almas perversas semillas de éxito y renombre? No es el exceso de maldad lo que ha provocado esta desgracia, sino la falta de humanidad: ego en estado puro.

 

José Luis González Geraldo.
https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios