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Los quebradizos límites de la empatía

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 12 de abril de 2015, 23:15h

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Centenar y medio de vidas destrozadas. Sueños rotos. Futuribles silenciados por la intolerancia. Si la última quincena me vi forzado a escribir sobre la sinrazón que llevó a la muerte a los pasajeros del vuelo 4U9525, es de justicia que hoy dedique estas modestas líneas a la memoria de los estudiantes asesinados brutalmente en la Universidad de Garissa, Kenia.

La casualidad ha querido que el número de víctimas de ambos sucesos sea macabramente similar, pero no así la repercusión que ha tenido. No crean que culpo de ello únicamente a los medios de comunicación, sino también a nosotros: su audiencia. Que los primeros no hayan prestado el mismo interés por ambos sucesos no es excusa para justificar la apatía de los que, abúlicos desde la distancia, apenas hemos sentido y reflexionado ante la masacre universitaria. Frente al incomprensible desenlace de la tragedia aérea tenemos un suceso más que añadir a la larga lista de puntos negros a los que estamos habituados como impasibles consumidores de desgracias.

 

Pongamos un claro ejemplo: los noticiarios de mediodía. Son muchas, demasiadas, las familias que comen frente al televisor, y no pocas las que eligen los noticiarios como telón de fondo de un momento que, en teoría, debería servir para el diálogo y el encuentro. Si usted se encuentra en este grupo, por favor, recapacite: ¿cuántas veces dejó realmente de comer por la información recibida? Todo el mundo sabe que el ser humano, ante la verdadera congoja, pierde el apetito.

Nadie negará que los noticiarios se alimentan prioritariamente de sucesos oscuros, y la cotidianidad del hábito anteriormente comentado -entre otros- nos está convirtiendo en seres duros e insensibles. Dicho en román paladino, y pidiendo perdón de antemano por una sinceridad que pudiera ser malinterpretada, que mueran un puñado de negros en un país que ni nos atreveríamos a situar en un mapa de África se ha convertido casi en el pan de cada día. Ahora bien, si cambiamos el color de piel, maquillamos la bandera del pasaporte, los metemos en un medio de transporte que solemos utilizar y eliminamos el factor religioso, algo dentro de nosotros se inquieta. Así de tristes y miopes son los quebradizos límites de la empatía.

Y todo ello, fíjense, sin entrar a dirimir la seriedad del suceso o el hecho de que, lejos de quedar en una página negra de la historia, como esperamos que ocurra con el suceso de los Alpes, tiene serias probabilidades de volver a ocurrir, tal y como demuestra el miedo que ha provocado la reciente estampida de la Universidad de Nairobi.

Sin embargo no nos queda tiempo, y a muchos quizá ni les importe, pero el valor de las vidas humanas, independientemente de los rasgos accidentales que adornen nuestras almas, merece al menos una sincera cavilación. Mañana, mientras coman, apaguen la dichosa televisión y busquen en los ojos de quien tengan enfrente, o en los suyos propios si no es el caso, qué es lo que verdaderamente nos hace humanos. Alimentemos con ello, para variar, nuestro corazón. Buen provecho.

 

José Luis González Geraldo.

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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