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La balsa o la vida

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 27 de abril de 2015, 00:34h

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Ya no hay excusa, dicen; podría convertirse en una tragedia, apostillan. ¿Cuándo, me pregunto, tuvimos excusa o dejó de ser tragedia? Huelga comentar que esta quincena, por lamentables catástrofes naturales que ocurran, solamente hay un tema del que puedo hablar: los recientes fallecimientos en el Mediterráneo.

Me niego a hablar de crisis porque estaríamos corroborando la falsa sensación de estar pasando por un fenómeno puntual. De ser consecuentes con nuestros actos, en lugar de acuñar las operaciones iniciadas con denominaciones tan míticas y grandilocuentes como “Tritón” o “Poseidón”, deberíamos sonrojarnos por nuestro apocamiento y aceptar que “Vergüenza” y “Bochorno” quizá serían nombres más adecuados. Piénsenlo, o mejor, siéntanlo. Que la indecente columnista de The Sun, Katie Hopkins, haya tenido la cobardía de llamar “cucarachas” a los inmigrantes no debe servirnos únicamente para darnos cuenta de hasta dónde puede llegar su falta de tolerancia, sino también para replantearnos cuál es nuestro símil en todo este asunto. Es probable que Luis Martínez, desde El Mundo, no ande desencaminado cuando termina su columna comentando los roznidos de esta misma fulana: “… no ha hecho otra cosa que verbalizar lo que somos: peores que ellos, peores que cucarachas”.

 

Cuando la desesperación puede más que el miedo, cuando la impotencia deja una única salida digna al alcance, la balsa puede más que la vida que ponen en juego. Es deplorable; mientras que aquí todos aplauden a la princesa del pueblo por fanfarronear afirmando que ella mataría por su hija, pocos se afligen porque miles de personas, desde la alteridad impuesta por las absurdas fronteras, den su vida y las de sus propios hijos por el mismo motivo. No les juzguemos por intentarlo, pues no tienen elección. Somos nosotros los que, pudiendo elegir, no terminamos de querer ver la mejor opción.

Podríamos continuar hablando de mafias, de la xenofobia como negocio e incluso de cómo se verían afectados los países europeos si perdieran, de una tacada, toda esa mano de obra barata y esos trabajadores que nunca denunciarán la explotación a la que los sometemos como regalo por no haber muerto por el camino. Pero no lo haremos, pues no acabaríamos en pocas líneas.

Por último, también podríamos hablar de cómo las redes sociales –e incluso el medio en el que me estoy expresando- sirven de vana catarsis para todos aquellos que, inmersos en la vorágine de una sociedad fuera de control, no somos capaces de ver la manera de hacer algo distinto sin perjudicar a los que nos rodean o distorsionar la cómoda vida que llevamos. Por ello apelo a los políticos, capaces de girar el timón de esta estúpida e hipócrita situación, para que en verdad se dejen de eufemismos y bienintencionadas palabras. ¡Actúen y gánense el sueldo! Quizá mi mano no llegue, pero la suya, que no es otra que la mía tras las urnas, no solo puede, sino que debe. La omisión nos hace ser parte de la tragedia. En el fondo, nosotros tampoco podemos elegir, pues no podemos seguir mirando hacia otro lado.

Ahora bien, si todo fuera perfecto y las cosas cambiaran, ¿cómo miraría usted, querido lector, a los que llegaran a su puerta? En este caso, como verá, sí que llegan nuestras manos. De ocurrir, pues así debería ser, utilícelas para abrazar y no para llevarlas al pantalón y comprobar si sigue ahí su cartera, su vida, su tranquilo privilegio otorgado por haber nacido aquí, y no acullá.

 

José Luis González Geraldo.

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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