www.cuencanews.es

Un lugar en el mundo

Por Redacción
x
localcuencanewses/5/5/16
domingo 30 de agosto de 2015, 23:29h

google+

Comentar

Imprimir

Enviar

Se acabó lo bueno. La mayoría volvemos con la piel algo más oscura y con cara de pocos amigos, pensando ya en las próximas vacaciones y en ese primer día de trabajo que se interpone. Dormimos mal y poco, lamentándonos cual plañideras cuando deberíamos llorar de alegría por poder volver a nuestros hogares.

Hogares, sí, y no casas, domicilios, apartamentos o cualquier otro tipo de chamizo. Afortunado aquel que tiene un hogar, pues en él se respira vida compartida en familia, seguridad no amenazada y tranquilidad de futuro. Esta quincena, mi corazón empequeñece ante el éxodo de tantos inmigrantes en Europa y me recuerda lo terriblemente dichoso que somos, pero también el estruendoso silencio, cuando no rechazo, que los gobiernos suelen otorgar a estas personas. Porque son personas, no lo olvidemos. No hay papel que rubrique la humanidad. Los “sin papeles” no existen; es un artificio del suertudo para defenderse de los desdichados.

 

Europa se desgarra, y no por la crisis del Euro, sino por la que nosotros mismos establecemos al decidir, arbitrariamente desde el punto de vista humano, quién está dentro y quién está fuera.

La casualidad ha querido que en unas semanas viaje con mi familia a Hungría, el país que acaba de terminar esa valla de 175 kilómetros y también el mismo que se ha visto envuelto en el impactante hallazgo de 71 cadáveres dentro de un camión abandonado en una autopista. Entre esas más de setenta personas, que murieron asfixiadas, había un niño de dos años, yo viajaré con el mío de año y medio plácidamente en avión. Es inevitable que como padre encuentre el macabro reflejo de la realidad. Estando en el bando agraciado, no puedo dejar de sentirme ridículamente culpable.

El espejo me devuelve el reflejo de una humanidad edulcorada que me parte la médula del alma. Nadie es mejor que nadie, canta Manolo García, pero a la hora de la verdad las canciones se quedan en cuentos, sueños que se estrellan contra muros, verjas, vallas, alambres, espinas y toda suerte de artilugios fronterizos. Todos ellos respaldados por la ignorancia de los que, temerosos de recibir a los refugiados, miran para otro lado o se apresuran a cerrar puertas, ventanas y esperanzas ajenas. Si algún día nos viéramos en una situación similar, algo nada descabellado viendo los tiempos que corren, no deberíamos extrañarnos al recibir un portazo en la cara, pues quizá sea lo que merezcamos. Arrieros somos, y las pateras ya no son el único lugar de encuentro.

Se acabó lo bueno. Ahora, continua lo mejor. Sintámonos afortunados -y mucho- de volver al hogar. Aquellos que puedan, y todos podemos, debemos ayudar a estas personas a encontrar un lugar en el mundo, pues no buscan otra cosa y no merecen menos. ¿A cuántas comodidades hemos de renunciar para que ellos puedan vivir? Nosotros podemos elegir; ellos no tienen elección.

 

José Luis González Geraldo.
https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios