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El valor de lo inútil

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 12 de octubre de 2015, 11:14h

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Imaginen una mañana cualquiera de la adolescencia de cualquier cuarentón venido a menos, pero con un profesor singular. Cómo, si no, podemos explicar que durante la primera clase del curso comenzara echando por tierra la disciplina que tanto él como nosotros, sus estudiantes, teníamos que adoptar durante meses. "¿Para qué sirve la Filosofía?", nos espetó con cierta sobreactuación, "¡Para nada!" acabó contestándose él mismo a grito pelado. Quizá fuera por sus aspavientos o por la peripatética manera de moverse nerviosamente por la clase -quizá por todo y por nada al mismo tiempo- pero lo cierto es que ese profesor hizo que desde entonces la Filosofía, con la mayúscula que merece, fuera para mí una de las materias más atractivas de cualquier plan de estudios.

La Filosofía, como epicentro de las ciencias del espíritu humano que es, no se preocupa de miopías pragmáticas, sino del porqué de lo más profundo de nuestro pellejo; no busca respuestas acertadas, sino preguntas incómodas; no se limita con enseñar a pensar, sino que ahonda en las distintas formas de razonar que existen. Por estos ejemplos, y otros, lamento tantísimo la circunstancia en la que escribo estos párrafos.

Se habla mucho de cómo la Filosofía ha sido relegada a un segundo plano en nuestros centros educativos, ubicada en una errónea posición optativa donde se ve obligada a competir con la Religión. Valiente despropósito que, tristemente, también se ve respaldado por otras medidas que evidencian la gran crisis de valores en la que nos encontramos -y con perdón- enmerdados. Japón, por irnos más lejos, no se muerde la lengua e insta a sus universidades a eliminar o reformar aquellos títulos que huelen a humanidades -que no a humanidad- con el absurdo objetivo de servir mejor a los intereses de la sociedad. ¿Acaso hay mayor interés que el florecimiento del propio ser?

 

En España, por volver a nuestros lares, y en este sentido, encontramos las preclaras declaraciones de Marcial Marín, número dos de la cartera de educación, quien tampoco tiene tapujos en ocultar que la enseñanza debería estar orientada a las empresas... ¡desde primaria! Fetén, mire usted. Ya solamente nos faltaría ir un poco más lejos, colar la trampa del emprendimiento -mal entendido- en el jardín de infancia y, ¿por qué no? incluso dar cursos a embarazadas sobre la necesidad del riesgo empresarial. Cursos, por supuesto, impartidos por el mismísimo Rey de España, experto en riesgos a más no poder.

Todo el mundo ha de emprender en sus vidas, sin duda, pero eso no es sinónimo de convertirse en empresario. No hay mayor riesgo que enfrentarse a las absurdeces que nos impongan y, para eso, la Filosofía, semilla de pensamiento crítico, se hace totalmente imprescindible. Como docente universitario que soy lo tengo claro: a partir de este curso, y en todos los venideros, intentaré meter transversalmente aquellos trozos de Filosofía que bien se puedan quedar por el camino. ¿Para qué?, quizá se pregunten... pues para nada, hombre, para nada.

 

José Luis González Geraldo.

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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