Del corazón de los montes del Alto Tajo, a través de arterias vitales como el Tajo y el Júcar, el Escabas o el Cabriel, fluiría la madera sobre la que durante siglos se sostendrían la construcción de España y su imperio marítimo, y cada latido del mismo se convertía en una nueva maderada. Un procedimiento que llevó a la creación de oficios altamente especializados, en cuya cúspide está el de ganchero, sin lugar a dudas, pero que habrían quedado sin función de no existir al mismo tiempo los hacheros, arrastradores, arrieros y broceros.
Veinte años después de aquella primera fiesta ganchera, estas recreaciones tienen lugar ya en otros puntos de España, en otros ríos. Veinte años después, especialmente a través de la obra de José Luis Lindo: “Maderadas y Gancheros”, editada en 2008 por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha a través de la entonces Consejería de Turismo, y presentada en el transcurso de la Fiesta Ganchera de aquel año, conocemos mucho más, y mucho mejor, la historia y la realidad de aquel mundo, iluminado en su día por la novela de José Luis Sampedro y recreado por la película de Antonio del Real.
La vigencia, el interés creciente, y la importancia de la Fiesta Ganchera que hoy vuelve a celebrarse, esta vez en Zaorejas, pero también, por turno, en Poveda de la Sierra, Peñalén, Taravilla y Peralejos de las Truchas, demuestra la importancia de un trabajo bien hecho a partir de un planteamiento a la vez realista y ambicioso, innovador y arraigado, sobre la base de la oportunidad.
El tremendo éxito de la película de Antonio del Real, con un inconmensurable Alfredo Landa a la cabeza del reparto, en 1989, no solo devolvía la novela de José Luis Sampedro a los escaparates de las librerías de todo el país, sino que descubría a España y a Europa la belleza de una comarca que obtuvo de la madera y su transporte una forma de vida y, lo más importante, una forma de ser. En el corazón de la España rural, las maderadas exigían una organización compleja y perfecta, que a diferencia de la ganadería que recorría los caminos de mesta, debía domar y doblegar al mismo tiempo a la madera y al río. La búsqueda de escenarios y testimonios, la cercanía y vitalidad del propio José Luis Sampedro, y la iniciativa de este grupo de municipios y sus habitantes, alumbraba siete años después del estreno de la película una recreación imposible: la maderada.
Hoy en día es fiesta de Interés Turístico Regional, y presume con razón de ser guía y ejemplo para otras fiestas, para otras recreaciones, y también para nuevos estudios y actividades por diversos puntos de España, con sus variantes y peculiaridades.
Para nosotros es un ejemplo claro y vivo de la senda que debemos recorrer para recuperar la actividad, la vida y el conocimiento de amplias zonas de extraordinario valor natural y cultural, donde naturaleza y economía se complementaban y necesitaban mutuamente. Aquellos bosques de pinos del Alto Tajo, ya protegidos de la deforestación por Felipe II, pueden y deben ser el corazón que impulse la recuperación económica y social de este territorio. La explotación ordenada y sostenible del bosque, la ordenación de su disfrute y conocimiento, la protección de su variedad y pujanza cinegética y selvícola, su compatibilidad con las nuevas tecnologías para la obtención de energía, son senderos que debemos recorrer con la misma atención, profesionalidad, organización y pujanza con la que los gancheros transitaban nuestros ríos, tan necesitados de protección y justicia como las propias gentes que en su día vivían y bebían de ellos.
Y especialmente el río Tajo, que vertebra Castilla-La Mancha, y queremos y necesitamos limpio, vivo y con el mínimo caudal para que vuelva a ser arteria de vida y de progreso, no solo herida y frontera de insolidaridad y abuso.
Veinte años después, la Fiesta Ganchera sigue siendo una de las mejores llamadas de atención para la protección de nuestros ríos, de nuestros parques naturales, y para la reivindicación de nuestra pequeña gran historia, tan ligada a la naturaleza como al esfuerzo, sobriedad y firmeza de carácter de nuestros padres y abuelos, ya sea en la amplia llanura manchega o en el escarpado curso del Alto Tajo. Una fiesta que nos permite reivindicarnos como pueblo, y fijar la mirada en un río condenado que exige respeto y caudal.
Emiliano García-Page
Presidente de Castilla-La Mancha