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Plan 2019, un cambio municipal

Por Redacción
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lunes 27 de febrero de 2017, 22:58h

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A pocos meses del ecuador de las legislaturas municipales y tras cerrar uno de los periplos electorales más amplios en la historia de nuestro país, es necesario revisar la gestión de los gobiernos locales surgidos de las elecciones de 2015 para poder construir un plan para 2019.

Por un lado, los denominados Ayuntamientos del cambio de las grandes ciudades, Madrid, Valencia, Barcelona, se han demostrado verdaderos revulsivos de la política municipal, llevando a cabo gestiones eficaces con la reducción de deuda y el incremento de gasto público, implementación de la participación ciudadana en las grandes decisiones públicas, preocupación por la cuestión medioambiental, mayor transparencia y rendición de cuentas, y en general tareas que ponen en el centro el interés general.

Por otro, una realidad rural con un tiempo político que avanza a otro ritmo que la realidad urbana, ayuntamientos que han mantenido un color o lo han alternado sucesivamente y donde sus municipios no han experimentado grandes cambios. Políticas continuistas, gestiones ineficaces, actitudes de otro tiempo que se alejan de la mirada europea, donde el ciudadano no solo elije a sus representantes sino que es partícipe de las decisiones cruciales de su barrio, su distrito, su pueblo o su ciudad.

Podemos decir entonces que vivimos en una España que avanza en sus ciudades y se estanca en sus pueblos, algo que nuestro país ya vivió en los primeros años del siglo pasado, donde tras la “dictablanda” del general Berenguer y la intervención monárquica de Alfonso XIII en la política nacional, la ciudadanía dijo basta en las elecciones municipales de 1931 donde las capitales marcaron el rumbo de lo que sería una España democrática.

 

Sería el presidente de la primera república española, Emilio Castelar, quien resumiera este hecho en una frase, “la historia de España cabe en una hoja”, o más recientemente el sociólogo Jorge Moruno, “la historia de España es como un acordeón, tiene intensos momentos de avance y largos periodos de retroceso”.

Pese a la comparación con 1931, las elecciones de 2019 no serán un plebiscito monarquía-república, serán una oportunidad de extensión de cambio político, de profundización democrática en el mundo rural. Pero sería un error pensar que el objetivo municipalista de cambio político se puede lograr en cualquier territorio, en cualquier pueblo, en cualquier ciudad, utilizando una única herramienta y siguiendo un único camino. Si algo tiene nuestro país es un contexto complejo, plural y realmente interesante a afrontar desde hipótesis diversas.

En las elecciones municipales de 2015 primaron las candidaturas ciudadanas en las importantes ciudades, Ahora Madrid o Barcelona en Comú, fueron candidaturas participativas y plurales que lograron ganar las elecciones, cada una forjada en un territorio diverso y con características y componentes diferentes. Pero fue en la mayoría de ciudades y pueblos, donde, a la sombra de los procesos más mediáticos, se buscaron confluencias, muchas de ellas inevitables debidas a la coyuntura de ruptura bipartidista, pero especialmente complicadas dada la singularidad ideológica de las organizaciones convergentes.

Al igual que sucedió en ciudades como Cuenca, las candidaturas “Ganemos (nombre del municipio)” fueron la única hipótesis válida en aquella oportunidad histórica, pero una fórmula ineficaz para un territorio con una realidad rural que nada tiene que ver con las grandes ciudades. Si nuestro reto es lograr un cambio político con profundización democrática y gestión eficaz, los frentes partidistas deben ser patrimonio del pasado y las organizaciones políticas deben estar tras la ciudadanía y nunca sobre ella, bajo su control y nunca al revés.

Lograr un cambio en lo municipal, en Cuenca y en los territorios más rurales, pasa por la apertura de un espacio ciudadano amplio donde la pluralidad no dependa de la suma de organizaciones que den su apoyo sino de la diversidad y heterogeneidad de los vecinos que lo compongan y de un programa que surja de los barrios. Tejer este plan para 2019 no tiene que ver con aglutinar a multitudes en torno a una sala para mostrar la cantidad militante, ni yuxtaponer organizaciones ni grandes eslóganes que animen a una ruptura de lo existente, tejer guarda relación con crear red, seducir a multitudes en torno a una idea, un proyecto de cambio municipal, quedando las organizaciones políticas sumisas y no al mando.

Pese a su complejidad, coser un proyecto no es complicado si nos dotamos de las preexistencias, como la buena arquitectura, leer el entorno donde asentar una nueva articulación espacial es vital, y en una ciudad, con distritos, asociaciones vecinales, colectivos sociales, medioambientales, patrimoniales… poseemos un valor humano, una sociedad civil con un conocimiento municipal a recoger, para hablar más de sonrisas que de rupturas, porque al fin y al cabo, un cambio político no es un cambio si no es divertido, si no hace vivir mejor a los vecinos y si no habla de felicidad y progreso.

 

 

 

Javier Magán
Portavoz de Podemos

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