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Luces y sombras en la SMR

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 17 de abril de 2017, 05:00h

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Lo más importante y destacado de la 56 edición de la Semana de Música Religiosa es que ha podido celebrarse. Si retrocedemos las miradas un poco hacia atrás, apenas a lo que pasaba y se decía hace un mes, podemos decir, con satisfacción, que los agoreros, interesados unos, sinceros quizá otros, no han visto cumplirse sus profecías ni tampoco las zancadillas han surtido más efecto que algún revolcón a destiempo. Ni siquiera las previsibles angustias económicas derivadas del cuantioso déficit y deudas (son dos cosas diferentes) acumulados por la anterior dirección del festival han podido enturbiar el desarrollo de la Semana, entre otras cosas porque las administraciones, en este caso, además de molestarse unas a otras acudieron a solventar las cuestiones dinerarias a tiempo de que los conciertos y sus actividades paralelas pudieran ponerse en marcha.

 

La programación ha suscitado algunas controversias. Los detractores del nuevo director han sacado a relucir una amplia batería de críticas, entre las que hay algunas cargadas de razón. Por ejemplo, el fácil recurso a momentos espectaculares siempre propicios al éxito fácil, como el concierto del viernes santo con el Réquiem Alemán, de Brahms, oído tantas veces que algunos ya casi se lo saben de memoria, o el bellísimo Stabat Mater de Rossini, que siempre se agradece, como también han sido bien recibidas las propuestas selectivas, minoritarias (el violonchelo de Gaetano Nasillo, por ejemplo, en el Espacio Torner).

 

La gran apuesta de la nueva dirección es la Academia de la Semana de Música Religiosa, formada por una orquesta y un coro de marcada presencia juvenil y un desbordante entusiasmo en la interpretación. Tantos los conciertos como las actuaciones reducidas en otras iglesias han venido a demostrar que el invento tiene posibilidades aunque a la vista de experiencias anteriores son comprensibles las dudas que se plantean ante la efectiva viabilidad de la agrupación. Habrá que esperar a los anunciados conciertos próximos (junio, octubre y noviembre) para poder comprobar en qué queda realmente la experiencia.

 

A los escépticos de primera hora, vinculados quién sabe por qué tipo de lazos afectivos con la anterior directora, les ha venido bien la inclusión en el programa de una propuesta tan discutible como la ofrecida el sábado con la sorprendente presencia en el escenario del Teatro-Auditorio del Cántico espiritual preparado por Amancio Prada y estrenado, como él mismo se encargó de recordar, hace nada menos que la friolera de 40 años. Recuperar ahora un montaje realmente obsoleto y fuera de lugar en el marco de la Semana de Música Religiosa, a pesar del potente acompañamiento del coro de RTVE, no parece que se pueda incluir entre los aciertos del nuevo programador de quien se puede temer, como dice el crítico Manuel Millán de las Heras, “que podría legitimar este tipo de ocurrencias en los años sucesivos”.

 

Más vale que no. Estos experimentos valen una vez y no más.

Con todo, admitiendo las circunstancias anómalas en que se ha desarrollado esta edición, empezando por la precipitada elección de Cristóbal Soler, el escaso tiempo disponible para prepararla y las dificultades que acompañaron sus primeros pasos, no hay más remedio (y es justo) que darle un margen de confianza y ahora, con un año de perspectiva por delante, esperar a ver cual es el planteamiento y desarrollo de la próximo edición.

 

De esta, como digo al comienzo, lo importante es que se ha podido celebrar. Y no ha sido poco.

 

José Luis Muñoz

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