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Para cuando llegue mi invierno

domingo 07 de enero de 2018, 23:57h

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En lo fundamental los humanos no somos distintos de cualquier otro ser vivo: nacemos de una semilla, brotamos y crecemos en la alegría inconsciente de la primavera, maduramos con el calor veraniego, damos fruto en la serenidad templada del otoño y concluimos cuando el invierno enfría nuestra sabia. Solo hay algo que nos distingue: nuestra fatua pretensión de inmortalidad.

Llegado mi invierno pido a quien cuide mi planta que no me trasplante a invernadero, que no deje que me apliquen abonos inútiles y que tampoco permita que me injerten una sabia nueva cuando, razonablemente, no la pueda alimentar.

Digo más para cuando llegue mi invierno: respeten mi adiós, sean benévolos juzgando los frutos amargos que sin querer produje y, si gozaron de algún fruto de los que generosamente quise ofrecer, alégrense primero y hagan una fiesta de despedida luego.

Me parece bonito pensar que en el ciclo de la vida mis cenizas serán abono para plantas que nacerán o rejuvenecerán en una nueva primavera.

P.D. Espero que mi otoño sea propicio y que el invierno tarde en llegar.

Joaquín Esteban Cava

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