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Rescatemos nuestro Fuero

Por Redacción
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lunes 25 de febrero de 2013, 00:08h

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Los conquenses convivimos con una verdad incómoda. Nuestra pequeña vida cotidiana, con la tranquilidad y la confortable irrelevancia propia de una ciudad de provincias, se estremece cada vez que contemplamos nuestro casco antiguo y recordamos lo que una vez fuimos, suspirando con una mezcla de impotencia y resignación. Sí, con un ea.

Tan lejano queda todo que no nos imaginamos otra vida que la del tranquilo conformismo, de la pequeña localidad de servicios mantenida con dinero público, tan distinta de aquella ciudad boyante, repleta de mercaderes, artesanos y empresarios que venían atraídos por las oportunidades que ofrecía nuestra legislación y que convirtieron a Cuenca en una de las zonas más industrializadas de occidente, sólo superadas en renta per cápita por las ciudades Estado italianas.

 

Lamentablemente, de aquella época poco queda, a parte de nuestro patrimonio artístico que nos recuerda una y otra vez lo que fuimos. Y de lo que podemos llegar a ser.

Y es que encuentro ciertos paralelismos entre los problemas de nuestra provincia y los de aquella ciudad arrasada por la guerra y despoblada tras su reconquista. Esta necesidad objetiva de repoblación, propia de la Castilla de esa época, funcionó como un acontecimiento crítico que impulsó reformas legislativas, promoviendo una nueva visión en la forma de encarar los problemas cotidianos. El fruto de ello es que personas de toda Europa huían de sus sistemas post-feudales porque encontraban en la despoblada Castilla una ocasión para buscar su prosperidad en un entorno de mayor libertad y respeto por la propiedad privada, así como menores impuestos.

En esta situación nació el Fuero de Cuenca, el marco legislativo más completo hasta entonces, con elementos modernizadores en el tratamiento que se le hacía a la propiedad privada y con exenciones fiscales importantes que perseguían el objetivo de que personas de toda Europa se instalasen en la región. La natural consecuencia de esto fue el nacimiento de explotaciones y pequeñas fábricas que llevaron a nuestra ciudad a su apogeo económico y demográfico.

Es por ello que no se me ocurre un objetivo más perentorio que centrar nuestros esfuerzos en repoblar la provincia y asegurar así nuestro futuro; de hecho, lo llamativo es que no se haya hecho hasta ahora con la cantidad de dinero público que ha pasado por esta tierra. La explicación puede deberse a una paradoja, y es que el hecho de que los reyes de antaño no dependieran de sus súbditos les permitía plantear políticas a largo plazo; en la actualidad, un alcalde siempre va a vender electoralmente mejor la instalación de un polideportivo que la llegada de personas de fuera del pueblo que ni siquiera les votan, aunque esto suponga a medio plazo la supervivencia del colegio o del centro de salud.

No obstante, con un poco de talento y la ayuda de todos, se podría vertebrar una estrategia política que rescate la esencia del Fuero de Cuenca, y que consiga atraer a ciudadanos de todas partes para que vengan a trabajar como lo hicieron los francos o los aragoneses tras la reconquista. Debemos de crear un caldo de cultivo favorable a la innovación como lo era la Cuenca del siglo XIII en adelante.

Este objetivo debe ser explicitado con medidas concretas como bajadas del precio del suelo, rebajas de impuestos y eliminación de burocracias. Debemos ser atractivos a la inversión extranjera y crear polos de desarrollo en las distintas zonas, como lo puede ser, por ejemplo, Villar de Cañas con la instalación del ATC.

Pero tan importante como esto resulta el vender y solemnizar nuestra estrategia. Toda España deberá conocer nuestra misión, y relacionarla como una seña de identidad propia. Dicho de otro modo, habríamos tenido éxito si todos los españoles hubieran oído hablar de nuestras políticas favorables al emprendimiento y el empleo, de igual forma que los castellanos y aragoneses conocían aquello de  “di que eres de Cuenca y vas de balde”.

 

 

Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo

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