La fundación de nuestra comunidad nos sumió en una amalgama de provincias con escasa cohesión entre ellas donde desde el gobierno se fomentaba lo manchego como método de diferenciación y de búsqueda de rendimiento político; un ejemplo es que el anterior gobierno dio una importancia electoral decisiva a la provincia de Ciudad Real, una de las más favorecidas.
El problema es que en un estado autonómico hipertrofiado, con un gasto público disparado y con infraestructuras absurdas, los conquenses nos hemos limitado a suplicar por las migajas, y a comernos las cáscaras de los altramuces como en aquel cuento del Conde Lucanor.
No nos puede sorprender, por tanto la existencia de una sensación de melancolía y de victimismo resumido en nuestro famoso “ea”, y resulta irreprochable, por tanto, que nazcan plataformas para defender Cuenca, es más, tengo la convicción de que sus integrantes, salvo los muy mezquinos y parciales, saben que esta situación viene de lejos, y participan con la mejor de sus intenciones.
No obstante, llama la atención, que esta explosión de reivindicaciones haya coincidido con el comienzo del ajuste del inviable sector público de nuestra comunidad, con registros peores todavía que Grecia; es como si de pronto, ante la disminución del empleo público, los ciudadanos se dan cuenta de lo abandonada que está nuestra provincia. Este hecho es sin duda un claro síntoma de los males que han asolado Cuenca.
Durante décadas nuestra ciudad ha progresado considerablemente, pero esto es debido sobretodo al crecimiento de las administraciones y del sector público, atrayendo únicamente a los habitantes de los pueblos del resto de la provincia que se han visto despoblados. Salvo el floreciente sector turístico que comienza a ser importante y que se desarrolló más tarde que sus competidores, la iniciativa privada brilla por su ausencia.
Nuestra ciudad ha sido incapaz de generar una alternativa al empleo público y los servicios típicos de una capital de provincia, no se ha fomentado en absoluto una cultura empresarial y emprendedora, sin que se haya creado un caldo de cultivo que favorezca la implantación de empresas: más bien ha sido lo contrario.
Lejos queda ya aquel dicho sobre nuestro fuero; aquello de “di que eres de Cuenca y vas de balde”, un sistema fiscal bajo el cual se desarrolló una clase empresarial floreciente y una industria incipiente que nos convirtió en una de las ciudades más importantes de Castilla. Pero sí que nos puede servir como ejemplo, nos muestra el camino a seguir, debemos convertirnos en un lugar atractivo para la inversión, y unos impuestos altos y un excesivo sector público no ayuda. Lamentablemente, estamos siguiendo el camino contrario.
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo
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