El Monasterio de Uclés en las tres ediciones pasadas del Festival Lux in Tenebris, ha soprendido por su calidad y por la diferenciación de su propuesta.
Con una programación diversa y de gran calidad, dentro del estilo vanguardista que se quiere consolidar en el Festival hemos podido disfrutar durante las ediciones anteriores, en su vertiente más académica, de grandes grupos de la música, grupos de larga andadura, de la polifonía medieval más destacada, oratorios barrocos inéditos, clasicismo de Liszt o Beethoven. Schola Antiqua, Qvinta Essençia, La Academia de los Nocturnos y el Ensemble La Danserye o Los Ministriles de La Caravaggia, son algunos ejemplos.
En su vertiente más actual, la música electrónica mística ha quedado impregnada en sus claustros y en las paredes de este emblemático edificio; las saetas de la Tremendita desde sus balcones o el inclasificable y único Raúl Cantizano; el creativo compositor y percusionista, Pablo M. Jones. El envolvente Suso Saiz; la música inmersiva, experimental y ambiental de Ana Roxanne o el paisaje sonoro creando imaginarios de la vocalista y artista sonora Antonina Nowacka. El brillanate Raül Refree, investigador incansable del mundo de los sonidos y Maria Mazzota: la voz de un icono musical de la región de la Puglia, por poner algunos ejemplos que no dejaron indiferentes a los amantes de la música electrónica al servicio del misticismo más impactante.
Dirigida por David Pérez, al frente del equipo creativo LaLAB, y con la complicidad de dos comisarios que dialogan desde mundos distintos—Manuel del Sol, con su saber en música antigua, y Noelia Rodríguez (Nono), referente en la creación sonora electrónica contemporánea—, esta edición de Lux in Tenebris: Nox Transitus reúne a músicos de prestigio internacional en una puesta en escena cuidada al detalle. Una experiencia única la noche del Sábado Santo. Cuatro horas en las que se da vida a distintos espacios creando atmósferas íntimas, invitando a recorrer el tránsito espiritual de la oscuridad la luz. Una experiencia inmersiva mediante una vivencia multisensorial, con música sacra, canto llano, pero también con la electrónica más mística; una ambientación artística lumínica y una experiencia gastronómica que alientan la participación activa.
Los asistentes experimentan la noche como un rito de paso atravesando distintas estaciones que estimulan los sentidos. La experiencia se articula en siete momentos: Desde la hospitalidad propia de un contexto monacal en el Zaguán, pasan por el Bajocoro de la Iglesia, donde nos adentramos en un ritual con un sobrecogedor silencio, donde las luces se apagan y una instalación artística se torna en un eco de los Oficios de Tinieblas.
En la Nave Central, la prestigiosa agrupación Ensemble Organum, dirigida por Marcel Pérès, llegan al Monasterio de Uclés con la recuperación histórica del patrimonio medieval y renacentista del canto llano toledano y su interpretación desde las prácticas polifónicas primitivas de la Edad Media, que recuerdan al rito de las tinieblas del Sábado Santo en su forma más tradicional. Un verdadero placer acústico para elevar nuestro interior. Un hilo de luz atraviesa la tiniebla en el Presbiterio, con la intensidad sobrecogedora y la voz desnuda del contratenor especializado en música antigua José Hernández Pastor.
Asimismo la percepción sensorial adquiere una dimensión metafísica ya en la Sacristía del Monasterio, llevándonos a explorar la conexión intrínseca entre lo tangible y lo etéreo, mediante unos olores que rememoran un ritual sagrado. Y en el Refectorio y Anterrefectorio, el ágape fraternal, una experiencia gastronómica de simbolismo monacal nos lleva a una celebración que involucra todos los sentidos y a todos los presentes, en una especie de compartir de las primeras comunidades, por otro lado, tan necesario en la actualidad. Mientras, una selección musical mística en el espacio de la Sacristía de la mano de Irene Ivankovà; una suerte de ensoñación sonora inmersiva creada a través de cadencias pausadas, sonidos sostenidos, grabaciones ASMR y elementos de alta carga sensorial y un inevitable halo místicio.