La industria energética pasó a manos privadas, dejando a sus trabajadores al pairo de los vaivenes de la economía y los abusos, cada vez más crecientes, en el ámbito laboral. Sólo quedó a salvo el sector terciario o de servicios, pasamos a depender del turismo, sector sometido a los vaivenes de la política monetaria, y política mundial y usufructuada por grandes empresas.
En estos treinta años, España ha estado en crisis económica intermitente, de eso saben bien los funcionarios, con los sueldos congelados en varias ocasiones y por periodos supra anuales. También lo sabe el trabajador dependiente, cuyo salario mínimo interprofesional apenas ha variado, mientras se disparaban los índices inflacionarios, y se encuentra entre los más bajos de los países de la UE, excluyendo a los de los países del Este. Todo ello, mientras surgían enormes fortunas y se acrecentaban las desigualdades.
Ahora cuando España supera ampliamente la tasa del 20% de desempleo y este ha adquirido una dimensión estructural, siguen sin acometerse las reformas necesarias para que esa población, todavía joven, tenga motivo para la esperanza. El Partido Popular, se ha plegado a las exigencias de los poderes financieros y ha endeudado hasta límites excepcionales a los españoles por generaciones, sometiéndoles a una mayor presión fiscal a pesar de las promesas.
Anabella Fernández-Labandera Ramos
Afiliada de UPYD en Toledo