Así lo demostraron, una vez más, en una fecha nada sencilla. Mientras Cuenca celebraba con fervor las fiestas de San Mateo, una pequeña representación de incondicionales decidió poner rumbo a Ciudad Real. El destino no era cualquiera: el mítico Quijote Arena, uno de los grandes templos del balonmano español, acogía un derbi regional cargado de historia y rivalidad entre el recién ascendido Caserío Ciudad Real y el BM Cuenca.
Allí, en las gradas multicolores manchegas, los colores conquenses fueron visibles una vez más. Su presencia fue una muestra de fidelidad, dejando claro que el amor por un equipo se mide, sobre todo, en esos gestos de sacrificio y en la entrega incondicional, incluso cuando el camino se vuelve difícil.