Opinión

Cementerio nuclear en Cuenca

Redacción | Viernes 30 de diciembre de 2011

Acabo de conocer la noticia de que finalmente Villar de Cañas albergará el cementerio nuclear de España. Tiempo habrá de debatir, tiempo habrá de que nos convenzan de que es una buena noticia, tiempo sobrado de que los partidos se enzarcen en sus discusiones que a nada conducen.

Para mí ahora es tiempo de emociones y sentimientos, y lo primero que me sale del alma es que TENÍA QUE SER CUENCA. Como no podía ser de otro modo, la última provincia de España, el farolillo rojo, la provincia desierta, el hueco en el mapa, la del chiste y el chascarrillo, la de la emigración, la del trasvase, la olvidada de todos y de todo, la periférica con Franco y ultraperiférica con la democracia, el punto en el que la raya de prosperidad que une Madrid y Valencia se pierde en el vacío.





Para eso va a servir el ferrocarril convencional que ha languidecido en esta tierra y que no se ha clausurado definitivamente porque era necesario para transportar los residuos nucleares. Para unos territorios el desarrollo y la prosperidad, para otros la basura y los efectos nocivos de ese desarrollo.

Tennía que ser Cuenca ahora que la energía nuclear desciende a los infiernos del accidente de Fukushima, cuya realidad y alcance nos servirán en cómodos plazos, igual que la realidad y el alcance del ATC.

Así despedimos el año. Tenía que ser Cuenca.

Claramente lo dice el portavoz regional que nos ha dado la buena nueva: “lo que sí dijimos y hemos mantenido es que este tipo de instalación no debía ubicarse en Guadalajara, al entender que esta provincia había sido ya lo suficientemente solidaria en esta materia”.

Me sale del alma ¿ES QUE CUENCA NO SE HA SACRIFICADO YA SUFICIENTEMENTE?

Feliz Año.

 

 

 

Jesús Neira Guzmán