Artículos de Opinión

Se nos ha ido Dorito

Redacción | Lunes 12 de agosto de 2013

Fallece el escritor conquense Heliodoro Cordente

El escritor conquense Helidoro Cordente falleció el pasado 24 de julio a los 64 años de edad. Cordente ha publicado numerosas novelas, ensayos y poemas. Conocida es su obra de investigación de la historia de Cuenca con obras como ´Cuenca marginada del siglo XVI´, ´Brujería y hechicería en el Obispado de Cuenca´, ´Guía de Cuenca ciudad´, Sonetos a Cuenca´, ´Recuerda Cuenca y la Ciudad Encantada´, ´Cuenca medieval (siglos IX al XIII)´, la biografía de ´Antonio Enríquez Gómez, alias D. Fernando de Zárate´, ´Ciudad celtibérico-romana de Contrebías en La Culebra´, ´Toponimia conquense´ o ´La morisca Beatriz Padilla´. También realizó varios ensayos sobre la tauromaquia conquense, las fiestas de ´San Mateo y la vaquilla´, de las que fue pregonero en el año 1998, y guías de información turística (Cuenca News y El digital CLM 24-7-13).

 

Se nos ha ido Dorito

 

El que la suya haya sido una muerte anunciada no resta gravedad a una pérdida tan dramática. Dorito fue uno de los historiadores más atrevidos que ha tenido Cuenca, un investigador que nunca claudicó ante el aislamiento y la postergación a que el caciquismo local lo condenaba. Tanto sus libros de investigación histórica, como sus inspirados artículos en la prensa local o los geniales poemas y coplillas que garabateaba sobre las barras de los bares, lo convirtieron en un personaje machadiano y costumbrista que aportó una savia joven a la decimonónica historia literaria de Cuenca.

Dorito nunca quiso renegar de su legendaria condición de torero, a pesar de que la tauromaquia haya perdido ya toda la condición mitológica que en otros tiempos le atribuyeron escritores de la talla de Lorca, Hemingway o pintores tan geniales como Picasso. Fue, sin embargo, el único torero con el que yo pude discutir, sin apasionamientos inoportunos y sin agrias disputas, sobre la absurda e irracional crueldad de las corridas de toros.

Dorito fue un bisturí descarnado contra esa Cuenca de “charanga y pandereta”, contra esa desidia, dejadez y conformismo que dominan desde siglos atrás a la población conquense. Denunció los crímenes cometidos por la abyecta Inquisición; la misma que en nuestros días sigue negando los “braseros” en que quemaba a los herejes. Se enfrentó sin miedo, como en su juventud lo hiciera ante los astados, contra esa sanguinaria institución que aun coletea en Cuenca y convirtió esta lucha en uno de los nortes de su obra literaria.

Dorito ha sido una víctima más de esa Cuenca feudal, de esa ciudad inquisitorial de impertérritos caciques, hipócritas sotanudos, políticos corruptos y sátrapas togados. Dorito denunció, como tantos otros hicimos, la nauseabunda corrupción que domina la ciudad, pero como a tantos otros nos ocurrió, su voz fue también aplastada. Con su pluma en la mano, Dorito peleó para que el racionalismo se impusiera en una ciudad que, inmersa ya en el siglo XXI, sigue en manos de un feudalismo retrógrado. La Cuenca que Dorito denunciaba, la ciudad que tanto amaba (y que, como a los fundadores de la Generación del 98, tampoco le gustaba) tiene ya su mármol y su día. No me cabe duda de que, mientras que los escritores adictos al régimen feudal que impera en Cuenca serán pronto olvidados, la obra literaria de Dorito es de las que perdurará en la Historia. Requiescat in pace, compañero Heliodoro.

 

Tomas F. Ruiz