Al Pairo

¿Urgente o importante?

Redacción | Viernes 03 de octubre de 2014

Hace apenas unos días, una ingeniosa y lenguaraz muchacha cumplía medio siglo de vida. Hija del mordaz humorista gráfico Quino, la célebre Mafalda se despachó siempre a gusto con la realidad social argentina; acaso no tan distinta de la nuestra. En una de sus tiras, la niña, al ver a un par de operarios trabajando en el subsuelo de su calle, les pregunta si están buscando «las raíces de lo nacional». Uno de los dos trabajadores le contesta: «no, nena, un escape de gas»; a lo que Mafalda apostilla: «Como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante».

 

Lo urgente y lo importante se entremezclan hoy en nuestra realidad nacional, casi desvaneciendo la cuestión cronológica. Septiembre, por ejemplo, se ha precipitado sin dejar mucho tiempo para distinguir, si es que es ello es posible, lo perentorio de lo sustancial. El mes empezó con la anual puesta en escena de la Diada, como de costumbre de un muy dudoso gusto estético que linda con las exhibiciones callejeras de los partidos totalitarios de la primera mitad del siglo XX. La bagatela de la “V” humana provocaría sorna y escarnio si no fuera porque nos va mucho en ello…sí, a todos.



 

La marea nacionalista estuvo adecuada y onerosamente publicitada por unos medios de comunicación públicos que parece que ahora indignan a algunos. En concreto, al grupo de emasculados periodistas catalanes que elaboraron un manifiesto en el que decían que «como profesionales no podemos engañar los ciudadanos dándoles propaganda en lugar de información. […] Todos nos pagan con sus impuestos, incluyendo aquellos que no se han registrado para ir a la 'V' que se convoca para el próximo jueves». Preocupados ahora por la disidencia quienes en años no han velado lo más mínimo por los intereses de la misma; quienes nada han hecho por denunciar los continuos abusos del régimen; quienes han sido piezas indispensables del engranaje de su maquinaria propagandística; quienes, en definitiva, de una u otra forma han estado insuflando desde dentro el nacionalismo. Y frente a los quejosos periodistas autonómicos que han vivido largo tiempo pastando en el presupuesto público, están aquellos que han adquirido prestigio en la profesión en el ámbito nacional. Es el caso de Julia Otero, la popular monfortina arraigada en Cataluña, quien por lo visto considera una «evidencia» el derecho a votar. Debe de pensar que ese derecho a voto es una idea clara y distinta de cuyo asenso no puede desprenderse su entendimiento. Bien, habrá que explicarle a la ínclita comunicadora que la evidencia no se halla nunca en la mente del sujeto sino en aquellos procesos operatorios en los que, tras suprimir todo elemento subjetivista o psicológico, se alcanzan cierto tipo de identidades. Durante mucho tiempo se consideró evidente que la Tierra era plana y que el Sol giraba a su alrededor, y hoy sabemos que eso es falso. Será entonces que aquello que en la mente de nuestros ancestros era evidente, en realidad no lo es.

La dichosa “V” estuvo trufada de caras conocidas, como la del futbolista Gerard Piqué, tan raudo en disfrazarse de patriota catalán como en ponerse la elástica de España cuando el seleccionador nacional lo convoca. Él dice que nada tiene que ver una cosa con la otra, que sólo es un equipo de fútbol…vamos, como si el equipo de su barrio jugara un Mundial cada cuatro año. Hay otros genios de las pelotas que se han pronunciado, porque en este país lo importante es opinar. Xavi Hernández, compañero de Piqué en el F. C. Barcelona y en la Selección española, sostenía hace pocos días que los catalanes «tienen todo el derecho del mundo a votar». El laureado futbolista ignora que el voto no es algo así como un derecho natural, inherente a naturaleza racional del hombre, sino un derecho positivo que contemplan algunas legislaciones de la totalidad de Estados existentes en el orbe. Claro, que seguramente habría que explicarle entonces al demócrata egarense la diferencia entre Derecho Natural y Derecho Positivo, cosa que nos llevaría muy lejos. Esa explicación bien podría ser extensible a los hermanos Gasol, quienes gracias a su talento para el baloncesto están amasando una considerable fortuna, precisamente en un país que empezó una feroz guerra civil cuando once de sus Estados (los Estados Confederados de América) quisieron independizarse. Quizá Marc Gasol aspire a convertirse en el general Lee con barretina.

 

Septiembre siguió su curso, entre lo urgente y lo importante, con la comparecencia de Jordi Pujol. El Molt Honorable déspota se comportó según lo esperado por quienes conocen a este redomado racista y no olvidan comentarios como el siguiente: «El hombre andaluz no es un hombre coherente. Es un hombre anárquico. Es un hombre destruido. Es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido un poco amplio de comunidad. De entrada, constituye la muestra de menor valor social y espiritual de España. Ya lo he dicho antes. Es un hombre destruido y anárquico. Si por la fuerza del número llegase a dominar sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña.» (Ideas extraídas de su libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña, páginas 65, 67 y 68) Con todo, este sujeto, tan corrupto en lo moral como en lo fiscal, recibió toda suerte de plácemes y miramientos por parte de los parlamentarios catalanes que debían interrogarle, así como la vergonzante genuflexión de los periodistas del terruño.

 

Septiembre acaba con una convocatoria de referéndum para la independencia suspendida por el Tribunal Constitucional, una sociedad soliviantada y un porvenir político incierto. Y es aquí donde emergen los ingenieros de puentes alegóricos. Uno de ellos es Pedro Sánchez, el actual prócer del socialismo español. Ignorado por sus compañeros catalanes, esos funámbulos del equilibrismo político que se pasean por el alambre ideológico respaldando la Ley de Consultas mientras siguen asidos a la delgada barra que representa el voto del emigrante de los sesenta, este empecinado galán de la rosa defiende que hay que tender puentes. El problema es que un puente, básicamente, es una construcción que tiene por objeto posibilitar el paso de un lugar a otro, es decir, unir o comunicar dos espacios distintos; pero España y Cataluña no son dos cosas distintas. Quizá debido a su acelerada carrera política, Sánchez todavía no haya tenido tiempo de estudiar a fondo las implicaciones lógicas derivadas de las ideas de todo y parte, sin las cuales entender esta última adversativa es un imposible. Será también esa falta de tiempo, o una estupidez oceánica, lo que le hace insistir una y otra vez en la solución federalista; otra cuestión contradictoria, ya que sólo tiene sentido hablar de un Estado federal en el momento mismo de su constitución, cuando cada uno de los elementos que se federan es un Estado autónomo y, por tanto, dotado de una soberanía que le es atributo fundamental. Que en absoluto ese es el caso de España, sí resulta algo evidente.

 

A quien haya podido pensar que no he querido dejar títere con cabeza, le diré que por desgracia quedan muchos otros títeres embarrando la peligrosa senda por la que transitamos hoy los españoles, acaso hacia el precipicio.

Francisco Javier Fernández Curtiella.