O yo soy un ingenuo -que lo debo ser a pesar de mis años- por creer en la legalidad constitucional, o muchos de los políticos que, además, elegimos, son unos falsarios. Y no voy a hablar ahora de tantos como últimamente, en contexto nacional, declaran su desacato a las leyes que no les convienen: tertulianos y columnistas los hay de sobra para opinar. Escribo de política municipal de Cuenca.
Desde lo que ya empieza a parecerme ingenuidad infantil, creo que cuando un candidato político, tras la celebración de unas elecciones, accede al gobierno de una Administración, deja de ser representante de su partido y se convierte en administrador de los intereses colectivos. Yo no voté al Sr. Mariscal, pero, constituido el Ayuntamiento, espero que también sea mi alcalde.
Pues bien, hasta ahora, de entre las decisiones adoptadas en el nuevo Ayuntamiento, solo reconozco dos con efecto práctico, y las dos creo que tienen un carácter sectario: consisten en deshacer, o rehacer, como PP lo que antes se proyectó cuando PSOE.
La primera se refiere a Carretería. Para que se sepa que ahora gobierna otro partido, el suyo, el nuevo gobierno municipal ha quitado la mitad del mobiliario puesto bajo el mandato de Juan Ávila, que, creo, era fábrica de la empresa municipal de maderas del propio Ayuntamiento y que, bien promocionado, pudo ser un aliciente publicitario para esa empresa pública cuyo déficit cubrimos los conquenses. No creo que se atreva a restablecer el viejo tráfico por Carretería. Tampoco que –desde un ayuntamiento que debe más de lo que recauda en un año- Ángel Mariscal pueda cambiar la calidad de los materiales de la calle. Le queda solo el argumento demagógico de pedírselo a la Junta, porque la gobierna el partido rival, y si no lo consigue –lo que también es posible porque la Junta tienen las finanzas igual de hipotecadas- jugar el papel de víctima.
Para hacer esta representación en este pequeño escenario local cualquiera valemos de actores. Incluso sin cobrar.
La otra decisión, más actual, y sobre la que me extenderé algo más, tienen que ver con la conmemoración del 50 Aniversario del Museo de Arte Abstracto Español.
Por mucho que busco en los acontecimientos célebres de Cuenca, no de 50 años, sino de muchos anteriores, y, lamentablemente, de los siguientes, no encuentro otro más afortunado. A Gustavo Torner habrá que reconocer en voz alta su labor de persuasión con Fernando Zóbel para que depositara en las recién rehabilitadas Casas Colgadas su colección de arte abstracto; colección que es, sin duda, la más importante de la pintura de vanguardia que se hizo en España en los años 50 y 60 del pasado siglo. Y alrededor de la figura de Zóbel – en la España franquista en la que los intelectuales buscaban privacidad en ciudades próximas a Madrid-, en Cuenca abrieron casa artistas como, además de Zóbel, Torner, Saura, Millares, Rueda, Antonio Lorenzo, Sempere y José Guerrero. También hay que recordar al alcalde que lo hizo posible, Rodrigo Lozano de la Fuente. Y a la Fundación Juan March, que a pesar de muchos imponderables sufridos por torpeza administrativa, mantiene la colección y la alimenta con nuevas exposiciones.
El 30 de junio de 1966 se inauguró el museo.
Un grupo de conquenses inquietos han creado la Asociación Cuenca Abstracta 2016. Pretende decirle a la Junta que, a imagen de las celebraciones sobre El Greco, Santa Teresa o El Quijote, Cuenca puede presumir, a los 50 años, de su excepcional colección de pintura. Pero, vaya por donde, el actual equipo de gobierno quiere difuminar esta efeméride asociándola con los 400 años de la procesión Camino del Calvario, y los 20 de la declaración de Cuenca como patrimonio de la humanidad. Y, además, bajo la gestión de la Fundación de Cultura, que controla políticamente.
Cualquiera sabemos que en materia de publicidad el mensaje debe ser único, claro y directo: una vez Quijote, otra Greco y otra Santa Teresa. En tropelía no funciona.
Sobre la declaración de Cuenca Patrimonio de la Humanidad, nos basta con alegrarnos de que aquello se consiguiera. Pero veinte años no es nada, como cantó Gardel, y, además, no estamos para tirar cohetes. El Casco Antiguo se sigue degradando, los barrios de transición están irreconocibles y la ciudad nueva es un amasijo de ladrillo impersonal. Para ver el esfuerzo consistorial sobre la ordenación urbana de Cuenca, basta con recordar que el vigente Plan General es de 1996 –puestos a conmemorar, también se podría celebrar la efeméride-, adulterado con chiquicientas modificaciones puntuales. Y que el Plan Especial del Casco Antiguo es de 2000 y le sucede ídem de lo mismo. O sea que, más allá de celebraciones en clave local, esto no da más juego.
Sobre los 400 años de la procesión Camino del Calvario –y aceptando, por aceptar, el rigor del dato- digo lo mismo. En Cuenca se asocia a las turbas y los turistas todavía vienen a ver la procesión de los borrachos. No es mucho lo que se puede promocionar fuera de la ciudad sobre esto, y si quedara algo, hermandades y muchos hermanos hay, con sus cuotas y las subvenciones que ya reciben, para hacer su propia promoción.
En 2016 tenemos la ocasión excepcional de publicitar en el mundo entero que en el edificio que es el icono de Cuenca, las Casas Colgadas, tenemos, tal vez, la mejor colección de arte abstracto de los años 1950 y 1960. Si se singulariza el mensaje, además de añadir promoción a las antes llamadas Casas del Rey, con su identificación con esta ciudad, atraeremos visitantes aficionados a la pintura, de lo que, además, tenemos otras colecciones dignas de asociar a la promoción.
Pido al Sr. Mariscal, mi alcalde, y también al PSOE si los tiene, que se deje de sectarismos y apoye a esa asociación civil que con especial clarividencia supo adivinar que 2016 es un año para publicitar la Cuenca Abstracta, y nada más.
Joaquín Esteban Cava