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Ismael Carvallo:  “Desde México se mira mucho a España, pero más que un espejo, lo que se ve es un espejismo”

Ismael Carvallo: “Desde México se mira mucho a España, pero más que un espejo, lo que se ve es un espejismo”

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 14 de abril de 2012, 01:43h

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Ismael Carvallo Robledo, filósofo mexicano, asesor de Marcelo Ebrard -alcalde electo de Ciudad de México integrado en el Partido de la Revolución Democrática-, conductor del programa de televisión Plaza de Armas (http://www.plazadearmas.tv/debate.htm) y activo colaborador de diversas revistas internacionales, ha pasado por España y ha dedicado parte de su preciado tiempo a realizar esta entrevista para cuencanews, que se desarrolla antes de su partida hacia Oviedo, donde impartirá una conferencia y grabará un programa de televisión.




A finales del siglo XVIII, el conquense Fermín José Fuero viaja a Chiapas para hacerse cargo del obispado que ocupara Las Casas al que Bolívar llamó, en su Carta de Jamaica, «Apóstol de la América» ¿Qué le sugiere el nombre de Chiapas?

Su pregunta remite inevitablemente al movimiento de insurgencia neo-zapatista que, hace casi 10 años, se convirtió en referente mundial. En varios países de Europa (España, Italia, Grecia) produjo verdadero furor. Aún hoy en día sigo cruzándome con españoles o italianos que lo primero que hacen es preguntarme sobre el Sub-comandante Marcos o sobre el zapatismo. No hay manera de agarrar eso por ningún lado. El neo-zapatismo es el resultado de dos tendencias generales: por un lado, es la resultante de los movimientos de guerrilla que, a partir de los 60, se afianzan en el sur del país (Guerrero, Chiapas), en las montañas, literalmente; por el otro, y aquí está la clave de su corrupción y deriva política desde mi punto de vista, el neo-zapatismo pasó a ser el referente de lo que suele llamarse «nuevos movimientos sociales» (anti-globalización, anarquismo, indigenismo, antropologismo, etc., etc.). Al pasar de una estrategia política de corte marxista-leninista (y, si se quiere, incluso guevarista) a la retórica social, ética y emancipatoria, el zapatismo ha terminado por ser una caricatura de sí mismo, han perdido la perspectiva del Estado y del poder del Estado.


¿Qué papel ha jugado la Iglesia o las iglesias en este y otros movimientos revolucionarios?

La iglesia católica es una institución muy compleja, es un complexio oppositorum, como suele decirse, en donde una variedad de corrientes y vectores ideológico-políticos co-existe en una dialéctica muy característica. Aquí la teología de la liberación y el protestantismo son fundamentales. El indigenismo y el neo-zapatismo no se entiende al margen de estas dos corrientes y de los clericales revolucionarios. Se da un escenario interesante y paradójico: quienes consideran que el neo-zapatismo es un movimiento de izquierda ignoran que en esa vena anarquista que lo recorre vascularmente lo que hay es agua bendita, es agustinismo político: es la sociedad civil contra el Estado. La relación entre la teología de la liberación y la Iglesia católica es la misma que, por ejemplo, se dio con los albigenses. Es el anarquismo frente al Estado, Bakunin contra Marx, porque, atención, Marx sabía siempre, como buen hegeliano que era, que el Estado es la figura fundamental de la historia y de la política.


Entiendo que percibe al indigenismo como una amenaza para la nación mexicana.

A ver, no solamente para la nación mexicana: el etnologismo es una amenaza para toda nación política. Y este es un argumento jacobino, pero, otra vez, la supuesta «izquierda» de los movimientos sociales de la que te he hablado ya no puede ver esto. Es un problema tremendo: se ha perdido la escala del Estado (del estado nacional) para entender la política. Si tú lees a Maquiavelo, a Hegel, a Marx o a Lenin, sabes que estás leyendo a hombres que hacían política o que sabían lo que era la política y el poder del Estado. Pero ahora lo que se lee es basura metafísica e ideológica, orientada más a cuestiones éticas, psicologistas, de identidad, de cultura. Tú ya no puedes hablar de política con un activista de los movimientos sociales, mucho menos con un indigenista.


Dado que el problema de la indefinición de la actual y autodenominada izquierda afecta a toda  Hispanoamérica, ¿qué puede decir de los dos grandes referentes izquierdistas: Venezuela y Cuba?

El problema fundamental es que no se ha procesado, al nivel de una teoría de la política, de la historia y del Estado con la potencia y sistematicidad necesarias, el colapso de la Unión Soviética en tanto que realización histórica de lo que fue el socialismo real, de la izquierda real. Tenemos entonces a regímenes como el cubano o el venezolano que conjugan esa retórica de los «movimientos sociales» (anti-globalización, indigenistas, indignados, etc.) con la necesidad operatoria del ejercicio del poder del Estado. Entonces, el maniqueísmo anti-yanki que con facilidad se aprecia en cualquier manifestación anti-globalización afecta a un régimen como el de Chávez  para llevarlo a alianzas geoéstratégicas con el mundo islámico (como ocurre en el caso del Irán de Ahmadinejad). Pero, claro, si se pierden los referentes marxistas o materialistas, es imposible enterarse de que el Islam o el indigenismo son incompatibles con el más elemental esquema de racionalidad crítica objetiva y política. En definitiva, si como fruto de procesos revolucionarios los regímenes cubano o venezolano tienen un cierto grado de legitimidad histórica, nada garantiza que no se pierda el rumbo ni que, peor aún, sus dirigentes incurran en decisiones imprudentes y catastróficas.   


¿Qué papel juega España en este tablero ideológico-político?¿Se mira México en el espejo español?

Pues sí, se mira mucho a España desde México, pero más que un espejo, lo que se ve es un espejismo. España vendió al mundo hispanoamericano lo que yo he llamado el mito de la transición democrática. Para quienes han tenido interés en promoverse como paladines de la democracia (Felipe González, analistas o ideólogos españoles) lo que ocurrió en el 78 fue un proceso exitoso y lleno de glorias épicas. Pero para mí es un proceso completamente errático y condenado al fracaso histórico. La clave del problema es el maniqueísmo izquierda-derecha desde el que se interpreta la guerra civil y el período posterior. La socialdemocracia del PSOE ha querido situarse como heredera de la República, y ha querido hacer de los republicanos derrotados un grupo de corderos democráticos y tolerantes, ignorando, desde su miseria ideológica que les impide hablar de Stalin o de Marx, que detrás de los republicanos estaba trabajando también el estalinismo, la dictadura del proletariado. Y no es que esté yo contra Stalin, mi posición no es liberal, es materialista, dialéctica y, sobre todo, realista en términos políticos. Pero en todo caso, yo creo que la miseria está tanto en el PSOE como en el PP, los dos son presas de la ideología sublime de la democracia y el diálogo, y no tienen agallas políticas ni entereza ideológica para defender la unidad nacional de España y están sometidos a los separatismos, cuyas raíces ideológicas son completamente racistas y reaccionarias, igual que el indigenismo. Pero son tan indoctos que piensan que hablar de la nación española es hablar de Franco o de José Antonio nada más, olvidando todo lo que pasó y se quiso resolver, desde ambos lados del Atlántico, en las Cortes de Cádiz hace dos siglos. Pero en México tampoco se entienden las cosas a esta escala: para México sólo hay dos cosas: la derecha y la izquierda, el PP y el PSOE. Todo lo demás queda en las sombras. No se entera nadie en México de que el PSOE fue la continuidad del franquismo bajo otras morfologías.


Pese a todo, las relaciones entre Hispanoamérica y España siguen siendo importantes. Tanto en el terreno ideológico como en el político, y parafraseando a Lenin: «¿Qué hacer?».

A mí me parece que hispanoamericanos y españoles estamos ante un proceso dilatadísimo de escala universal, de historia universal. De manera general, a los americanos nos educan (me refiero a las coordenadas globales para interpretar nuestras historias nacionales) a despreciar el pasado virreinal mal llamado colonial. Imagino que en España puede que ocurra algo que, si no es idéntico, puede apuntar hacia la misma dirección: despreciar el pasado imperial español considerándolo como una aberración de la historia. Pero si unos y otros despreciamos el pasado común, terminamos en un complejo y en un autodesprecio tremendo. Lo que hay que hacer es desmontar ese complejo. Mirar la historia dialécticamente, entender la escala de la partida que se jugó desde el siglo XVI y no despreciar eso: tomarlo con estoicismo.


¿Hay algo más que quisiera añadir para finalizar esta entrevista?

Pues sólo añadiría algo que puede servir para ejemplificar las relaciones entre España y América. Es una anécdota que cuenta José Vasconcelos en sus memorias. Cuando residía en España, por ahí de los años 30 del siglo pasado, tuvo ocasión de acudir a un evento de carácter hispanoamericano, con escritores e intelectuales. Ahí estaban Valle Inclán y Unamuno. Cuando habló el primero, dijo que, claro, el español era la lengua en la que escribía pero que, en realidad, su lengua materna era el gallego. Unamuno hizo lo propio, afirmando también que, aunque escribía en español, y aunque fuera ésta la lengua que nos hermanaba a unos y otros, su lengua materna era el vascuence. Vasconcelos cuenta entonces la extrañeza que le produjo todo esto, al oír a españoles reproduciendo el complejo eterno del que aquí hemos hablado. Entonces, cuando llegó su turno para hablar, se levantó y les dijo lo siguiente: «¿Pero va a tener que ser un mexicano el que tenga que decir en España que su lengua materna es el español?». Algo así creo que me pasa, a casi ya cien años de haber pasado Vasconcelos por aquí. Y no digo esto porque me crea yo Vasconcelos, lo digo porque el problema de España sigue irresuelto, y eso definitivamente no puede dejar de concernir a América, porque así como España hizo a América, América ha hecho también a España.


 

Iván Vélez

Ismael Carvallo Robledo

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