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Circos y círculos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
viernes 01 de mayo de 2015, 23:50h

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Desde sus orígenes, el circo se ha vinculado esencialmente a un espectáculo lúdico, de esparcimiento, recreo o solaz, aunque el mismo vocablo puede referirse también de un modo coloquial a lo confuso, a lo desordenado o a lo caótico. Coloquialmente pues, voy a calificar de «circo» el I Encuentro Podemos Espiritualidad, celebrado este pasado mes de abril en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Madrid. El encuentro en cuestión fue concebido como una reunión de expertos en seudociencias del espíritu y terapias alternativas en la que se pretendía responder a cuestiones tan enjundiosas como la aportación de la espiritualidad en la «construcción de una sociedad plenamente laica, justa y democrática». Entre sonidos de cuencos tibetanos, danzas del mundo, tai chi, yoga, algunos mantras -y un «silencio meditativo» que entiendo que no llegó a producirse–, teólogos, psicopedagogos, economistas, escritores y politólogos presentaron los salutíferos valores que la espiritualidad tributa a nuestra sociedad. El maestro de ceremonias fue Juan Carlos Monedero –espiritualista en todo lo ideológico, aunque muy «materialista» en lo financiero–. El reconocido escapista fiscal se erigió, pues, en jefe de pistas de tan entretenido e hilarante circo. ¡Pasen y vean!

 

 

No sé qué opinaría la «Discípula del silencio» Alicia Martínez, a la que los organizadores invitaron como ponente (nótese aquí la paradoja y contengan la risa, si pueden), pero me parece que lo sustancial del encuentro se halla en la idea misma de espiritualidad. Esta idea puede ser abordada desde dos enfoques distintos; bien como desligada por completo de los hombres, en tanto que característica particular de los «espíritus puros», que son «inteligencias separadas» (conforme a la Disputación XXXV de Francisco Suárez, titulada La sustancia inmaterial creada), o bien como estrecha e indisolublemente unida al hombre, más allá de cualquier existencia que la metafísica haya tenido en consideración desde sus inicios. Así, toda actividad separada de la manipulación directa de los cuerpos físicos enaltecerá al hombre y lo diferenciará de los animales. Este segundo enfoque, en el que lo «espiritual» caracteriza y dignifica al hombre, fue el que sin duda predominó en el I Encuentro Podemos Espiritualidad. Sin embargo, no parece que las ecuaciones diferenciales o las funciones trigonométricas, aun siendo actividades alejadas de la manipulación corpórea, fueran asunto de este circo. Más bien diría que sólo se tuvieron en cuenta aquellas actividades religiosas o místicas que anhelan alcanzar una íntima conexión entre el hombre y la divinidad. Estas actividades, estas «vivencias internas», implican la sustantivación de la espiritualidad como un único fenómeno, como una única manifestación de la interioridad del hombre, aun cuando en realidad confluyen en ella elementos completamente heterogéneos. De este modo, una ceremonia vudú, la mikve judía, un mantra budista, la oración de yuma en el Islam o el observancia de las palabras del apóstol Pablo: «antes bien sed llenos del Espíritu» (Efesios 5:18), por poner sólo algunos ejemplos, son todas expresiones de un mismo fenómeno, de una misma y genuina vivencia espiritual, que de por sí es siempre cierta y cargada de valor. Raquel R. Otero, una de las portavoces del Círculo Espiritualidad (ligado a Podemos) explicaba la razón de ser de su agrupación como una búsqueda de «valores comunes» que permitan «construir subjetividad humana en el movimiento», y con ello «ganar en espiritualidad». La confusión y el desorden circense se ponen de manifiesto sin ambages, como una grosera contradicción que pretende unificar lo esencialmente diverso, dando existencia efectiva al Espíritu. Señores y señoras, ¡es el más difícil todavía!

 

En otro orden de cosas, que el impulsor y patrocinador de este I Encuentro circense haya sido un partido político como Podemos no disipa en absoluto la confusión. De Podemos se ha dicho que son una extensión el populismo bolivariano, unos marxistas humanistas al modo de Gramsci, unos postmarxistas al estilo de Ernesto Laclau, los herederos del Frente Popular, unos filibusteros al abrigo del gran movimiento anti-sistema, o sencillamente una nueva generación de comunistas que poco o nada han leído a Lenin. Sea como fuere, y al margen de la abrumadora colección de contradicciones que anidan en el seno de la formación, considero que la etiqueta idónea es la de fundamentalistas de la Democracia. Su sustrato ideológico consiste en una idea pura de democracia, sostenida por la supuesta existencia de una «voluntad popular», en función de la cual ha de discernirse la conveniencia, eficacia o bondad de cualquier acción política. Es bueno lo que es democrático, y es democrático lo que quiere la voluntad popular. He aquí otro malabarismo circense fetén. Alguien debería explicarles a los distinguidos intelectuales de Podemos que a menudo la democracia linda con la demagogia (Aristóteles) o se identifica con la tiranía (Rousseau).

Por lo demás, la dificultad de clasificar ideológicamente a esta formación tal vez obedezca a una estrategia implícita de disimulo orientada a concitar el mayor número de votantes posible. O quizás sea el resultado de esa vidriosa organización en cientos de círculos concéntricos, definidos como «lugares de bienvenida, de suma y de extensión (…) para construir la unidad popular y ciudadana, contra el empobrecimiento y el secuestro de la democracia». Ellos sostienen que cada círculo quiere ser «un lugar de diálogo y colaboración» que propicie en conjunción con los demás círculos «una mayor democracia y justicia (…) una mayor humanización social y personal, un mayor amor y libertad». Cada círculo, por tanto, representa un jirón de utopía, un retazo de cosmovisión, un andrajo de ideología, cuyo núcleo o centro no siempre es coincidente con el del resto de círculos, razón por la cual este sistema de organización está condenado a la desaparición. Y es que concentrar –es decir, reunir en un mismo centro o punto– cientos de círculos con distintos centros (incluyendo el fabuloso Círculo Espiritualidad), como respuesta a una idea de Democracia que carece por completo de sentido (por metafísica), resulta algo que sólo es posible al calor de la carpa de un circo.

 

Francisco Javier Fernández Curtiella.

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