Con un palmo de narices. Así se debieron quedar los que creían que a Sánchez le iba a pasar como al asno de Buridán, que por no saber decidir entre dos sacos de comida, murió de hambre. Ya puestos, la fábula estaría más cerca del inmovilismo de Rajoy, pasado de moda y a la espera de que lleguen los productos de la nueva temporada. ¿Será moda de hombre o de mujer? En el segundo caso, seguramente venga en tallas pequeñas.
Frente a la soberbia de Podemos, cada vez menos tolerada, Sánchez eligió la mesura de Ciudadanos, cada vez más cotizada. Una clara estrategia ganadora (win-win) pues si le sale bien será investido, algo muy poco probable, pero si le sale mal saldrá reforzado. Partido a partido, y no tanto programa a programa, el líder socialista está construyendo una imagen de malogrado corredor de fondo que, sin tropezar, consigue que su trote, lejos de ser cochinero, sea tan corto como firme. Esquivando puñaladas en casa y sorteando manzanas envenenadas desde fuera, Sánchez ha conseguido que en él veamos las trazas presidenciales que, como la bruma, abandonan por segundos a Rajoy. Vísteme despacio, que tengo prisa, parece querer decirnos con cada paso que da. El beneplácito de las bases a sus maniobras de negociación es otro claro ejemplo que refuerza ese halo de poder, que no de autoridad impuesta, que hemos de reconocerle. Más allá de ver el vaso medio lleno o medio vacío por el alto índice de abstención -poco menos del 50%- el apoyo ha sido evidente.
Entre aquellos momentos en los que el PP decía que Sánchez pactaría con quien fuera para ser presidente y las declaraciones que aseveran que el pacto con Ciudadanos no sirve para nada, media una argucia a largo plazo que dará con nuestros huesos, si las sorpresas no lo evitan, en unas nuevas elecciones. De hecho, podríamos decir que a efectos prácticos ya estamos en periodo electoral.
Podemos, mientras tanto, pierde fuelle y se refugia en echar balones fuera y barrer para casa. La culpa es de otros, que no quieren el cambio, dicen como si hubieran acuñado la palabreja y todo lo que no esté con ellos queda fuera de lo bueno, lo bello y lo verdadero. Útiles argumentos fueron en su momento, pero muy poco madurados a la luz de un periodo de pactos donde, con sus líneas rojas, ponen sobre la mesa su intransigencia. ¿Cuántos votantes de izquierdas perderán por no haber sabido tener, irónicamente, mano izquierda con sus condiciones?
Ciudadanos apuntala su carácter de centro y el PP, para variar, viéndolas venir. Pero, no se equivoquen, que su jugada ya está preparada desde hace tiempo y sin duda no han dicho la última palabra. Como en una buena partida de ajedrez, estos tipos no se limitan al turno vigente. En elecciones, como en la vida misma, hasta el rabo todo es toro. ¿O acaso pensaban, por el título de estos párrafos, que mi indignación ya había pasado los límites del decoro?
José Luis González Geraldo.
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