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Pilar Ruipérez desnuda el alma conquense en un Pregón profundo, ejemplo de fe y sentimiento nazareno
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(Foto: S. Valverde)

Pilar Ruipérez desnuda el alma conquense en un Pregón profundo, ejemplo de fe y sentimiento nazareno

sábado 24 de marzo de 2018, 04:02h

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Un Pregón sencillo, como una parábola, como una oración. Un Pregón profundo, ejemplo de fe y de sentimiento nazareno. Un Pregón lleno de vida que pone el foco en lo fundamental: la Semana Santa como manifestación de fe, como hito religioso central en la vida del católico conquense. Así ha sido el Pregón que la periodista Pilar Ruipérez, jefa de Nacional de Noticias Antena 3, ha ofrecido en la noche de este Viernes de Dolores en la antigua iglesia de San Miguel, como preámbulo a la Semana de Pasión de la capital.

El antiguo templo, con el Santísimo Ecce-Homo de San Miguel en el lugar presidencial, se presentó ante la Pregonera lleno a rebosar. Las intervenciones previas de Pilar habían despertado mucha expectación, y la periodista no defraudó. El acto, conducido con tino y buen gusto por la periodista de Castilla-La Mancha Media Carmen Acedo, contó con una primera parte musical en la que actuaron, de forma impecable como acostumbran, el Coro del Conservatorio, dirigido por Pedro Pablo Morante, y la Banda Municipal de Música de Cuenca, dirigida por Juan Carlos Aguilar. Al Pregón asistieron, acompañando al presidente de la JdC, Jorge Sánchez Albendea, a la Comisión Ejecutiva y a la Junta de Diputación de la institución nazarena, el alcalde de Cuenca, Ángel Mariscal; el presidente de la Diputación Provincial, Benjamín Prieto; el delegado de la Junta en Cuenca, Ángel Tomás Godoy; el obispo de la Diócesis, monseñor José María Yanguas; la subdelegada del Gobierno en Cuenca, Lidón Lozano; y el subdelegado de Defensa, Ángel Cantera; entre otras autoridades.

“Tengo la inmensa alegría de presentarme aquí esta noche como pregonera de la Semana Santa de Cuenca. No tengo suficientes palabras de agradecimiento a las Hermandades que han querido concederme este privilegio. Gracias a la Esperanza y al Ecce Homo de San Gil por hacerlo posible, y al cariño con el que he sido acogida por la Junta de Cofradías” arrancaba una visiblemente emocionada Pilar, quien aseguraba en los primeros compases de su Pregón que “me habéis distinguido con el mayor de los honores al que puede aspirar todo conquense amante de su semana nazarena”.

Pilar, que tuvo un cariñoso recuerdo para todos los pregoneros, y sobre todo, pregoneras anteriores – con especial mención a Paloma Gómez Borrero por haber sido compañeras de profesión y de Pregón – hilvanó su Pregón en forma de descripción del alma conquense, que no es otra cosa que un alma nazarena que vive por y para su Semana Santa todo el año. Y lo hizo, como buena profesional y como católica que es, de manera brillante, sencilla y breve: con las palabras justas. Sin adornos ni alharacas. Apelando únicamente a la autenticidad de un sentimiento que no por repetido cada año pierde vigencia ni validez.

De la infancia

Los niños, el alma infantil, tuvieron especial protagonismo en un Pregón que nos devuelve a la senda de la honestidad y que demostró que no es necesario el exceso ni lo rimbombante para cantar la Semana Santa. “La Semana Santa de Cuenca se explica también así, desde el impulso que nace del corazón de un niño – afirmaba Pilar – Aquí nacemos, crecemos y envejecemos con la Semana Santa. Estamos fuertemente ligados a ella con un hilo invisible trenzado por la fe y las tradiciones”. Ese hilo nazareno fue tejiendo también de sentimientos, vivencias, reflexiones y recuerdos el Pregón de Pilar. Mostrando, en fin, el alma de la ciudad: “Se dice que un pueblo tiene un alma que le da vida y, desde luego, si alguien quiere conocer el alma de Cuenca tendrá que venir en Semana Santa. No se termina de conocer esta ciudad y a sus gentes si no se conoce su Semana Santa” afirmó.

“Aquí desde muy pequeños aprendemos que el Señor entró en Jerusalén montado en una borriquilla. Todos conocemos a San Juan Evangelista y sabemos quién era la Verónica, aquella mujer valiente que limpió con un velo el rostro de Jesús y cómo Jesús se lo agradeció dejándole el recuerdo de su Santa Faz” desgranó Pilar, pintando con sus palabras el lienzo del verdadero significado de la Semana Santa. “También sabemos que un Cireneo ayudó a llevar la cruz a Jesús. Incluso, nos resulta familiar la expresión Ecce-Homo, aunque sea latín. Sabemos guardar silencio el Viernes Santo porque es el día en que murió el Señor en la cruz; queremos consolar a su Madre y por eso vamos a la ermita de la Virgen de las Angustias”, relató, llenando San Miguel de Semana Santa, de una Semana Santa “que nunca dejará de sorprendernos, de emocionarnos, de conmovernos, por muchos años que la hayamos vivido”.

Y es que en Cuenca “nos llenamos con los mismos sonidos: el redoble de tambor que marca el inicio del cortejo, el golpe seco de las horquillas y el estruendo de la madrugada del Viernes Santo; nos empapamos de sensaciones: el olor a cera y a flores, el brillo de las tulipas que serpentean por las calles en cuesta del casco antiguo, el frío de principios de primavera” evocó Pilar, para recordar que “en Cuenca los Misterios de la Pasión salen de sus iglesias”, propiciando que “la ciudad misma se convierta en un templo, una catequesis en plena calle que empieza el domingo de Ramos con la procesión del Hosanna y termina el Domingo de Resurrección con la del Encuentro”.

Diez reflexiones para la Pasión

“Deseo tener la fe de los niños para acompañar a Jesús a lo largo de la Semana Santa. Quiero tener esa alegría inocente” pedía Pilar en su evocación del Domingo de Ramos, ese día de palmas y Hosanna en Cuenca en que el Señor se manifiesta por primera vez a la ciudad. “Me gusta unirme a la muchedumbre que acompaña al Señor que recorre la ciudad aclamado como verdadero rey, pero sin la arrogancia de los poderosos, sino como es Jesús, que une en sí la grandeza de un Dios y la humildad de un siervo” reflexionaba Pilar, ante un público emocionado con su Pregón en forma de oración nazarena.

Con la fuerza de la Palabra representó Pilar el Lunes Santo, el día en que “la luz de los hachones ilumina a Cristo que pasa por nuestras calles, se para a las puertas de nuestros templos y nos regala, a ti y a mí, palabras de Amor y Perdón”. La Pregonera eligió la sobriedad que le es propia a la Semana Santa de Cuenca para hablar del Martes Santo, así como la cooperación que debe ser bandera del trabajo de todas las hermandades: “Cuando veo salir al Jesús de Medinaceli de San Felipe entiendo lo que significa la expresión ‘arrimar el hombro’. Los que contemplamos la escena nos mantenemos en vilo por el esfuerzo que hacen los banceros al acarrear el paso por una escalera tan estrecha y empinada. Cuando terminan, me dan ganas de aplaudir... pero me contengo. En Cuenca el silencio es el mayor de los reconocimientos” apuntaba una certera Pilar.

La dignidad de sabernos hijos de Dios, encarnada en el Ecce-Homo de San Miguel, centró las palabras que Pilar dedicó en su Pregón al Miércoles Santo. “Dios hecho hombre. La corona de espinas y una caña por cetro que le hace rey de burlas. Los soldados han desatado su ira contra el rey de los judíos al que han azotado hasta dejar su cuerpo llagado desde la cabeza hasta los pies” evocaba, con el Santísimo Ecce-Homo a su espalda. “Dios hecho hombre, semejante a millones de hombres y mujeres de hoy que son víctimas de la traición de Judas, de la dispersión cobarde de otros discípulos, de la negación de Pedro. Víctimas de la indiferencia, a veces en forma elegante y presuntuosa de Pilato, otras al modo grosero de los soldados que se juegan sus vestiduras” relataba. “Y, a pesar de todo, cuando miramos el rostro desfigurado de Jesús reconocemos en Él la gloria de Dios. El Ecce-Homo nos devuelve la dignidad de hijos de Dios”.

Unidad, fraternidad, comunión y comunidad evocaron las palabras de Pilar al describir el conquense Jueves Santo de Paz y Caridad, el día del Amor Fraterno que en Cuenca encarna en madera. Para la Pregonera “esa manera única de llevar los pasos solo puede explicarse por el espíritu de sacrificio o de penitencia de los banceros. El madero se clava, y de qué manera, hasta lo más profundo. Pero el valor de la solidaridad se sobrepone a todo, porque hay que aguantar con dignidad todos juntos hasta el final”. Y es que “si solo suenan dos horquillas es que el paso avanza como es debido. Un golpe al unísono alternándose a cada paso. Entonces se siente el suave vaivén de las imágenes. Todos metiendo el hombro y con un sexto sentido para adecuar el paso a las marchas procesionales. Es una bella coreografía”. Una coreografía que muestra, sin embargo, un sentido mucho más profundo: “Llevar una imagen sobre las andas con tanta solemnidad es un reto que sólo se consigue en equipo. Las motivaciones son muy diversas: tradición familiar, amistad, una promesa. Pero hay algo en lo que todos coinciden: los banceros están unidos en el cariño y la veneración por su imagen. Es una cuestión de fe, personal y colectiva”.

Con San Miguel entregado a sus palabras, a su emoción, a su voz, Pilar inició el Camino hacia el Calvario. “El Viernes Santo es el poder del silencio roto por el sonido de Las Turbas. Un día rico en emociones. Cuando los pasos del jueves se encierran a la luz de una luna inmensa, la noche en vela prepara un amanecer entre el retumbar de tambores y alaridos de clarines. El instante en el que el Jesús de la Mañana surge bajo el dintel de la puerta de El Salvador es indescriptible” afirmó. Y pareció que el templo se llenaba de clariná y redoble. “Toda la violencia, toda la injusticia humana recae sobre los hombros llagados del Jesús, todo el desprecio de los hombres tienen eco en los tambores y los clarines. Se entiende el peso de la Cruz en cada paso del Jesús. Ajenos al qué dirán, el Cireneo y la Verónica nos devuelven la dignidad. Nos recuerdan que hay otros cristos que nos esperan en el camino, que también necesitan de nuestra ayuda” reflexionó Pilar en su Pregón hecho parábola.

“Los Cristos nos hablan del perdón, del que nosotros los cristianos nos podemos prescindir” recordó Pilar. Y se volvió San Miguel mediodía y Calvario para contemplar la primera conversión de la historia del cristianismo, la de Longinos, apuntada por Pilar. Al igual que en el Viernes Santo conquense, las palabras de Pilar hicieron caer la tarde en San Miguel, para el paso del Yacente: “El Yacente pasa flanqueado por los miembros de la Guardia Civil, con el tricornio a la espalda en señal de duelo; le acompañan los caballeros del Santo Sepulcro y las damas de luto y mantilla. Nuestra Señora de la Soledad y de la Cruz nos muestra la hora más siniestra. Es la culminación de la Pasión. El silencio se oye más que nunca”.

Sin embargo, en San Miguel la Palabra floreció en los labios de Pilar, en los compases finales de la Pasión y Muerte del Señor. “Como pregonera de este año he tenido la gran suerte de poder anunciar la recuperación de la procesión del Sábado Santo. Mi enhorabuena a la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores y las Santas Marías” recitaba Pilar, para asegurar que “es todo un acierto que su recorrido concluya en la Vigilia Pascual de la Catedral. Las mujeres van al sepulcro donde Jesús estaba enterrado y ven que su Cuerpo no está. Un Ángel les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está la Virgen con los Apóstoles y les dan la gran noticia: ¡Ha resucitado!

Y es que la Resurrección que da sentido a todo lo otorgó también al Pregón de Pilar, pues en la Resurreción llegó en fin la culminación y ese terminar de desnudar su alma nazarena: el alma nazarena de toda una ciudad. “Antes de concluir, permitidme una última reflexión. Pienso en mis padres que, como hicieron con ellos sus padres, me han enseñado con su ejemplo ese sentido de la vida que se expresa en cada Domingo de Resurrección. Reconozco aquí que si me echo a la calle cada Semana Santa es para disfrutar con las procesiones, pero lo hago también para reivindicar quien soy, de donde vengo y donde quiero llegar. Cuando parece que se impone lo relativo, las medias verdades o la pura mentira, la resignación por un mundo que siempre va a peor, yo quiero reafirmarme en mis creencias y en mis tradiciones, que me indican todo lo contrario. Creo que Jesús nos sale al encuentro en nuestra maravillosa Semana Santa y, por eso, me pondré mi túnica, mi capuz y volveré a poner mi pequeña contribución con la luz de mi tulipa”.

El público congregado en San Miguel, emocionado, rompió en aplausos con las palabras finales de Pilar Ruipérez, siendo consciente de haber vivido uno de los pregones más hermosos, reflexivos y edificantes de la Semana Santa de Cuenca.

Dos hermandades, una misma fe, un mismo amor

Especialmente emotivas fueron las palabras que Pilar dedicó a sus dos hermandades: la de María Santísima de la Esperanza y la del Santísimo Cristo de Ecce Homo de San Gil. “Yo tengo que reconocer que soy hermana de la Esperanza gracias a mi hija María. Ella también quiso salir en este paso antes que yo. Como ven, en mi familia se produce este fenómeno curioso por el que las tradiciones pasan de hijos a padres. Yo se lo agradeceré siempre, porque gracias a mi hija desde hace años acompaño a Nuestra Señora y me emociono con esos momentos especiales como cuando la banda de cornetas y tambores le rinde honores bajo los Arcos de la Plaza Mayor” dijo sobre la Esperanza del Martes Santo.

“El Jueves Santo, que según me enseñaron en casa es el día de Amor Fraterno, es para mí el día en el que el alma está colmada de Semana Santa. Es uno de esos tres días en los que, si brilla el sol como dice el refrán, Cuenca tiene una luz especial. San Antón bulle a las cuatro de la tarde cuando sale la procesión de Paz y Caridad. Dejo de ser nazarena de acera para vestir la túnica morada del Ecce Homo de San Gil. Vivo la procesión desde dentro, con ojos de capuz” se sinceraba Pilar Ruipérez. “Me espera un largo recorrido y pienso que la procesión es como la vida misma, con sus altibajos, con momentos dulces cuando la música acompaña y otros más desalentadores cuando el frío helador atenaza pies y manos, cuando el camino se complica. Pero resulta reconfortante comprobar que cuanto más empinada es la cuesta o más pronunciada la curva, mayor es el afán de superación del nazareno conquense”.

Pilar, que se describía como nazarena “al lado del Ecce Homo, un busto, un paso pequeño” aseguraba que “me basta con su mirada. Ojos suplicantes que miran al cielo cuando parece que todo está perdido. Me pregunto si somos nosotros los que acompañamos a Jesús o es Él el que se pone a nuestra altura. Dios mismo ha querido sufrir para levantarnos”. El alma nazarena conquense vibraba con las reflexiones de Pilar Ruipérez.

Y es que, el alma nazarena de la Pregonera, ese alma nazarena conquense que ha desnudado este Viernes de Dolores en San Miguel, se resume en una frase: “Cuando me preguntan adónde me voy de vacaciones yo siempre espondo lo mismo: “A Cuenca”. Y además lo explico. A mis amigos, a mis compañeros, les digo que no me busquen en ninguna playa, en ningún país, en ninguna otra ciudad que no sea Cuenca. Porque yo no me voy de vacaciones de Semana Santa. Yo vivo la Semana Santa. Yo necesito estar en Cuenca en Semana Santa”.

Un Pregón, dos reivindicaciones

El Pregón de Pilar Ruipérez fue esencialmente católico y comprometido con el cariz religioso de la Semana Santa y con la fe, pero también encontró momento para la reivindicación y defensa de lo nuestro. Lo hizo principalmente en dos puntos: el agradecimiento a todos aquellos nazarenos que propiciaron, con su trabajo, la recuperación de la Semana Santa tras la Guerra Civil, y con la defensa de las señas de identidad que le son propias a la Semana Santa de Cuenca.

“Es la fe la que nos lleva a una costumbre encomiable y también singular: El reconocimiento a los nazarenos que ya visten la túnica celestial, cuando el paso que ha marcado sus vidas se vuelve hacia los balcones donde sus familiares agradecen el gesto sin palabras, por aquellos que tanto lucharon por nuestra Semana Santa. El brillo de nuestras procesiones de hoy ha costado mucho esfuerzo. En estos años muchas Hermandades celebran el 75 aniversario de la hechura de sus sagradas imágenes. Tenemos una deuda impagable con nuestros padres y nuestros abuelos. Ellos levantaron la Semana Santa de la nada. Supieron recuperar lo esencial entre otras cosas porque carecían de recursos para todo lo accesorio” recordaba Pilar, para añadir que “Nuestra obligación hoy es la estar atentos a los detalles porque, ahora sí, lo esencial parece asegurado. Aunque nunca hay que bajar a guardia. Muchas veces depende, sobre todo, de la actitud individual de cada nazareno. Si ponemos lo mejor de nosotros mismos el éxito está asegurado” porque, como bien apuntó Pilar “tenemos además el mejor escenario de los posibles: una ciudad Patrimonio de la Humanidad”.

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