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De Leópolis (Ucrania) a Cuenca: la infancia rota despierta la solidaridad
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De Leópolis (Ucrania) a Cuenca: la infancia rota despierta la solidaridad

Por Lorena Mayordomo | EFE
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 05 de marzo de 2022, 00:47h

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Tres jóvenes mujeres ucranianas y sus hijas de 7, 8 y 10 años han recorrido más de 3.300 kilómetros arropadas por la solidaridad de los conquenses para llegar este viernes hasta Cuenca, ciudad Patrimonio de la Humanidad, igual que la suya, Leópolis, de donde huyeron hace menos de una semana por la invasión rusa.

Vira, de 23 años, Yuliya, de 34, junto a su hija Evelina (7) y Nataliia de 32 con Solomiia (10) y Llilia, quien ha cumplido 8 años este 4 de marzo han sido recibidas a la entrada de la capital conquense sobre las 17.30 horas de este viernes por algunos de los conquenses solidarios que han realizado aportaciones económicas en los últimos días para poder traerlas a España.

Allí estaba también Halina, ucraniana de 56, residente en la ciudad de Cuenca desde hace más de dos décadas y abuela de la más pequeñas de las niñas.

Agradecida de “corazón” y entre lágrimas, Halina ha relatado a Efe que nunca olvidará lo que han hecho por su nieta, su nuera y las otras mujeres de su país unos conquenses “buenos”.

Decenas de micro aportaciones en pocos días gestionadas a través de [email protected] han contribuido a pagar sus billetes de avión con destino Madrid desde Varsovia (Polonia), a donde llegaron el pasado domingo tras 37 horas de espera para poder cruzar la frontera.

El 25 de febrero, cuando la invasión y las bombas llevaban 24 horas rompiendo Ucrania, salieron en autobús de la ciudad que les vio crecer, dejando allí a sus padres y maridos.

Halina relata, apenada, que su hijo, de 34 años, ha tenido que quedarse en Lviv (Leópolis), la sexta ciudad más poblada de Ucrania, al oeste del país, donde bajan a los sótanos cada vez que oyen las sirenas.

“Al menos quiero salvar a mi nieta”, narra Halina desconsolada, mientras recuerda que hasta hace una semana llevaban allí una vida normal; su nuera como profesora de Informática en un colegio, por ejemplo.

Pero han tenido que recorrer más de 3.300 kilómetros para escapar de la guerra y llegar a una ciudad, donde “rezarán y rezarán” para que sus compatriotas puedan sobrevivir, mientras reclaman una y otra vez la paz.

“Y que pague Dios a todos los que nos han ayudado en España”, agrega Halina, en relación a las decenas de conquenses que han permitido abrirles la puerta de la esperanza y del paréntesis en una vida nueva que inician ahora en un piso de alquiler.

Algunos de los impulsores de la iniciativa, sobre todo familias con niños, les han recibido entre aplausos y con dos carteles en los que se podía leer en ucraniano “Bienvenidos a España. Bienvenidos a Cuenca” junto a las banderas de los dos países.

Y con una tarta de cumpleaños y unos pequeños regalos, mezclados entre el agradecimiento, la sonrisa de Evelina abrazada a su abuela, y el desconcierto de Solomiia y Llilia al llegar a un país nuevo sin entender el idioma y por qué la sin razón de una guerra les ha robado su vida y su infancia.

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