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Roberto Esteban Duque: “Para el transhumanismo el ser humano debe ser extraído de la naturaleza para poder ser libre”
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Roberto Esteban Duque: “Para el transhumanismo el ser humano debe ser extraído de la naturaleza para poder ser libre”

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 19 de noviembre de 2022, 10:00h

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El ser humano debe ser superado. Esta es la idea central del transhumanismo, que defiende que mediante desarrollos tecnológicos el ser humano podría ser algo distinto y superior, un cyborg, una entidad mezcla entre algo cibernético y un organismo. El punto de partida de los planteamientos transhumanistas considera que el ser humano encuentra dentro de sí un deseo constante de superación, así como una capacidad, aún por explorar, para desarrollar todas sus potencialidades

La postura moral con respecto al mejoramiento del filósofo oxoniense Nick Bostrom, uno de los escritores trans­humanistas más mediáticos y prolíficos, consiste en poner como principio estratégico la consecuencia de los fines que comparte toda la humanidad y que son los que define el transhumanismo: supresión de las limitaciones físicas, aumento del bienestar y eliminación del sufrimiento causado por enfermedades o la muerte.

Una de las consecuencias más relevantes del desarrollo cibernético será la descorporeización de la razón, puesto que el razonamiento ya no era exclusivo del cuerpo humano sino que podría ser reproducido y copiado fuera del cuerpo por cualquier máquina inteligente. La imagen del cerebro como una computadora, que es herencia de la cibernética, muestra la descorporeización del ser humano.

La transferencia de la razón fuera del cuerpo humano es una característica de un mundo donde lo humano convive al mismo nivel con los agentes no humanos, pues ambos son valorados por su capacidad de recibir y procesar información. Descorporeizar la razón fue un logro entusiasta para muchos científicos que no cesan de buscar aún hoy la creación cada vez más perfeccionista de la inteligencia artificial. El gran sueño y promesa de la información es que puede ser liberada de las limitaciones materiales del mundo mortal. Marvin Minsky expresó este sueño cuando sugirió que muy pronto sería posible extraer las memorias humanas del cerebro e importarlas a un disco de computadora.

Una excelente reflexión sobre esta cuestión se encuentra en la novela de Greg Egen, Transition Dreams. Las cuestiones de fondo que en ella se plantean son la identidad y continuidad del ser del individuo. En este relato, una persona que va a morir acepta transmitir todos los contenidos de su cerebro biológico a un cerebro electrónico, que permanecerá instalado en un robot. Con ello, la persona seguirá viviendo, aunque de un modo muy distinto. No será un ser humano como los demás, pero seguirá siendo, seguirá existiendo. Por otra parte, en su nueva vida electrónica, esa persona tampoco se verá afectada por la enfermedad, el dolor físico o la muerte. La obra recoge, en consecuencia, buena parte de las promesas transhumanistas.

Para Roberto Esteban Duque, autor de Nostalgia de futuro, el transhumanismo se sustenta en una antropología materialista de raíz empirista por la que se concibe al hombre como algo puramente material sin ningún espacio para la realidad metafísica o trascendente. Para el transhumanismo, lo humano debe quedar erradicado. En sí misma, la naturaleza del ser humano es su condena. Piensa nuestro autor, en una obra sintética y ponderada, de gran calidad e interés científico y divulgativo, que en el transhumanismo puede verse la búsqueda de la cultura ilustrada europea, que sostiene la creencia de que el ser humano debe ser extraído de la naturaleza para poder ser libre. La libertad humana debe ser sustraída del orden de la naturaleza para poder realizarse plenamente.

El cuerpo es visto como indigno para vivir, porque lleva escrita la palabra muerte. Se constata así que la vida, el ser, no depende del cuerpo y debe ser desligada del mismo para poder seguir siendo al margen de él. Para el sacerdote, hay un dualismo manifiesto que entiende que la corporeidad es una condena de la naturaleza, una alienación. El trasfondo transhumanista es el de la cultura occidental, una cultura hedonista donde se considera que una vida con dolor, fracaso o enfermedad, no es digna de ser vivida, un modelo bioético utilitarista donde se supone un deber moral la eliminación de toda forma de sufrimiento en el género humano cuando ya no existe «calidad de vida

El moralista Esteban Duque mantiene que el objetivo del transhumanismo no es otro que liberar al ser humano de su propia condición humana con una postura tecnologicista que otorgue a la ciencia un carácter salvífico capaz de cancelar toda confianza fundada en la tradición, las costumbres y la naturaleza, superando las limitaciones humanas mediante el desarrollo de una tecnología que mejore las capacidades humanas. Este objetivo, sin embargo, deviene distópico cuando el futuro que evoca empeora el presente que descarta, recayendo en una suerte de totalitarismo que privilegia a los emancipadores y margina a quienes, en atención a sus convicciones y sentido común, se resisten a abandonar la comprensión teleológica de «lo natural»; cuando somete tiránicamente a sus imposiciones colectivas a quienes, por razones económicas, sociales o culturales, han avanzado menos en la senda del progreso tecnológico.

Su vertiente más atractiva nos muestra personas provistas de todo tipo de prótesis con las que suplen carencias, pero con las que también potencian capacidades o incluso se dotan de otras nuevas. También nos habla de una poderosa inteligencia artificial, con capacidad de decisión autónoma, puesta al servicio de nuestro bienestar. Pero a nadie se le escapa su lado oscuro: vidas humanas biotecnológicamente configuradas al gusto de terceros; quimeras formadas por elementos animales y propiamente humanos; o inteligencias artificiales rebelándose contra los humanos.

El futuro transhumano es inexorable: el maridaje entre el ser humano y la tecnología será cada vez más íntimo. Hasta el momento solo alcanzamos a ver sus ventajas sin reparar que caminamos junto al abismo. Si ese acelerado desarrollo tecnológico se sigue sustentando sobre el espíritu de la abstracción, sobre la matematización de lo real, llegaremos a un «mundo feliz», que es lo contrario a un mundo en que merezca la pena vivir. Ahora bien, si el desarrollo tecnológico se empezara a concebir y diseñar como una herramienta al servicio de las necesidades más básicas de los grupos más vulnerables, el futuro podría ser prometedor.

Partiendo de estos presupuestos, el teólogo Esteban Duque señala que se desencadenan tres efectos perversos: estimar cualquier deseo como igualmente valioso (e igualmente irrelevante); considerar que la existencia humana no tiene otro sentido que la satisfacción ilimitada de los deseos; y convertir la tecnología, una vez la realidad ha desaparecido disuelta en un océano de datos organizados matemáticamente, en la proveedora universal de esos deseos. El efecto final es la liquidación del ser humano concreto y la perpetuación de las desigualdades por obra del tecnocapitalismo.

La ciencia moderna se ha presentado con una concepción hostil sobre la naturaleza. La ciencia moderna nace así como una verdadera declaración de guerra a la naturaleza. Desde una antropología personalista, que asume nuestro autor, uno de los elementos más importantes de la persona es su dignidad radical, una dignidad que le confiere un valor absoluto y que se convierte en fundamento de cualquier derecho del hombre.

La persona está necesitada del encuentro con los demás; es espiritual y corporal; capaz de alcanzar la verdad; beneficiaria de una libertad capaz de autoposesión y autodeterminación; destinada a un fin trascendente. Por otro lado, el ser humano posee unas evidentes limitaciones de carácter ontológico (como el tiempo y el espacio), pero también limitaciones psicológicas (sueño, desajuste emocional), biológicas (envejecimiento, enfermedad y muerte), debidas e indebidas.

Cuando el poshumanismo pretende superar las limitaciones en el ser humano parte de la base de que todas las limitaciones físicas o psicológicas constituyen un mal, y a la vez que todos los males pueden reducirse a limitaciones del mismo orden. Sin embargo, el mal moral no puede reducirse a una limitación física o psíquica. Un hombre sano física y psicológicamente puede cometer las mayores estafas sin ni siquiera pensar en las consecuencias que eso pueda tener.

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