www.cuencanews.es

Carta abierta al universitario novato

Por Redacción
x
localcuencanewses/5/5/16
domingo 02 de septiembre de 2012, 23:48h

google+

Comentar

Imprimir

Enviar

El primer día que pisé una universidad, no hace demasiado tiempo pero sin llegar a ser ayer, tuve un profesor que rompió el hielo con la siguiente frase: “Enhorabuena, son ustedes unos afortunados”. Su discurso versaba sobre el prestigio que suponía iniciar el camino de la educación superior y cómo ésta nos abriría las puertas de un futuro lleno de oportunidades.

 

Poco más de una década después, y viendo las cosas desde el otro lado de la barrera, estoy tentado de inaugurar el presente curso académico tal que así: “Lo siento, son ustedes unos desgraciados”

Desgraciados porque no puedo miraros a los ojos y mentir descaradamente prometiendo ese mismo glorioso futuro que hoy se nos escapa de las manos. ¿Cómo asegurar que tendréis lo que hoy a muchos se nos niega?


Desgraciados porque habéis pagado más por menos: aumento de matrícula con aumento de alumnos por aula y reducción del número de profesores. Si las cosas siguen por este camino, vuestra educación será doblemente falsa: no será educación, sino mera instrucción, e irrisoriamente podría nadie defender el calificativo de “superior”. De la educación superior estamos llegando a una instrucción avanzada que pospone y reduce, como si de un embudo se tratara, el número de parados reales. Cuanta más gente esté estudiando a tiempo completo, menos estarán buscando trabajo.


Desgraciados porque a vuestro lado tenéis unos profesores cada vez más desmotivados, machacados, presionados e infravalorados. Los recortes nos fuerzan a dar más clases a más personas y, por lo tanto, a dedicar menos tiempo para cada asignatura y a cada alumno. A todo ello hay que sumar la investigación, verdadera moneda de cambio académica para los que queremos seguir siendo “profesores” (que no investigadores) universitarios. Pese a que la educación superior siempre ha sido una institución transformadora, estamos llegando a un punto donde en la universidad, como en el resto de las instituciones educativas formales, la educación casi llega a estar prohibida e, irónica y paradójicamente, sube de precio.


Desgraciados porque la situación que estáis sufriendo no tiene ni repajolera gracia y, por si fuera poco, descargamos sobre vuestros hombros la responsabilidad final de enmendar los errores que hemos cometido. Mientras, los que gobiernan marean la perdiz con medidas ineficaces e incluso contraproducentes. ¡Esa sí que es una herencia digna de reproche! No sé cómo no se nos cae la cara de vergüenza.


Desgraciados… que sin embargo tenéis las ganas y la fuerza de seguir aprendiendo día a día para cambiar este maltrecho mundo. Que consideráis que la educación es el motor de futuro necesario donde comienzan los cambios, y no una forma de producir mano de obra cualificada. Que en silencio, y prestando atención, nos pedís ayuda para avanzar, pues sabéis que nadie es autosuficiente. Que con esfuerzo y constancia nos demostraréis día a día que ninguna crisis puede parar el progreso, y que el futuro será lo que vosotros queráis que sea. Que veis en el horizonte un utópico e inalcanzable objetivo a perseguir y, por ello, no dejáis de ir tras él aun sabiendo que nunca será conseguido plenamente.


Desgraciados idealistas, locos que han dejado de ser bajitos, trastornados jóvenes que, como nosotros un día, creéis que podéis cambiar el mundo.
Y podéis… sin duda podéis. Por eso os presto mi más sincera ayuda como profesor. Yo también quiero formar parte del cambio. Vosotros, y no mi carrera como académico, sois mi principal prioridad; en vuestras manos está que el futuro sea un lugar mejor en el que vivir. Si para salvar mi cuello profesional he de sacrificar el vuestro, nada tiene sentido y no merecería llamarme profesor… o mejor aún: maestro.


Realmente no sé si sois afortunados o desgraciados, pero de una cosa estoy seguro: yo sí soy afortunado de poder contribuir a ofreceros una verdadera educación superior y por ello os digo: “Enhorabuena, son ustedes unos desgraciados… ¿en qué puedo ayudarles?”.


Bienvenidos a la universidad. Espero que, entre todos, hagamos de estas cuatro paredes un lugar de encuentro y crecimiento intelectual que, con el tiempo, deje un poso imborrable que haga aflorar una sonrisa de nostalgia y satisfacción; entonces estaremos seguros de haber alcanzado la verdadera esencia de la educación.


La función está a punto de comenzar, ¡mucha mierda para todos!, la vamos a necesitar.

 

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios