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De superhéroes y villanos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 25 de noviembre de 2013, 00:26h

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En el anterior artículo de esta sección confesaba mi honda preocupación por la inexistencia de líderes políticos adecuados para dirigir los cambios que la sociedad necesita. Al menos si queremos salir del pozo de podredumbre en el que nos encontramos. Hoy me propongo discutir frívolamente en qué consiste el liderazgo observando a los idealizados personajes que, sin duda, representan su máxima expresión: los superhéroes.

Dejando de lado la estrafalaria indumentaria que suelen llevar: calzoncillos a la vista, mallas fluorescentes, etc., dato que nos serviría para señalar su gran autoestima (ande yo caliente, ríase la gente), quisiera empezar por señalar el origen de estos utópicos señores. Si nos fijamos, caeremos en la cuenta de que muchos de los superhéroes que conocemos llegan a convertirse en lo que son porque son los elegidos, sin más. A Spiderman le muerde una araña radiactiva, Harry Potter fue  estigmatizado desde su más tierna infancia por culpa de la marca del innombrable, etc. Vamos, que la moraleja en este caso nos empuja a pensar que para ser líder lo único que tenemos que hacer es cruzar los dedos para que el destino, o algún otro endiosado hado, mensajero de Dios sabe qué dios, nos señale de alguna forma. Craso error, estimados lectores; todos podemos ser líderes, pero para ello hay que currárselo. El trabajo duro, la constancia en nuestro esfuerzo, perseverar sin apuñalar, saber ser y estar… son características que nos ayudarían a entender porqué un día, en el momento menos esperado, aquellos que te rodean quieren que tú, y no otro, les lidere.

No obstante, lo reconozco, es vital estar en el lugar adecuado en el momento preciso y con la idea necesaria. Pero de nada servirá si, cuando se presente la ocasión, no se poseen las competencias necesarias para ser cabeza, no de turco, sino de equipo. Hasta el más pardillo, si se lo propone y la suerte le sonríe, en ese orden, puede llegar a demostrar dotes de mando y, en el fondo, cambiar la realidad. No es tarea fácil (recordemos las palizas que sufre el bisoño Kick-Ass, gran ejemplo de resiliencia) pero tampoco imposible. De hecho, existen locos idealistas que con mayor o menor éxito (y cordura) circulan libremente por nuestras calles con el ánimo de hacer el bien. Si no me creen les animo a visitar esta página www.reallifesuperheroes.com o a googlear sobre el enmascarado y nada estilizado Superbarrio Gómez. De aquí al “superantihéroe” hay un paso que evito por no extenderme demasiado.

Esta última reflexión nos lleva a preguntarnos, ¿qué papel juega el líder, el superhéroe, en todo esto? Creo que fue Tagore quien dijo: “Qué fácil es empujar a la gente, y qué difícil guiarles”. El líder nato no fuerza la situación, su carisma y atractivo basta para que queramos seguirle hasta el mismísimo infierno por pura confianza. Pero, ¡ojo!, no siempre quien da la cara ha de ser a la fuerza el verdadero artífice del cambio. Pensemos en Batman, un superhéroe ciertamente atípico, pues no posee extraordinarios superpoderes sino una ingente cantidad de dinero que altruistamente gasta en timbartescos vehículos y gadgets a la última. Vestido de cuerazo, nuestro enigmático murciélago sale cada noche a salvar la ciudad cuando en realidad hay una persona que desde las sombras hace que su tarea sea posible. No, no me refiero al imberbe Robin sino al sabio Alfred. Él, simple mayordomo sin bombones, tiene todo a punto para que Bruce Wayne pueda dedicarse a sus affaires sin preocupaciones adicionales. Es cierto que Batman da la cara y corre los peligros, pero sin el estoico Alfred no sería más que un loco adinerado con posibles complejos freudianos. Es aquí cuando entra en escena el concepto de “liderazgo servidor”, donde uno alcanza el poder no para aprovecharse en beneficio propio, sino para sacrificarse por el bien común.

Y no olvidemos a los 4 Fantásticos, a cada cuál más molón. Sus poderes son la repera, por supuesto, pero su gran fuerza radica en su unión. Desde un punto de vista gestáltico podríamos afirmar que el todo es mucho más que la suma de las partes. Los vengadores, los X-Men, la Liga de la Justicia, Dark Avengers y Watchmen, entre otros, nos recuerdan que quizá sea conveniente no creer ciegamente en un líder, sino en el grupo que sabe repartir eficientemente responsabilidades. Al anterior liderazgo servidor hemos de unir el concepto de “liderazgo distributivo”, donde el liderazgo no es poseído exclusivamente por un sujeto, sino que se comparte en función de las circunstancias y la tarea. ¿Cómo aceptarlo cuando nuestro sistema electoral nos obliga a elegir un líder al que votar y aceptar el “paquete” de secundarios que con él viene asociado?

No podría acabar sin señalar la curiosa necesidad de enmascararse. Por vergüenza, por humildad o por necesidad de escapar a la ley, todo superhéroe que se precie oculta su rostro para no ser conocido, pues lo importante para él no es salir en la foto de turno (a mi mente viene la significativa fotografía de la inauguración de cierta rotonda en Granada) sino cambiar la realidad. Lidere quien lidere, y sin importar cómo lidere, siempre quedará en segundo plano, alejado de los focos y de la efímera y traicionera fama. Cuando se le necesite, allí estará para dar lo mejor de sí mismo y no por salir en los papeles con una esperpéntica y sardónica sonrisa de hiena.

Pero, ¡oh, cruel destino!, toda moneda tiene su cruz. El héroe siempre suele tener un punto débil. Kriptonita que, tocando suelo, hoy sería más acertado concretar en el paralelepípedo “sobre”. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad, bien lo sabe Spiderman, y del héroe al villano, como del amor al odio, sólo hay un paso cuyo nombre es “Ética”. Es curioso cómo el lenguaje nos traiciona, ¿se han fijado que la antítesis del superhéroe se identifica con las clases menos favorecidas? El término “villano” se asocia inmediatamente a alguien ruin, descortés e indigno, pero otra de sus acepciones, la más lógica quizá, es la que hace alusión al humilde vecino de una villa o aldea, con el noble o hidalgo como contrapunto. Jugando a las dicotomías podríamos caer en la falacia de creer que, por regla de tres, sólo las clases altas son dignas de pertenecer a la categoría de superhéroes y, por tanto, sólo ellos han de dirigirnos. No puedo pensar en mayor error de apreciación y más fatídica realidad. Sobre todo cuando algunos de los buenos (Spiderman o Kick-Ass) son de clase humilde, y no menos malvados (Duende Verde y Pluma Roja, respectivamente) nadan en la abundancia. Sin embargo, Batman e Ironman sirven de excepción. Este último es un caso peculiar de presumido y prepotente héroe que nos anima a pensar si el fin justifica los medios.

En fin, Serafín, cerremos estas superadjetivadas líneas concretando los mensajes alcanzados. 1) El líder no nace, se hace, 2) El líder no se sirve, sirve, 3) El líder no es, son, 4) El líder no parece, aparece y, por último, 5) El líder no es villano, pero el villano también puede ser líder. El día que un político presente estas características no me importará que se enfunde en licra barata o gaste brillante antifaz. Tendrá mi voto. Para fantoches, los que ya tenemos. Mientras tanto, creo que iré a la Comicteca para poder seguir fantaseando con mi (e)utópico mundo donde, pase lo que pase, antes o después, ganan los buenos y los malos reciben su merecido.

 

José Luis González Geraldo

Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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