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Ditirambos al relativismo

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 01 de diciembre de 2012, 00:27h

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Ocurre frecuentemente en nuestra actualidad que la vorágine de sucesos noticiables en la que nos vemos inmersos obliga a los medios de comunicación a establecer un rígido orden de prioridades. Este orden corre un tupido velo, asaz intencionado muchas veces, tras el cual se ocultan cuestiones nada baladíes. Hoy me propongo dar unas pinceladas, acaso gruesas, sobre una de ellas.

En las últimas semanas hemos sabido que la Comunidad Europea ha puesto veto a una moneda de dos euros eslovaca que llevaba la imagen de sus santos patronos San Cirilo y San Metodio. Asimismo, que ciudades como Bruselas o Kokkedal (Dinamarca) van a retirar de sus calles símbolos cristianos que hagan referencia a la Navidad, al objeto de evitar, dicen las autoridades, “ofensas”. Ya es de dominio público que algunos barrios de Copenhague y Ámsterdam, de mayoría musulmana, se han declarado bajo la estricta observancia de la sharia (ley islámica), creando una policía moral que vele por el cumplimiento la misma. Si nos remontamos un poco más en el tiempo no será difícil recoger noticias similares; baste recordar aquella mujer musulmana condenada a muerte por un tribunal islámico en Valls, Tarragona, en 2009, las diatribas del célebre imán de Fuengirola, las incendiarias reacciones ante las caricaturas de Mahoma publicadas por el periódico danés Jyllands-Posten o las múltiples polémicas en varios países europeos por el uso del hiyab en las escuelas. Los últimos no son, pues, episodios aislados, sino el reflejo de una nebulosa ideológica que tiene su asiento en un relativismo cultural heredero de la Antropología iniciada en el siglo XIX como disciplina científica.

 

 

No es éste el lugar idóneo para emprender un análisis pormenorizado de todos los conceptos implicados en la evolución de dicha disciplina, pero sí conviene señalar que el relativismo cultural debe entenderse necesariamente desde el siguiente supuesto: las Culturas son totalidades o conjuntos cerrados cuyas partes están vinculadas entre sí sucesiva o simultáneamente. Dada su incomunicabilidad, resultante precisamente del hecho de estar completamente cerradas, las Culturas han de interpretarse siempre desde un plano de igualdad. De ahí, y al amparo del multiculturalismo de relumbrón y del irenismo infantil, al consabido lema “todas las culturas tienen el mismo valor”. La furibunda apología de estos planteamientos conlleva de rondón un severo reproche para quienes no se avengan a los mismos: son rancios etnocentristas; léase aquí intolerantes, intransigentes, retrógrados o similares. Casi como en uno de aquellos ditirambos griegos en loor de Dioniso, quienes reivindican una identidad sustancial de las Culturas entonan una recalcitrante monserga que suena, aproximadamente, como estas palabras del actual decano de la Facultad de Filosofía de Barcelona: “[definiendo multiculturalismo] Es respetar la diversidad cultural pero salvando todo lo común que haya que salvar, es decir cubriendo unos mínimos de convivencia que no sean contradictorios con el respeto a la riqueza de cada cultura, de cada grupo, comunidad, nación,…” (en www.farodevigo.es). Esto supone que cada Cultura, sólo por el hecho de serlo como una totalidad cerrada, debe ser respetada, esto es, valorada en un plano de igualdad. Pero, ¿quién decide lo que hay que “salvar”? ¿Convivir dónde y bajo qué normas? ¿Y qué me dicen de eso de “la riqueza de cada cultura”? Lo dicho; nebulosa.

 

El relativismo cultural es, a mi juicio, inasumible. ¿Estoy con esto planteando una imposibilidad de convivencia entre culturas? Sí, siempre que por “Cultura” se entienda lo anteriormente señalado. En concreto, lo que de hecho existe es una incompatibilidad absoluta entre elementos o componentes culturales que sólo puede ser resuelta o despejada desde un ordenamiento jurídico de referencia, esto es, desde un contexto o marco determinado. Pondré sólo un ejemplo para no extenderme más de lo debido: el componente cultural que consiste en la mutilación genital femenina, al margen ahora de consideraciones éticas o morales, está en nuestro ámbito y a efectos prácticos castigado por los distintos códigos penales europeos. Éstos, en tanto que garantes positivos de la pervivencia de nuestras sociedades políticas (Estados), no pueden albergan en sus textos contradicciones tales como permitir y no permitir simultáneamente la ablación del clítoris (o la poligamia y la monogamia) en aras de un multiculturalismo misérrimo y pueril. Deben estar definidos, y nosotros con ellos.

 

A la luz de los episodios expuestos, ¿están entonces amenazadas nuestras sociedades políticas? Hay que distinguir primeramente entre estar amenazado y estar en peligro. Me serviré de otro ejemplo en este punto, acaso muy simplón: una amenaza de lluvias no supone siempre un peligro (de inundaciones). Es un hecho que nuestra civilización ha recibido y recibe amenazas, pero dependerá de nosotros hacer que éstas no lleguen representar un serio peligro a la postre; habrá que estar, pues, al pairo de estas informaciones que asiduamente quedan relegadas a un segundo o tercer plano.

 

Francisco Javier Fernández Curtiella

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