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Educación y adoctrinamiento

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 31 de marzo de 2013, 23:55h

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Que dos y dos son cuatro es algo ideológicamente impepinable. No obstante, mientras que es relativamente fácil encontrar ejemplos de enseñanzas asépticas, la educación de las personas implica, necesariamente, la aceptación de una determinada jerarquía de valores que no siempre encuentra un claro consenso de mínimos compartidos. Bajo este razonamiento, la enseñanza neutra existe, pero para los asuntos del alma, "educación neutra" es un oxímoron tan evidente como lo es la expresión “silencio atronador”. La enseñanza es íntima amiga de la episteme (conocimiento exacto), pero la educación ha de convivir, inextricablemente, con la doxa (opinión).

Por eso me ha hecho tanta gracia la iniciativa de las nuevas generaciones del PP de Castellón. Bajo los eslóganes “Me quieren adoctrinar” y “Que no te líen”, animan a los alumnos a denunciar, anónimamente y por e-mail, a los profesores adoctrinadores. “Nos oponemos a la imposición de ideas e ideologías, y creemos en una educación neutra e imparcial”, dicen en su web. Bien por la primera afirmación, la suscribo completamente. Mal por la segunda. No existe la educación neutra y, de existir, queda reducida a mera enseñanza.

 

Juguemos un poco con las palabras. Profesar consiste en declarar abiertamente la fe. Conforme la palabra daba consistencia a la profesión de profesor, la fe daba paso a los conocimientos. Nuestro error consiste en creer que lo que se siente y lo que se sabe puede separarse quirúrgicamente a la hora de educar. El profesor abre su alma al alumno, y ésta nunca es apolítica. Queramos o no, nuestras vidas están políticamente contaminadas. Al comentar la cita de Rousseau: “Si cada uno pudiese leer en el corazón de los otros, serían muchos más los que desearían bajar que los que desearían subir”, inevitablemente he de dar mi juicio al respecto.

La educación tiene un claro objetivo, el perfeccionamiento integral del ser humano, como especie y no sólo de manera individual. Quien diga lo contrario presentará ante nosotros un sucedáneo imperfecto de la educación: instrucción, entrenamiento, formación, preparación, etc. El adoctrinamiento es sin duda una de las más peligrosas perversiones que podemos encontrar. Ahora bien, ha de entenderse correctamente dónde termina la libertad de pensamiento y expresión, tanto de alumnos como de profesores, y dónde empieza el adoctrinamiento. Me pondré como ejemplo para llegar al meollo del asunto.

Todos mis alumnos saben de qué pie cojeo. No es un secreto ni un misterio. Lo saben porque desde el primer día me muestro tal y como soy. No escondo lo que pienso, ni lo que siento, porque creo que al compartirlo establecemos un clima agradable y sincero de enseñanza-aprendizaje. Una relación de confianza en la que nuestro afán de perfeccionamiento está por encima de creencias ideológicas. Comparto mi verdadero yo, y espero la misma moneda a cambio. Mil y una veces les animo a pensar, a debatir, a llevar al límite cualquier razonamiento para darnos cuenta del absurdo de los extremos. Les pido que no me crean, que me refuten y alcancen sus propias conclusiones combinando lo que trabajamos en clase con lo aprendido en otras asignaturas, con otros profesores, con otras visiones de la vida. Les confieso que no creo que nadie esté en posesión de la verdad, como absoluto, sembrando respeto. Les recuerdo, en definitiva, que si el curso acaba con una clase llena de alumnos que reproducen mis pensamientos, habremos fracasado. Todo ello lo hago desde mi compromiso ideológico, pues no puedo, ni quiero, dejar de ser quien soy. La libertad de cátedra me ampara, aunque admito que todo es mucho más fácil al convivir con estudiantes universitarios; es evidente que la edad es un factor clave en todo este asunto.

Vacunar al educador contra sus opiniones y creencias puede convertirlo en un tecnócrata sin alma. Mataría su pasión como la quimioterapia anula el sistema inmunológico. ¿Quién quiere tener un maestro así?, ¿puede realmente ir más allá de la enseñanza y alcanzar una verdadera educación? La solución contra el adoctrinamiento no reside en esconder las ideas, sino en aceptar las de aquellos que no coinciden con las nuestras. Entender, comprender y respetar sin compartir, es la mejor evidencia de que la educación no se convierte en adoctrinamiento. Si entre tus mejores amigos, estimado lector, esos que puedes contar con los dedos de una mano, encuentras a personas que no piensan como tú, tranquilo, no has sido adoctrinado. Es más, muy probablemente hayas recibido una excelente educación. Otra cosa es lo mucho o poco que sepas de literatura o matemáticas; la educación une personas, no sólo cabezas.

La campaña de Castellón, con la amenaza como arma y el miedo como resultado, trata de imponer su criterio sobre el resto y, por definición, acaba siendo presa de su propia trampa: adoctrinan contra el adoctrinamiento. Valiente despropósito. Las NNGG no han sabido captar la verdadera esencia del término, algo que me extraña bastante pues para saberlo les bastaba con recordar las páginas más tristes de nuestra historia reciente y preguntar a sus tutores qué era aquello del “Una, Grande y Libre”.

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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