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El ingenioso hidalgo de Silicon Valley

El ingenioso hidalgo de Silicon Valley

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 16 de octubre de 2011, 23:07h

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Vivir cada día como si fuera el último, pero aprendiendo como si fueras a vivir para siempre. Esta frase, atribuida a Gandhi, resume la vida del visionario Steve Jobs, recientemente fallecido.

Lo cierto es que tenía pensado hablar sobre la diferencia entre lo urgente y lo importante pero, ¡qué mejor ejemplo para introducir la dicotomía que hacerle un urgente homenaje al genial Mr. Jobs! Hablaré ahora para no callar para siempre.

Decir que el cofundador de Apple cambió el mundo allá por la década de los ochenta del siglo pasado sería quedarse corto. Siendo un adolescente, y desde el garaje de su padre adoptivo, Steve ayudó a cambiar nuestra forma de vida.

No lo hizo sólo -basta con evocar a Bill Gates, por ejemplo-, ni tampoco fue el primero –IBM sacó su PC un par de años antes-, pero sin duda su labor ha sido determinante para que hoy muchos de nuestros estudiantes puedan contar con, utilizando las ideas de Milton Chen, un arma de instrucción masiva en sus propios bolsillos: el Smartphone. Eso por no hablar de las codiciadas tabletas, aunque siendo irónicos y realistas al mismo tiempo, nos daremos cuenta de que la gente no quiere un tablet PC, sino un iPad. Por algo será.

Medio siglo después, Marc Prensky acuñó la diferencia entre nativos digitales: aquellos que nacieron cuando las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) ya estaban en su mayor apogeo, e inmigrantes digitales: todos los que, como un servidor, vimos con cierto recelo la aparición del teléfono móvil, realizamos nuestros estudios en un todopoderoso 486, e incluso hicimos nuestros pinitos escénicos ayudados del proyector alto periscopio, también llamado retroproyector.

En síntesis, las nuevas generaciones de hoy en día hablan un lenguaje digital perfecto, mientras que nosotros lo chapurreamos con un marcado acento pueblerino. Dicho con otras palabras, en el mundo sólo hay 10 tipos de personas: los que conocen el código binario y los que no.

¡Qué fácil era la vida cuando quedar con tus amigos era tan simple como decir: “a las seis donde siempre”! Sin cambios de horario a última hora a través de sms, llamadas perdidas anunciando un retraso de unos cinco minutos, o excusas del tipo: te he mandado un “whatsApp”, pero como no tienes 3G… Si no acaban de entender la última frase está claro que ustedes son inmigrantes digitales.

Bromas aparte, es curioso pensar cómo la educación, algo tan difícil como el propio arte de gobernar -como diría Kant- tiene hoy un gran problema, claramente constatable y acentuado: el desfase generacional.

Así, al igual que ha sido responsabilidad de aquellos que vivieron bajo la opresión del franquismo enseñar las bases de la libertad a las generaciones que ya nacieron amparadas por la Constitución de 1978, hoy toca a unos neófitos y reciclados inmigrantes digitales enseñar cómo utilizar las TIC a los diestros y experimentados nativos digitales. ¡Qué ironía!

Todo ello nos lleva a una paradoja hasta ahora nunca vista. Por primera vez en la historia, las futuras generaciones saben más que las generaciones anteriores, al menos en relación con cualquier tipo de tecnología. Si no se lo acaban de creer, tan sólo observen cómo los adolescentes manejan su teléfono móvil, el mando de la consola o cualquier otro cachivache digital. Las instrucciones de estos aparatos no están hechas para ellos; no las necesitan.

Pero, no se preocupen, esta situación es transitoria; tan pronto como las generaciones de inmigrantes digitales pasemos a mejor vida –me refiero a la jubilación, no piensen mal- los nativos digitales enseñarán a los de su propia calaña: distanciándose sólo de manera cuantitativa y no cualitativa. Es lo que tiene basar la educación en unas escuelas ancladas en el Siglo XIX, con un profesorado del XX y con unos alumnos del XXI. Tal y como ha dejado por escrito Pau García-Milá, otro joven genio de los unos y los ceros, en este caso español, está todo por hacer.

Todo esto gracias a las aportaciones del genial y añorado Steve. Como reza esta humilde sección de opinión, cada vez tenemos menos pan… pero si el circo viene de la mano de Apple, bien podríamos asegurar que está cerca de ser el mayor espectáculo del mundo.

En una de sus apariciones más memorables, el señor Jobs recomendó que siguiéramos “Hambrientos y alocados” (stay hungry, stay foolish), dando a entender que es la actitud que nos hará seguir activos desde un punto de vista crítico. Hoy puedo asegurar que no olvidaré esas palabras, pero debo añadir que, además, estoy entristecido por la marcha del ingenioso hidalgo del jersey negro de cuello alto, que no ha mucho tiempo que vivía en un lugar de San Francisco de cuyo nombre es difícil olvidarse: Silicon Valley.

 


José Luis González Geraldo

Facebook.com/joseluis.ggeraldo

 

 

Imagen: http://cache8.groovypost.com/wp-content/uploads/2011/10/Steve-Jobs-Shadow.png

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