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El milagro de P. Iglesias

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 10 de noviembre de 2014, 00:05h

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Corría el año 1982 cuando Tom Bradley, malogrado alcalde de Los Ángeles, decidió presentarse como candidato demócrata a gobernador de California. La cosa pintaba bien. La mayoría de las encuestas le auguraban una victoria casi segura, alguna incluso se atrevió a darle una ventaja de catorce puntos. El pescado parecía estar vendido, preparado y casi en el plato. Llegado el día de las votaciones, Bradley perdió.

¿Cómo es posible que existiera tanta diferencia entre el deseo de voto de los encuestados y la realidad de las urnas? Quien lea estas líneas probablemente tendrá una o varias respuestas bullendo por su mente. Sobre todo si, conocedor de la historia, sabe de antemano que Tom Bradley era afroamericano.

 

Desde entonces, en política y periodismo es normal acudir al Efecto Bradley para destacar cómo el sesgo de la deseabilidad social, entre otros, condiciona las respuestas de los encuestados cuando uno de los candidatos pertenece a una minoría étnica. No obstante, la experiencia sufrida por Bradley, posteriormente replicada en la piel de otros candidatos en condiciones similares (Wilder y Dinkins, por ejemplo), no sólo debe limitarse a una interpretación en términos raciales, perspectiva en desuso gracias a que cada vez nos aceptamos más y mejor, siendo lícito extrapolarla a otros casos.

De ahí que entienda perfectamente por qué desde Podemos son muy precavidos y prudentes -que no incrédulos- a la hora de encajar los magníficos resultados obtenidos en la última encuesta del CIS, se miren con o sin cocina. No en vano Daniel J. Hopkins, investigador de la Universidad de Harvard que ha profundizado en el fenómeno anteriormente descrito, en 2009 nos avisó de que independientemente de la variable racial las encuestas normalmente exageran los datos de los candidatos que tienen un gran apoyo inicial, como es el caso de Pablo Iglesias, quienes a su vez deberían esperar resultados menos extremos que los que parecen abrirse ante ellos.

Tomando estas ideas en consideración y recordando la divertidísima película El milagro de P. Tinto, hay algo que Pablo Iglesias tarde o temprano debe saber, y quiero ser yo quien se lo diga: Pablito, hijo, ¡tú eres negro! No tanto en términos de raza como de casta -ya que tanto te gusta esa palabreja- y al menos en cuanto a resultados de intención de voto se refiere.  Pues si por otro lado nos ponemos a dilucidar tu color político nos daremos de cabeza con una estratégica y premeditada -pero también anodina y aburrida- grisácea tonalidad. Color que ni fu ni fa, que ni frío ni calor y que puede que ni pinche ni corte tanto como tú crees.

Porque la lección la tienen bien aprendida en Podemos y saben a la perfección que aceptando abiertamente su lateralidad no sólo rechazarían el advenimiento de un buen puñado de renegados y rebotados votantes de la derecha, sino que también aumentarían significativamente las probabilidades de perder esos interesantísimos votos finales procedentes del jugoso sector de los indecisos. Esos mismos indecisos que tanta importancia dicen algunos que tuvieron, junto con el voto por correo, en el fracaso del pobre Bradley. Otra cosa es que su tibieza los convierta en un pastelón a lo UPyD, relleno de ese trasnochado izquierdismo que muchos aprovechan, con más ganas que fundamento, para atacarles sin piedad al grito de: ¡Que viene el lobo!

Pero claro, esas personas parecen no querer aceptar que eso es precisamente lo que quiere el pueblo: que venga el lobo y devore lenta pero implacablemente a todos esos rollizos “corderitos” que han estado cebándose a nuestra costa gracias a una ley del silencio en la que nadie abría el pico mientras le dieran su ídem. Anhelo de masas que Jordi Évole supo muy bien ejemplificar cuando al entrevistar recientemente a Pablo Iglesias le preguntó sobre sus intenciones, poniendo como ejemplo la mítica escena de otra genial película, Sin Perdón, en la que el estoico Clint, recién llegado a su destino y sin achantarse lo más mínimo, espeta: ¿Quién es el dueño de esta pocilga? Muy al estilo del Rock ´n´ Roll de Coronado en No habrá paz para los malvados. Títulos que, por cierto, nos vienen que ni pintados.

Con todo, todavía es pronto para augurar si realmente el Efecto Bradley es aplicable o no a Pablo Iglesias aunque por simple estadística, y si las elecciones fueran mañana, me atrevería a apostar por que sus resultados reales estarían por debajo de las encuestas. No obstante, también acepto que el molde se rompió con Podemos y que si es capaz de algo, es de sorprendernos.

Sea como fuere, si Pablo Iglesias en lugar de negro fuera azul sería como nuestro particular Avatar, instrumento con el que entrar eficientemente hasta el meollo del asunto y así poder hacer vudú político como muchos ya han pronosticado. Ante esta realidad sonrío y disfruto al ver cómo al menos por una vez son los de arriba los que se mueven espásticamente al son de los de abajo mientras que el miedo acecha sus puestos y el vello de la nuca se les eriza al tener cada vez más cerca la certeza de que la bicoca se les acaba en un tris. ¡Con la de saliva que habrán gastado para llegar allí!, pobrecitos. Casi me darán pena cuando en las próximas elecciones tenga en mis manos la papeleta de Podemos y en función del gusto que experimente o la longitud de mi sonrisa, entre otras sutilezas, añada o no mi voto a esa marabunta que ya no se conforma con rugir.

 

José Luis González Geraldo

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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