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El peligroso efecto túnel de la LOMCE

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 12 de noviembre de 2012, 00:40h

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Cuando una persona se toma unas copas de más, experimenta lo que se ha denominado popularmente “efecto túnel”: una considerable limitación de su rango de visión. Como si en un túnel se encontrara, sólo podrá llegar a percibir, con dudosa claridad, el punto que costosamente pretende captar. Todo lo que se encuentre en la periferia de dicho epicentro, por importante que sea, queda difuminado e ignorado.

Desde mi opinión como profesional de la educación, y lo digo con humildad pero también haciendo justicia a mis estudios y experiencia (es.linkedin.com/pub/josé-luis-gonzález-geraldo/5b/7bb/24b), creo que este efecto puede ser extrapolado al gabinete del actual Ministro de Educación. Para demostrarlo me serviré del primer párrafo del anteproyecto de la futura Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE).

 

Soy consciente de que hablar de leyes suele ser un excelente camino para aburrir a cualquiera, pero no se preocupen, tan sólo destacaré un breve pero significativo párrafo. Las leyes, además de aburridas y tediosas, también son el reflejo de la realidad de la que emanan. Sobre todo esa primera parte en la que, a modo de introducción, se deja constancia de las circunstancias que la vieron nacer y, en especial, de los deseos que se pretenden conseguir. Precisamente en esta primera parte, en el mismísimo primer párrafo, entrando por la puerta grande, dice el anteproyecto:

La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.”

Me he permitido resaltar las partes que han hecho que, como educador, saltaran todas mis alarmas. Señor Ministro, mire usted, la educación no es el motor que promueve la competitividad de la economía. La educación es el proceso que posibilita la humanización de ser humano. Es así de simple. Competitividad, concepto que veo que a su gabinete le gusta repetir, es una palabra bastante fea. El éxito de una sociedad no se mide por su grado de competencia, sino por su grado de sabiduría, consenso y fraternidad. En una palabra, el éxito sólo es tal cuando es sinónimo de Humanidad.

El fin de la educación no consiste en abrir puertas de trabajo, sean de la cualificación que sean, sino en conseguir que las personas se aproximen a ser ese fieri (deber ser) que todos llevamos dentro. En otras palabras, que expriman su esencia al máximo para que consigan llegar a ser el mejor futurible que llevan dentro: su mejor “futuro yo”. Y eso, estimado Ministro, no se consigue instruyendo descaradamente la siguiente hornada de trabajadores como si de hormiguitas se tratara.

Sinceramente, creo que la crisis, como a otros tantos, le ha embriagado. Sin duda debe estar intoxicado por el mal momento económico y financiero por el que estamos pasando. Esa es la explicación más parsimoniosa que encuentro al despropósito de ese primer párrafo del anteproyecto de la LOMCE. Considero que tiene tanto interés por encontrar alguna solución al problema económico que, al fin y al cabo, y si me permite la castiza frase, le va a salir más caro el ajo que el pollo. Recuerde, por favor, que es Ministro de Educación y no de Economía ni de Trabajo.

Lo peor es que la embriaguez no sólo causa desorientación y disfunción perceptiva. Como sabemos, también da una falsa sensación de seguridad y, en no pocos casos, arranques de temeridad que nos pueden llevar a cometer peligrosos actos cuyas consecuencias suelen ser desastrosas. En este sentido, y refiriéndome a esos nuevos “hitos” que parece que la LOMCE recuperará en forma de evaluación en puntos críticos de cada etapa educativa, me permito ir cerrando este artículo con una preciosa frase del educador Rubem Alves, por si les sirviera de ayuda en sus retoques finales. Mis críticas, como ve, son siempre constructivas:

“Hoy, cuando escribo, los jóvenes están yendo a los exámenes de selectividad. La trituradora ha sido puesta en marcha. Dentro de unos años estarán formados. Serán profesionales. ¿Y qué es un profesional si no un cuerpo que soñaba y que fue transformado en herramienta? Las herramientas son útiles. Necesarias. Pero –qué pena- no saben soñar…” Alves, R. (1996). La alegría de enseñar. Barcelona: Octaedro. (p. 47)

No quiero pecar de excesivo idealismo. Admito que los tiempos que corren presentan multitud de retos complejos y poliédricos. Pero son retos que no deben servirnos para reparar un sistema decrépito y desfasado, sino para renovarlo desde sus cimientos. ¿Cuál es el camino que debe emprender la educación para construir un futuro mejor? Sueñe, señor Wert… sueñe y despierte sin resaca. En sus sueños trataré de susurrarle al oído una palabra mágica: “Humanidad”. Todavía estamos a tiempo de girar el timón y, para ello, necesitamos de un tenaz capitán para llegar a buen puerto y no desviarnos por cualquier canto de sirena. ¿Por qué no usted?

 

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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