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Intelectual influyente, devoción acrítica

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
viernes 19 de octubre de 2012, 00:12h

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La revista norteamericana «Foreign Policy», en su edición en español, publicó el pasado día seis de octubre la lista de los cincuenta intelectuales iberoamericanos más influyentes, para que a partir de ella los lectores voten por sus tres favoritos y, si así lo desean, propongan tres candidatos más. Un grupo de intelectuales supuestamente arbitrario, como la misma revista lo dice, aunque no puede negarse que varios de los nombres que ahí aparecen son los personajes recurrentes de la prensa y la televisión, con todo lo que ello supone. El intelectual, ya lo sabemos, es un ser mediático.


Independientemente de las críticas que pudieran hacerse al criterio de selección de «Foreign Policy», la lista es de nuestro interés permite conocer la relevancia que se le atribuye a determinadas disciplinas cuando se habla de intelectuales. Así, la mayor parte de los convocados son escritores, aunque en ciertos casos no esté claro el rótulo: ¿por qué clasificar al político mexicano Jorge Castañeda de esa manera? Al menos quien esto escribe no le conoce ninguna obra de ficción. ¿Acaso se refieren a su ensayo «Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos (2011)»? Al historiador Enrique Krauze, en cambio, se le clasifica como ensayista.

 


Lo cierto es que los escritores ocupan el papel más relevante en la lista, por lo menos en cuanto a espacio se refiere, lo cual, desde luego, no debe extrañarnos. La noción de intelectual, al menos desde el caso Dreyfus, se construyó con los escritores como protagonistas. Con el tiempo, el intelectual se convirtió en un personaje de mucha influencia, autor de novelas de gran impacto (ya sea en academias, en librerías o en ambas). Y, sobre todo, un autor publicitado como defensor a ultranza de la libertad, aunque nunca se nos explique qué se entiende por ella.

Cuando decimos “personaje de mucha influencia” esta última hay que entenderla de la siguiente forma: “La gente toma en serio su opinión, lo escucha, independientemente de lo que diga”. Las palabras pesan por la reputación de quien las dice, no por su argumentación. Nosotros creemos que en la actualidad el intelectual por excelencia de Hispanoamérica es Mario Vargas Llosa, de quien nos ocupamos brevemente en la edición anterior de esta columna.

En cambio, mientras que «Foreign Policy» reconoce como intelectuales influyentes a 22 escritores, en una lista donde hay apenas diez políticos (y un politólogo, cosa curiosa), los filósofos han quedado reducidos a cinco. Es decir, ni siquiera entre ese grupo de notables los filósofos tienen mayor relevancia. A uno de ellos, Leonardo Boff, se le llama también “teólogo”, pero la revista pasa por alto, injustamente, las contribuciones al misticismo de don Vargas Llosa, como lo explicamos la semana pasada.

Ya hemos comentado en esta columna (ver “Necesidad de la filosofía”, publicada el 21 de septiembre de este año) la cada vez menor importancia de la filosofía sistemática en una sociedad que la desdeña al mismo tiempo que busca con urgencia cómo sustituirla. En semejante contexto, no es extraño que se recojan las palabras del intelectual de turno como si fueran un tesoro.

Ahora, los filósofos de la lista: Leonardo Boff, José Gil, Javier Gomá, Martín Hopenhayn y el infaltable Fernando Savater. ¿Cuántos de ellos tienen un sistema filosófico? ¿Disponen de una teoría del Estado, de la religión, de la razón? ¿Pueden explicar sin contradicciones qué es la ciencia? Savater, eso sí, es autor de la frase célebre: “la idea de España me la suda”. Habría que aquilatar con la seriedad del caso las contribuciones de estas personas, algo que supera los límites de este espacio.

Así, podemos concluir, si de algo sirve la lista es para saber a qué atenernos cuando se habla de intelectuales. Es lo que hay, como dicen los españoles. No tienen que ser, necesariamente, los mejores de su disciplina. Ya es ganancia que la revista no diga “intelectuales latinoamericanos” sino de Iberoamérica, con ciudadanos de España y Brasil.

Hay que recordar algo fundamental: los intelectuales se asumieron como necesarios cuando la gente se desatendió de la política y prefirió rendir sus fuerzas a fantasmas de mucho prestigio, como la inmaculada sociedad civil, siempre de espaldas al Estado. ¿Hay algún militar en la lista? ¿Quién protege a los intelectuales progresistas durante su amena tertulia? Acaso no se aprecia ningún peligro. Proponemos, en cambio, la redacción de una lista de las personas que han sabido plantear, con valentía e inteligencia, los problemas más imperiosos del presente. ¿Habrá escritores en ella?

 

Manuel Llanes

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