Si he de ser franco es la primera vez que estoy de vacaciones deprimido y malhumorado, ni los contoneos de las bañistas al aplicarse las cremas solares me distraen ya de las pendencias de Barbaazul y su consejo de Ministros. Lo ha conseguido el muy cabrón. Mira que juré no escuchar las noticias sino a través del filtro progre del Gran wyoming. Pero un fallo, una curiosidad malsana similar a la que convirtió en salazón a la mujer de Lot, me hizo romper la disciplina terapéutica con la que pretendía aislar mi sistema límbico de las gilipolleces de Montoro, Esperanza y Cospedal, y eché un vistazo al trailler de la nueva temporada del Carnicero de las chuches.
Fue como volver a revivir Apocalipsis caníbal en formato institucional. Capítulo primero: Rajoy vestido de segador, con la hoz ensangrentada, pone fin a la paga extra de los funcionarios, a los que nadie puede acusar de haber vivido por encima de sus posibilidades, ya que sus posibilidades son la únicas que están controladas con precisión prusiana por el Estado, y ninguno recibió, que yo sepa, una tercera paga extra a cuenta de la orgía monetaria del boom del ladrillo. Capítulo segundo: Rajoy, daga en mano, irrumpe en la fila del INEM y disminuye la prestación a los parados, principales víctimas de la crisis, supongo que para ponerlos al borde de la mendicidad y estimular con ello las glándulas salivares de algunos emprendedores. Capítulo tercero: Rajoy disfrazado de fallera psicópata sube el IVA a los ciudadanos corrientes, por si no tenían bastante con los recortes a su salario indirecto en sanidad y educación.
Curiosamente aquí se acabó la película, Barbastijeras no anunció ni una sola medida para gravar a los únicos y verdaderos culpables de todo este desbarajuste económico: banqueros y políticos; los primeros por acción de su invencible codicia a corto plazo, los segundos por omisión de su deber de protegernos de la avidez de aquéllos. Por cierto, los políticos serán los únicos sueldos con cargo a los presupuestos del Estado con derecho a cantar Villancicos en el 2013 con su paga extra en el zurrón, robo-pon-pon, robo-pon-pon.
Y lo peor de todo es saber que tanta amputación de tanto hijo de amputa, además de injusta en sus destinatarios e ilegítima en su procedimiento -no iba incluida ni siquiera en la letra pequeña del contrato electoral-, no servirá para nada, como reconocen los analistas y el sentido común: retirar dinero del mercado, penalizando el consumo y recortando los sueldos, tan solo hace que disminuya el poder adquisitivo de la población y en consecuencia se resienta la demanda. Y sin demanda parece poco probable que nazca o se conserve una actividad económica lucrativa, a excepción de la de Presidente del gobierno.
Pero en ese caso, volviendo al principio de nuestras pesquisas, si Rajoy no es un cirujano, porque no puede justificar los machetazos infligidos al cuerpo del paciente como un mal necesario a su recuperación, habremos de pensar que bajo su aséptica bata blanca se oculta un torturador social a sueldo de la Merkel, un sicario de los acreedores de deuda soberana, un estúpido sádico investido de autoridad. Ahora entiendo de dónde viene esa patológica exaltación del toreo, erigido en monumento cultural de la derecha española. Estamos gobernados por un hibrido de Manolete y Paquirrín, y nosotros, el pueblo soberano, somos la vaquilla de las fiestas de Lepe. No sé a vosotros, pero a mí se me está empezando a agotar la paciencia.
Feliciano Mayorga Tarriño
Filósofo y escritor