www.cuencanews.es

La gente ya lo sabe todo

Por Redacción
x
localcuencanewses/5/5/16
jueves 09 de agosto de 2012, 23:35h

google+

Comentar

Imprimir

Enviar

El lector familiarizado con la lectura de diarios no tendrá problemas para reconocer el siguiente lugar común: los peligros de la excesiva especialización. Desde hace varios años se alerta acerca de las desventajas de ésta en los contextos más variados, que van desde el deporte, la ciencia, la investigación policiaca y desde luego la educación. Profesionales que saben mucho de una determinada parcela del conocimiento y que se desatienden de otras, no menos importantes aunque inabarcables por la misma dinámica de la especialización. Hay que saber mucho de algo, nos dicen y eso se ha convertido en un peligro.



Sin embargo y sin caer en exageraciones, hoy no es inexacto decir que la gente lo sabe todo… Sí, en tanto que ese conjunto de conocimientos remite en efecto a lo necesario para interactuar sin polémica dentro de determinado gremio. La gente sabe todo lo que necesita saber, cuando participa en tertulias y conversaciones que la integran de lleno en un grupo de referencia, ya sea académico o simplemente de amigos.

Se pretende que en las afinidades y las coincidencias está el culmen de la amistad. Así, la gente de eso lo entiende todo: sabe qué decir, cómo comportarse. Y de tanto callar ciertas cosas que de momento no pueden decirse, aunque sean importantes, éstas terminan por ser relegadas. Es decir, la gente entiende sobre todo de moral, que aquí entendemos como referente a las costumbres del grupo.

Semejante fenómeno, nos parece, está detrás de la crispación que surge en cualquier debate cuando la diferencia es anomalía. De ahí que por ejemplo no pueda discutirse, entre antitaurinos, la pertinencia de hablar o no de “tortura animal”. Se desdibuja, nos parece, hasta la noción de tema tabú, porque ha triunfado el silencio. Las contradicciones que se presentan ya ni siquiera se perciben, porque dado el caso cada grupo apela a la falsa conciencia, que le permite salvar cualquier obstáculo: “El tema es muy complejo”. Dicho lo anterior, se puede proseguir con la agradable reunión de gente civilizada, no obstante que en la misma una de ellas reivindique el salvajismo.

Bajo esa óptica, de acuerdo con la moral de cierto grupo, un militante de un partido ubicable bajo una modulación de la derecha política puede ser llamado, con toda tranquilidad, “nazi”, sin importar que de esa forma se menosprecie a las víctimas de los nazis auténticos. La moral de algunos grupos les permite llevar la retórica hasta las últimas consecuencias.

Las cosas, nos parece, no pueden ser de forma muy distinta. Estamos organizados en grupos necesariamente enfrentados entre sí, por más que en las interminables asambleas hoy tan en boga se promueva el diálogo infinito, las manos alzadas del voto en comunión universal. Pero ese enfrentamiento pierde su sentido cuando los argumentos desaparecen y priva el insulto. En un debate, sin embargo, alguien tiene que estar equivocado, por más que pueda existir consenso a favor del error.

 


La gente se indigna porque los curas no pueden casarse, aunque por otra parte no haya (suponemos) una campaña para reclamar que en el futbol soccer el balón pueda tocarse con la mano. Hay contextos donde las normas no tienen un tufo totalitario: son eso, simplemente, las reglas del juego. Frente a la moral de los grupos, luego, aparece la aborrecida política, trágica, incapaz de compensar por partes iguales tanto a los triunfadores como a los caídos. El relativismo dura lo que tarda la ley en aplicarse.

 

Manuel Llanes

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios