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La mentira de Sileno

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 27 de marzo de 2016, 23:11h

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Europa, más que haber sido raptada en un gesto machista por el todopoderoso Zeus, está apolíneamente embriagada de su vástago, valga la redundancia. Con permiso de su padre, Apolo fue el dios más venerado de todos y entre otras muchas virtudes encarnaba la armonía de la ensoñación y la fantasía, las apariencias precisas y bellas, la mesura y, quizá sobre todo, la luz de la verdad. Todas esas aspiraciones que como europeos decimos defender y, a la hora de la verdad, se convierten en podridas y atragantadas palabras.

 

Los atentados de Bruselas, como pasó en París, Londres y Madrid, por citar solamente los ejemplos más recordados, nos abren los ojos y nos rasgan el alma. Es entonces cuando apretando los dientes juramos más democracia, única arma ética con la que combatirlos. Un ideal quebrado cuando, mirando a nuestras fronteras solamente vemos desolación, separación y rechazo reflejado en los ojos de miles de refugiados. Hoy no quiero hablar de la sinrazón del terrorismo, sino del terror de los descorazonados.

Harto de que nadie moviera el “puto culo”, Antonio Miguel Carmona se desplazó esta Semana Santa al campamento de refugiados de El Pireo al mismo tiempo que arremetió contra la Unión Europea, tildándola de “nido de inútiles que mira para otro lado para resguardar calientes los asientos de la cobardía”. Allí se pudo hacer fotos e ir comentando por las redes sociales sus vivencias y las penurias de ese infierno. Pobrecito, pensarán algunos, si hasta volverá con piojos; nada podrá hacer realmente allí por ellos. Quizá sea verdad, y su viaje quede en un golpe sobre la mesa y poco más, pero a todos aquellos que se atrevan a criticar cómodamente desde sus casas a Carmona les pido que se miren el ombligo. Poco siempre es mejor que nada; pero poco nunca es suficiente.

Como en un macabro y caricaturesco eterno retorno, Aylan Kurdi tiene otros nombres y sigue muriendo mientras los gobiernos dilatan los plazos y prometen para luego incumplir y escudarse en lagunas legales que poco escoden sus vergüenzas, que son las nuestras. Al mismo tiempo, para más escarnio, dejando en los cajones las iniciativas ciudadanas que tratan de organizar desde abajo una rápida y pronta acogida de los refugiados. No son formas, argumentan; todo tiene sus plazos, esgrimen. El asco, cuando no la fétida resignación, es el precio que parece que hemos de pagar por ser europeos.

Las reminiscencias nietszcheanas escritas hasta el momento nos llevan a Dioniso, antítesis de Apolo que en verdad completa esa Europa empeñada en llorar las desgracias y, tras el duelo, seguir con su desenfrenado modo de vida sin permitir que nada ni nadie, por muy necesitado que esté, pueda doblegar nuestras fronteras. Los deseos europeos como un nuevo velo de Maya con el que disfrazar la evidencia.

Dicen que Sileno, tutor de Dioniso, ocultaba la gran necesidad humana. El rey Midas, ansioso por ser conocedor del dicho secreto mandó que lo trajeran con ardides a su presencia para no soltarlo hasta que lo compartiera. Sus palabras fueron: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y la fatiga: ¿por qué me fuerzas a decir lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti morir pronto”. Cada vez que abro el periódico y me veo en los ojos de aquellos a los que rechazamos me niego en rotundo a pensar que la verdad de Sileno, por cruda y flagrante que Europa parezca estar corroborando con su repugnante apatía, no tiene remedio. ¡Sileno miente!, o al menos así sería si nosotros actuáramos de otra forma.

 

José Luis González Geraldo

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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