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La miopía de la justicia

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 26 de noviembre de 2012, 00:54h

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Ahora por fin lo entiendo. La justicia es ciega porque no ve los problemas que tiene ante sus narices y, en lugar de resolverlos, se aprovecha de ellos. Me explicaré no sin antes justificar mi razonamiento desde un punto de vista profano, pues no entiendo demasiado de leyes... aunque no creo que sea necesario para darse cuenta de que, con estos cambios, el Ministerio de Justicia, jugando con las palabras, se está volviendo muy “in”.

La reciente aparición de tasas judiciales hace que la sociedad derive inevitablemente hacia una justicia de dos velocidades: la de los ricos y la de los pobres. Que sí, que sí… ya sé que algunos dirán que las tasas sólo afectan a tres de las cinco órdenes jurisdiccionales (Civil, Social/Laboral y Contencioso-administrativa), que hay procedimientos que están exentos (menores, derechos fundamentales, y algún otro) y que, en el fondo, la medida ha sido concebida para racionalizar el abuso de los procedimientos judiciales. Pírricas paparruchas para maquillar a la más fea/o del baile.

 


¿Abuso de los procedimientos judiciales?, pues empiecen ustedes por las actuaciones de los bancos y no dejen que los jueces, la gran mayoría contrarios a esta reforma, les saquen los colores dejando en evidencia cómo los que deberían defender a los ciudadanos prefieren ponerse del lado de los que manejan los hilos en las sombras (cada vez más visibles, afortunadamente). Cuando los educadores están en contra de las reformas educativas, los jueces y abogados en contra de las judiciales, y los médicos y demás sanitarios también protestan sobre las suyas, es que el camino elegido es el peor de los que podrían tomarse. Pero, ¡chico!, como el que oye llover… ¡a mí Plim!

Sin embargo hemos de entenderlos. Ya que no pueden (¿quieren?) resolver las injusticias que hoy en día estamos sufriendo, ¿por qué no sacarles provecho?, además, si ese provecho es doble, miel sobre hojuelas. Por un lado conseguimos amansar a la plebe dándoles donde ya les duele tanto que no podrán ni quejarse: el bolsillo. ¿Cómo protestar cuando la tasa nos impide hacerlo? ¡Chitón!, que estamos impartiendo justicia. Y para aquellos que aun así decidan seguir adelante no pasa nada… abrimos la saca y recogemos los frutos de tan sesudo plan. Cornudos y apaleados, señores, así nos quieren los que desde arriba hacen lo peor para el pueblo, con o sin él, pues parece que poco les importa. ¿Dónde quedaron las promesas electorales, por pocas que fueran? Si no pueden cumplirlas, adiós y muy buenas.

El repago está de moda. Los impuestos sólo son la primera mensualidad del disfrute de unos servicios que, para más inri, cada vez están más privatizados. Y, ¿cuál es el objetivo de cualquier sector privado? Sacar el máximo beneficio en términos de input-output, ni más ni menos. Aquél que crea que el sector privado es el que ha de sacarnos de este pozo es porque o bien pertenece a él, y sacará una buena tajada, o bien no se entera de que el bien común requiere sacrificios personales, pues para que todos vivamos mejor algunos deben dejar de vivir como semidioses.

El Estado del Bienestar descansa sobre dos pilares: responsabilidad estatal y una economía mixta: pública y privada. No estoy en contra del sector privado, pero temo que lo público no sea valorado por el estado como debe ser, y que la responsabilidad se convierta en inconsciencia dando excesiva relevancia a lo privado. Está claro que el sector público nunca dará beneficios económicos, por lo que algunos creen que al apostar por lo público estamos derrochando el dinero. Sin embargo, defender lo público consiste en entender que es una inversión en la que el mísero dinero se transforma en bienestar. No es un gasto, es una deseable inversión que redunda en beneficio de todos. ¿Para qué queremos el dinero si no?

Por lo menos podemos pensar en lo afortunados que somos como testigos directos del desmantelamiento del Estado del Bienestar. ¡Somos parte de la historia! Cuando seamos mayores, los que queden podrán decirles a sus hijos y nietos “Yo estuve allí”, “Yo vi caer vuestro futuro”. Algunos también dirán con resignación “… y no hice todo lo que pude haber hecho por evitarlo”.

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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