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La Procesión Infantil fue un brote de esperanza para la inmortalidad de la Semana Santa
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La Procesión Infantil fue un brote de esperanza para la inmortalidad de la Semana Santa

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 25 de marzo de 2017, 11:17h

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La procesión infantil celebrada el pasado sábado día 18 de marzo como acto final de clausura de la IX Edición de la Escuela Nazarena resultó todo un éxito de participación, hasta el punto que ha sido la más numerosa de cuantas ediciones se han celebrado.

 

Fue organizada por la Junta de Cofradías de Semana Santa con la colaboración de la Asociación de Mujeres Cofrades de la ciudad. Entre niños y niñas han desfilado cerca de 350 nazarenos por los aledaños de la iglesia parroquial de El Salvador.

La comitiva infantil estaba formada por 17 hermandades con sus respectivos paso en tamaño pequeño que representaban fielmente la replica de los pasos oficiales de cada hermandad. Destacando algunos por su parecido con el original.

La iglesia de El Salvador punto de salida del cortejo se convirtió en un amalgama de túnicas infantiles que llenaron de alegría e ilusión la casa de Dios. Muchos niños iban hacer realidad su sueño de ser banceros de sus amadas imágenes. La totalidad de ellos seguramente que no durmieron la noche del viernes ansiando que se hiciera pronto de día para ir corriendo hacia la deseada procesión.

Este año por primera vez se realizó el pregón infantil de la Escuela nazarena, a cargo de Carlota Caballero, que se encargo de explicar al resto de niños y niñas qué es para ella la Semana Santa y porque se ponía tan nerviosa cuando iban llegando estas fechas. Resaltando que “cuando termina la procesión del Domingo de Resurrección, lloró mucho porque ha terminado pero mis padres me dicen que hay que pensar en la Semana Santa del año que viene”. Qué curioso análogo a lo que nos pasa a los mayores.

Abría la procesión la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías, que situada en la plaza del Salvador, rompió con el primer redoble del tambor el lagrimal de los presentes, removiendo aceleradamente el corazón. Aproximando a los cientos de conquenses que abarrotaban el recorrido de la Cantera Nazarena, a el Domingo de Ramos cercano que ya se divisa en el calendario.

A lo largo del trayecto los jóvenes, ofrecieron a los espectadores verdaderas escenas de nuestra Semana Santa, como buenos propagadores de una tradición que la han aprendido de generación a generación.

Reflejos de unos pasos infantiles que llenaron la mañana del sábado de emoción, lagrimas, recuerdos y de mucha alegría.

Aun resuenan por la calles de san Vicente, Alonso de Ojeda, González Francés, y Plaza de Santo Domingo los sonidos de los tambores y clarines de los pequeños Turbos que demostraron que sólo se puede ser Turbo de sentimiento no de acogida.

No falto la interpretación del Miserere de Cuenca a los “pasetes” por parte de la Escolaría de Ntra. Sra. de la Soledad de San Agustín, en la plaza de Santo Domingo, emulando en todo a los desfiles procesionales conquenses.

Los que tuvimos la suerte de ver esta procesión, la feliz memoria nos traslado a nuestra procesión infantil, la que hacíamos en nuestro barrio pero con notables diferencias.

La Banda de Tambores la llevábamos a cabo con las latas de hojalata colgadas con una cuerda, los palillos eran palos de los árboles y el sonido de las trompetas lo emitíamos desde nuestras gargantas. El guión de nuestra hermandad lo dibujaba y cosía alguna madre experta que emocionada se suma también a la procesión.

Las andas y figuras de nuestra particular “Exaltación”, nos la hacía “Chuchi”, el carpintero de toda la vida de los Tiradores Bajos.

Nos gustaba que pesará y cargábamos el Paso de piedras. Sabedores que para ser un buen bancero hay que soportar mucho peso y sufrir. Se lo habíamos oído decir a nuestro mayores.

Ese era nuestro juego de barrio en la época cuaresmal. Todas las tardes los chavales nos reuníamos para sacar nuestra procesión, a la que se unían otros chicos que formaban su propia hermandad. Aquellas maravillas procesiones de nuestra mocedad. No había mejor regalo en aquella adorable edad que jugar a la Semana Santa.

 

Rafael Torres

 

 

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