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La tara del toro

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 19 de agosto de 2013, 06:33h

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En verano siempre se repiten ciertos lugares comunes en los medios de comunicación: el estado del tráfico en las carreteras, los consejos para evitar golpes de calor, las desagradables noticias sobre incendios, esos pechos descubiertos que, casualmente, siempre capta el cámara que nos muestra el abarrotamiento de las playas y, como no, las opiniones sobre la fiesta nacional. Pero este año el tema taurino viene con más fuerza, quizá debido a la prohibición de las corridas durante la Semana Grande de San Sebastián, volviendo a poner sobre el tapete el dilema: ¿toros sí, o toros no?

 

No y mil veces no. Así, no. Desde mi humilde punto de vista, tan respetable como cualquier otro, estos eventos son una de las taras principales de España, el pecado original que, como defecto hereditario, mancha nuestra identidad y nos convierte en bárbaros ante los ojos del mundo. Suele argumentarse que los toros son tradición, arte y cultura con una tremenda repercusión económica que debe mantenerse a toda costa. No lo creo, y trataré de convencer, sin importarme vencer o no, a los que quieran seguir leyendo estas palabras.

Los toros son tradición, sin duda, pues han sido transmitidos de generación en generación, llegando a constituirse como uno de los rasgos más conocidos del pueblo español. No obstante, tradición no es sinónimo de desarrollo; de hecho, en cierto sentido son antónimos. Si todo acto social que llegó a consolidarse en el devenir de la humanidad fuera conservado simplemente por tradición, poco nos diferenciaría de los pueblos que nos precedieron. De ser así, y por poner un ejemplo ciertamente absurdo y anacrónico, quizá hoy bebiéramos la sangre del notario (y él la nuestra) para sellar el pacto que supone la firma de una hipoteca.

Desterrando la tradición como causa de fuerza mayor, los aficionados suelen recordar que la tauromaquia es un “arte” y que, como tal, pertenece al acervo de nuestro país. Para gustos, los colores y, para mí, el color de las corridas de toros no es otro que el rojo de la sangre del pobre animal. El arte debería ir de la mano de la ética, y todo lo demás es pura perversión. Salvando las evidentes diferencias, que no son tantas, les invito a reflexionar sobre la obra de “arte” de Guillermo Vargas, quien capturó y torturó a un perro amarrándolo en una galería para hacerle sufrir al dejarle sin comida ni bebida. Según parece, finalmente no se dejó morir al perro pero, aún así, nada le excusa de maltratar al animal. Y no me vengan ahora diciendo que los toros de lidia viven como reyes hasta que llegan a la plaza, que ya nos gustaría a muchos que nos trataran como a ellos y que si no fuera por las corridas, ni siquiera existirían. Excusas y más excusas para justificar un flagrante maltrato animal que tiene sus peores perversiones en determinadas celebraciones locales que me niego siquiera a nombrar.

En tercer lugar, en lo que respecta al impacto económico, y por no extenderme, simplemente dejaré caer algunas cuestiones: ¿Todo tiene su precio?, ¿podemos poner etiquetas numéricas a los preceptos éticos?, ¿debemos mirar hacia otro lado porque hay alguien que se llena el bolsillo de esta forma?

Como dije al principio, toda esta reflexión veraniega ha sido detonada por la prohibición de las corridas de este año en la Semana Grande de San Sebastián, pero lo que quizá sorprenda a más de uno es que Cuenca, cierto es que involuntariamente, también fue pionera en lo que se refiere a quedarse sin toros en sus fiestas. En mayo de 1921, en previsión de los festejos de ese año, se intentó arrendar para tal efecto la plaza de toros del Sr. Caballer, con la buena o mala suerte de que este señor no quiso acceder, pues tenía pensado demolerla. Más de un lustro estuvo entonces Cuenca sin coso, ¡qué cosas!, aunque no fue por falta de intentos, pues la Cámara de Comercio abrió, sin éxito, una suscripción para hacer otra plaza inmediatamente. En esas circunstancias, un asiduo coplero de entonces, Antinomia, dejó para el recuerdo estos versos con los que finalizo, no sin antes decirle: Olé tu arte, ¡maestro!

 

¡¡Biba es Paña!!

 

La cámara de comercio

en una magna sesión

velando por la Kultura

inició una suscripción,

para atender con urgencia

a la gran necesidad

de un nuevo circo taurino

que de vida a la ciudad.

¡Biba es Paña, biba es Paña…!

¡Viva la sangre torera…!

a la gente hay que educarla

con Kultura verdadera.

Hay que darle al pueblo toros

y restarle la instrucción,

porque si abriera los ojos

nos corta la digestión.

 

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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