Por su parte, el BCE, cumpliendo las expectativas creadas y con el beneplácito de los mercados, ha anunciado finalmente el QE (Quantitative Easing), es decir, la extensión de sus compras de activos a los emitidos por los gobiernos nacionales del área Euro, agencias e instituciones europeas. Las compras mensuales de activos son de 60.000€ entre públicos y privados, y el programa estará en vigor, al menos, hasta septiembre de 2016.
En todo caso, la inyección de liquidez al sistema, la depreciación efectiva del Euro y la caída de los precios del petróleo, así como los fundamentales de algunas economías europeas auguran una recuperación lenta pero encarrilada. Se están acelerando las tasas de crecimiento en Europa con una situación de estabilidad de precios. El crédito mejora gradualmente y las exportaciones continúan en terreno positivo. Esta conjunción de elementos hace ser razonablemente optimista sobre la robustez del crecimiento en los próximos meses.
En este sentido España lidera las buenas expectativas. La aceleración del crecimiento en los dos últimos trimestres debe prolongarse a lo largo de todo el año, basada en la mejora de la inversión en construcción, un mayor dinamismo del consumo privado y la incipiente recuperación del mercado laboral. En cuanto a la inflación, es previsible que se mantenga en tasas negativas durante buena parte del año debido al fuerte descenso del petróleo. Sin embargo, si consideramos la inflación subyacente o core, que no considera precios de energía y productos no elaborados, las tasas de crecimiento son ligeramente positivas en torno al 0,2% por lo que se puede hablar de estabilidad de precios compatible con un repunte cauto de los salarios reales. En todo caso, el impulso a la demanda vendrá especialmente por la reducción de la tasa de paro, el incremento de la población ocupada y el aumento de los salarios reales en función de la productividad.
Juan José Rubio Guerrero
Catedrático de Hacienda Pública UCLM