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Por Tierra, por Mar y por Aire

Por Redacción
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martes 25 de octubre de 2011, 23:45h

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Tras una semana histórica en muchos sentidos es difícil decantarse por un tema para escribir esta columna. Tiene una las tentaciones de hablar de ETA y el regusto agridulce de su anuncio, no olvidemos que ni se disuelve ni entrega las armas por ahora, aunque bienvenido sea todo paso que nos acerque a la PAZ, pero es un tema tan delicado y tan reciente que creo que es mejor dejarlo para más adelante con el fin de contextualizarlo correctamente. Así que al final te decantas por algo más cercano como es el día a día y por las cosas más pequeñas, aunque no menos importantes, que pasan más desapercibidas.

Dada la situación de crisis no es difícil que cuando hablas con tus amigos o conocidos o seres queridos, algo de esto salga a relucir y acabéis hablando de la situación actual y las previsiones de futuro. Y si encima estás en uno de esos colectivos con un futuro más negro con más razón. La sensación de pesimismo flota en el ambiente aunque se intenta evitarlo.  Es muy duro ver que tus sueños de futuro se van desvaneciendo o tienes que posponerlos sine die, incluido el de formalizar una familia.

Quizá el trabajo sea una constante en estas conversaciones no sorprende a nadie. Como he dicho es muy duro ver que tus sueños y perspectivas no se cumplen tras muchos años de esfuerzo y dinero invertido en formación para tener un futuro mejor. Y tras diplomaturas, licenciaturas y en algunos casos máster, posgrados o doctorados o varias oposiciones a las espaldas las perspectivas laborales están muy alejadas de esa formación ya que en este nuestro país no hay muchas posibilidades.

El drama individual, y generacional diría yo, está meridianamente claro pero muchas veces el drama nacional que supone no se ve tan claramente. El país tiene la generación mejor formada y preparada posiblemente de su historia y un importante porcentaje está infrautilizado en trabajos para los que están hipercualificados. Lo cual implica que la gente sin tanta formación no puede ni acceder al tipo de trabajo que puede desempeñar porque ya está ocupado. Un desequilibrio descomunal.


¿Cómo es posible este despilfarro de potencial y capital humano? Quizá  uno de los pilares de este problema es que nuestro país tiene una economía basada en un alto porcentaje en el sector servicios, incluyamos aquí el turismo y el ladrillo, un sector en el que no hace falta tanta formación especializada. Esta dependencia al turismo y sectores afines o derivados implica que los recursos invertidos en investigación y en una economía basada en la tecnología o el conocimiento, como puede ser la biotecnología, son menores que en otro países y, por lo tanto, nuestros jóvenes cualificados tienen menos salidas profesionales que tengan que ver con lo que han estudiado.

A mi entender nuestra sociedad se enfrenta a un problema que se irá agudizando con el paso del tiempo. Formaremos a jóvenes que luego no podrán devolver a la sociedad lo invertido en ellos. Lo que es peor, estos jóvenes cualificados desarrollarán sus carreras fuera de España y de su potencial se aprovecharán, por decirlo así, terceros países que sí invierten en una economía del conocimiento. Puede parecer un poco tremendista, pero en un mundo globalizado donde las deslocalizaciones están a la orden del día las sociedades que basen su economía en el conocimiento tienen más posibilidades de prosperar. Y estos presupuestos se pueden aplicar a la perfección a nuestra región y ciudad.

Indudablemente Cuenca es una ciudad turística donde el sector servicios es importante económicamente, por lo que es un sector a proteger y cuidar. Sin embargo debería potenciarse a la vez un sector económico basado en la cualificación que de salida a los jóvenes que se forman en nuestra región para que no tengan  que emigran y desarrollar su carrera profesional fuera de nuestra tierra. Algo que cada vez se plantea más gente ante la imposibilidad de desarrollarse vitalmente aquí. Lo dicho: ¿cómo es posible este despilfarro de potencial y capital humano?

No quiero resultar pesimista, muy al contrario. Hay que aprovechar la coyuntura para explorar nuevos caminos y facilitar las cosas a los emprendedores. Pero es algo en lo que toda la sociedad tiene que ser consciente y cuidar pues si no los mejores se irán.  La alternativa puede ser que nos encontremos con más frecuencia casos como el del magnífico filántropo español Francisco Ayala, el cual ha donado una cantidad millonaria, alrededor de 7 millones y pico de euros, a la universidad californiana de Irvine, que es donde se ha desarrollado profesionalmente, en agradecimiento por lo bien que se han portado con él.

Estamos a tiempo de corregir esta tendencia y beneficiarnos socialmente de todo lo que puede aportar la gente cualificada si es capaz de desarrollar todo su potencial. El reverso puede ser el cartel visto en las manifestaciones del movimiento de los indignados: “Si acabas una carrera en España tienes 3 salidas: por tierra, mar o aire ”.

 

Ruth García

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