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Tras medio siglo de sueños

Por Redacción
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domingo 01 de septiembre de 2013, 23:50h

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Como saben, hace pocos días celebramos el cincuentenario del legendario discurso de Martin Luther King, que será siempre conocido por sus palabras más cautivadoras: “Yo tengo un sueño”. ¿Qué mejor momento para traer a colación su discurso?, especialmente la parte que precede a tan conocidas palabras. Nos servirá para recordar algunos temas que están en nuestro orden del día.

El 28 de agosto de 1963, bajo la sombra del Monumento a Lincoln y cien años después de que consiguiera la proclamación de la emancipación, el Dr. King lamentó la falta de progreso y la todavía flagrante segregación de su pueblo. Jugando con las palabras, alentó a su gente a cobrar un cheque que, en su día, los fundadores de los Estados Unidos prometieron a todos los americanos: vida, libertad y búsqueda de la felicidad. No obstante, la realidad evidenciaba que para su raza este era un cheque sin fondos, afirmando sin resignarse: “Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota. Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de esta nación". Es inevitable preguntarse qué opinaría hoy sobre esta misma aseveración, eso sí, sin limitarla a las diferencias de color y desde una perspectiva internacional.

 

“Ahora es el momento de convertir en realidad las promesas de la democracia […] de hacer de la justicia una realidad para todos […] Sería fatal pasar por alto la urgencia del momento”. Citas y más citas que, con las debidas precauciones y con focos de indignación diferenciados, hacen que nuestras conciencias tiemblen ante la evidente inequidad que parece tan inherente al ser humano como su inagotable falta de compromiso, altruismo y solidaridad. ¿Estamos condenados a aceptar y soportar la maldad e inmoralidad de una parte de la humanidad?, ¿cómo combatirla?, ¿hasta qué punto? Vivimos en tiempos turbulentos, tenebrosos, tétricos, incluso truculentos, donde la ética y la igualdad brillan en muchos casos por su ausencia. Firmes decisiones han de tomarse al respecto. Sin embargo, justificar acciones violentas, independientemente de la mezquindad cometida, puede ser la peor de las soluciones. El actual conflicto en Siria y la reacción que tendrá el uso de armas químicas es un claro ejemplo de este dilema, aunque también podemos reflexionar hasta dónde han de actuar los ciudadanos frente al despropósito de un sistema que nos ha llevado al precipicio y si, como algunos opinan, las acciones del SAT y la PAH son desproporcionadas.

Que cada uno tome partido; es libre de hacerlo, pero déjenme que retome el discurso para defender mi creencia en un cambio sin violencia: “Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física”. Estos son algunos de los mensajes que el Sr. King regaló a la gran multitud que ante él se hallaba expectante. Todos ellos poco antes de que compartiera con la historia su gran sueño pues, aunque a alguno le sorprenda, no comenzó su discurso con el mítico “I have a dream”.

Celebro sus palabras y brindo por el cincuentenario, que también sirve para reafirmar mi creencia en un cambio pacífico. Más lento que otros, pero también más seguro. Como el devenir de un glaciar, de manera inevitable, el cambio llegará. Así lo auguraba José Luis Sampedro, pues otro mundo es seguro, no solo posible. Sueño con ello, pero me entristezco al saber que hay demasiadas personas cuya situación es tan desesperada que, aunque quisieran, no podrían compartir mi opinión. Para ellos el cambio ha de ser inmediato, sin demora alguna. ¡Cómo no afligirse al pensar que, con la ética por bandera, hacen con justicia lo humanamente posible por buscar una salida! Yo, como el Dr. King, tengo un sueño… pero entiendo que para muchos, por mera urgencia, pensar que el cambio llegará tarde sea la peor de las pesadillas; nunca podrán gritar, llenos de júbilo y convicción: "¡Libres al fin!".

 

 

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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