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Un atentado terrorista no es una declaración de guerra

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
miércoles 25 de noviembre de 2015, 12:56h

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Que Occidente -léase los países capitalistas-, con Estados Unidos y la Unión Europea a la cabeza, han puesto y quitado gobiernos a su antojo en los países más pobres de Centroamérica, de Sudamérica, de África o Asia es algo que todos sabemos; y que han apoyado a dictadores amigos y desestabilizado gobiernos rivales también lo sabemos, aunque la prensa hable poco de ello. Ambos propósitos –apoyar o derribar gobiernos- sirven al mismo objetivo: que las empresas del llamado mundo desarrollado puedan obtener materias primas baratas para alimentar el consumo y la mayor calidad de vida de los países ricos. Esto, más, además, lo que supone para la economía occidental el comercio de armas: en los países ricos se fabrican y se venden, y en los pobres se utilizan.

 

Occidente nunca ha permitido el desarrollo sostenible de esos pueblos que domina (o pretende), de manera que sus habitantes –hijos de Dios, le llamen con el nombre que le llamen- pudieran tener una vida igual de digna que la que reivindicamos para nosotros.

Los atentados yihadistas sucedidos en París el pasado día 13 de noviembre son, sin duda, condenables. De este dolor de familias y amigos, que comparto, nada nuevo tengo que decir que no se haya escrito ya.

Utilizo la historia para seguir con mi argumento, porque de ella hay información tan abundante que ya sería hora de aprenderla. Los imperios invaden los pueblos que quieren dominar con toda su potencia militar, y esa invasión genera rivales que, en inferioridad de armamento para una confrontación directa, hacen guerra de guerrillas. En España, para no cansar, cito a Viriato contra Roma o a El Empecinado contra Napoleón.

Al-Qaeda o el Estado Islámico se alimentan del odio contra una parte del mundo, la rica, que explota a la otra. Y juntando el fanatismo religioso con el fanatismo patriótico –los dos sentimientos que justifican casi todas las guerras-, los yihadistas siempre tendrán tontos útiles para luchar en el frente y, también, para su guerra de guerrillas en Occidente.

En nuestros países occidentales debemos hacernos a la idea de que esa guerra de guerrillas la vamos a seguir viviendo, a pesar de los muchos esfuerzos que en seguridad hagan los gobiernos: matar a gente desprevenida siempre fue fácil. Pero, para seguir gozando nuestra vida sin miedo, recomiendo el argumento de quienes defienden la predestinación: el día que nos toque morir estaremos en el lugar y la hora adecuados.

Partiendo de la premisa antes citada –contra el imperialismo de Occidente siempre habrá quien practique la guerrilla vengadora-, lamento el papel militarista que quiere liderar el Presidente de Francia, el Sr. Holande. Le votaron pensando que podía cambiar la política económica conservadora del dúo Merkel/Sarkozy y ahí fracasó estrepitosamente, por lo que sus partidarios dejaron de creer en él. Ahora, desde su enseña socialista, confunde un atentado terrorista con una declaración de guerra. Y pretende que toda la Comunidad Europea se asocie con él en su nuevo papel de beligerante a lo Bush, Blair o Aznar. Pero para ese político fracasado resulta que la confianza electoral perdida como socialista la está recuperando como general. Valiente fantasma.

Las decisiones en caliente siempre suelen ser erróneas y si, además, van asociadas a la vanidad de un líder frustrado, tienen todos los puntos para acabar en catástrofe.

Solo hay dos vías para atenuar los riesgos de atentados terroristas de procedencia musulmana:

La primera y más eficaz a corto plazo consiste en controlar policialmente a los presuntos terroristas. En España, luego de ETA y del 11 de marzo de 2004, ya sabemos algo.

Y la segunda y la más importante, aunque a más largo plazo, la que casi no se analiza en los organismos internacionales y también la que no se cita en los telediarios, consiste simplemente en que los países ricos dejen de dominar a los países pobres y les apoyen para que, desde sus capacidades y sus miserias, hagan su evolución hacia la democracia, la cultura y el progreso. Eso de la no injerencia.

Pero quitar libertades, en nombre de la seguridad, como ha hecho Holande –lo mismo que supuso Guantánamo para Estados Unidos con Bush- es un castigo que pagaremos todos los que vivimos en sociedades democráticas por no reconocer que, a la chita callando, aceptamos la explotación que nuestras empresas, con el apoyo de nuestros gobiernos, hacen de los países más frágiles del planeta.

 

Joaquín Esteban Cava

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