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Una misión en familia

Una misión en familia

Por Redacción
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domingo 24 de marzo de 2013, 13:13h

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“No pertenecemos a ninguna secta, déjalo claro”- recalcaba Teresa al mismo tiempo que preparaba a sus hijos para la cena después de una intensa tarde de actividades extraescolares. Tras recibirnos, Rubén nos preparó unas tazas de café en la austera cocina de su casa, ubicada en la plaza mayor del pueblo y que hasta hace poco, hacía las veces de Casa Rural. Sentados al fuego de la chimenea, comenzaron a explicarnos el motivo de nuestra visita: cómo una familia decide iniciar una aventura, durante tres años,  a más de nueve mil kilómetros de su casa.  Contado así, puede parecer una locura. Eso, lo juzgará cada uno. Nosotros trataremos de explicar su pequeña historia.

Rubén Fernández y Teresa Sarabia, son un joven matrimonio que vive en un pequeño pueblo de la Alcarria Conquense –Gascueña- situado a sesenta kilómetros de la capital de la provincia. Tienen cuatro hijos: Aarón, Jairo, David y Samuel. Sus nombres les sonarán de la Biblia... “Somos una familia católica que ha decidido vivir su vida en clave de respuesta, según el plan de Dios. Los signos de los tiempos han cambiado y tenemos que estar atentos a lo que Él nos dice.” –esta reflexión inicial, con un discurso muy elaborado, puede dar la sensación de pertenecer a un teólogo, sin embargo, es el padre de familia quién la suscribe. Desde que se casaron hace diez años, tuvieron clara la forma en la que iban a encauzar su creencia religiosa: compartiendo su fe con familias como la suya mediante la oración y puesta en común de sus experiencias. Esta práctica la realizaron en el edificio de Palafox, sede de las Esclavas Carmelitas de Cuenca.

 

Llegados a este punto, Rubén nos descubría el momento en el que tuvieron la inquietud de vivir “una nueva etapa dentro del camino de sus vidas”. Esa nueva inquietud sería colaborar en proyectos solidarios a través del misionado. En su adolescencia, Teresa ya había participado en un proyecto similar en el Congo. Tanto en aquella ocasión como en ésta, es necesario un enlace capaz de vincular sus motivaciones a un proyecto firme y asentado. En ese punto, fue clave, de nuevo, la colaboración de las “Esclavas Carmelitas” de Cuenca. Las hermanas Carmelitas se limitaron proponerles Ekumene como vehículo óptimo para la realización del proyecto de Rubén y Teresa. “La organización tuvo un shock porque no es habitual enviar a una familia entera a una misión. La respuesta definitiva la obtuvimos tres días después de ponernos en contacto con ellos. Nos pareció eterno.” – sonríe la madre.

Ekumene es “una organización no gubernamental de seglares y laicos”  que divide su actividad en tres frentes fundamentales: España, Congo y México. En España, transmite sus ideas y valores en diversos centros educativos concertados. En la actualidad, cuenta con tres de ellos en Alcalá de Henares, Almoradí (Alicante) y Almansa (Albacete) desde los que asegura que transmite a sus alumnos, una educación “basada en los principios del evangelio, así como, en la solidaridad y la fraternidad”. Curiosamente, también intentan fomentar, entre el profesorado, un sentimiento de pertenencia a la asociación y a los mismos valores que esta promulga.  Asimismo, cuentan con dos residencias universitarias en Valladolid (masculina) y Sevilla (femenina). La organización afirma que parte de los beneficios obtenidos (entre 300 y 500 euros por mes de cada uno de los 130 residentes) son empleados para subvencionar los proyectos que realizan en otros países. Además, disponen de otros centros como la Casa Ekumene, lugar de reunión y celebración de convivencias; y dos fundaciones: Domingo Solá (Barcelona) y Vicente Garvía Díaz (Madrid) en las que abogan por “la integración cultural y la colaboración para el acceso a la cultura de los más necesitados”. En cuanto a la financiación de las mismas, Ekumene asegura que el centro Domingo Solá se financia a través de donativos particulares, ayudas del Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat, y por supuesto, los propios fondos de la organización.

La organización tiene su origen en 1951 cuando el padre Domingo Solá propulsó “un movimiento de sacerdotes y maestros orientado sobre tres objetivos: evangelizar, promocionar y compartir”. No obstante, la asociación no fue reconocida por la Conferencia Episcopal Española hasta 1991. Hoy en día, cuenta con la participación tanto de clérigos como de laicos, o simplemente, de personas que quieren participar en alguna de las actividades proyectadas.  En los 60, comienza su movimiento por África, y más en concreto, en la República Democrática del Congo en 1964 con diversos proyectos en la localidad de Lubumbashi. En los 70, Ekumene llegó al que será nuevo destino de la familia Fernández Sarabia: México. Ekumene participa activamente en tres emplazamientos mexicanos: Hermosillo, Rancho Viejo y Bahía Kino. Este último será el destino de los conquenses. La obra Ekumene se encuentra en Bahía Kino desde el año 1976. Una población ubicada en el noroeste de México junto al Golfo de California y, aproximadamente, a 110 km de Hermosillo, capital del estado de Sonora al que pertenece la pequeña localidad de 6000 habitantes. Bahía Kino es un pueblo fundamentalmente pesquero y agrícola. Un emplazamiento en el que podemos observar la brecha social ocasionada por la implantación del turismo de lujo. En la costa, a tan solo 11 kilómetros del pueblo, se encuentra un conjunto de urbanizaciones y complejos hoteleros de ensueño. Destinos vacacionales elegidos fundamentalmente por turistas estadounidenses y canadienses.  En el interior del pueblo, no existe el mismo tipo de comodidades. Muchas de las casas están fabricadas con materiales pobres como cartón y similares. Chabolas levantadas por personas que trabajaban temporalmente en campos de viñedos y nogales de multinacionales españoles, previo paso a los Estados Unidos. Uno de los proyectos, dirigidos por Ekumene, bajo el nombre de “Familias Unidas”, se centra en rehacer la estructura de estas construcciones con materiales más consistentes como el ladrillo, el aluminio y la madera.

Un elemento fundamental en los proyectos de Ekumene es dotar de una educación básica a los niños y jóvenes donde se desarrolla su actividad. Para ello, ha creado toda una red de centros educativos en dichos lugares; como el de Bahía Kino conocido con el nombre de “Kinder”. A parte de recibir una base cultural, los alumnos también son introducidos en los valores del cristianismo y en la religión católica cubriendo un gasto mínimo en libros. Por supuesto, existen otros centros educativos enfocados a la formación profesional o a la formación para las mujeres.

La preparación de nuestros protagonistas, para ejecutar este proyecto, seguirá una hoja de ruta de cinco años: los dos primeros, que finalizarán próximamente, en los que han participando en cursos de misionología y preparación para el desarrollo de los proyectos en sintonía con la propia organización; y los tres siguientes, in situ. Ésto ha supuesto que el matrimonio tenga que pedir una excedencia en sus respectivos trabajos. Rubén dejará de impartir clase en el Instituto de Huete y Teresa aparcará su labor como trabajadora social en el Ayuntamiento de Priego. Este plan de cinco años no es fruto de la casualidad. Aunque Ekumene no impone ninguna medida, el viaje cuenta con un límite de tiempo. Por una parte, quieren hacer coincidir su regreso con el inicio de las clases en Secundaria de su hijo mayor, Aarón. Por otra parte, anhelan volver todos juntos pues rechazan la idea de que sus hijos pudieran volver antes que ellos si el proyecto se alargará. Además, no desean que sus hijos corran el peligro de ser reclutados, cuando sean adolescentes, por las bandas paramilitares que dominan el negocio del narcotráfico  en una zona fronteriza con los Estados Unidos.

En estas fechas, la pareja está ultimando detalles. En primer lugar, sobre su estancia.  Ésta transcurrirá en una de las viviendas reconstruidas, en el mencionado proyecto, cedida por una familia mexicana vinculada a Ekumene. En segundo lugar, sobre los proyectos en los que participará. Rubén encaminará sus pasos a colaborar en el anteriormente citado proyecto “Familias Unidas”. Y Teresa estará involucrada en el mantenimiento y desarrollo del Kínder, al que también asistirá el benjamín de la familia, Samuel. Los otros tres niños acudirán a la escuela pública de la localidad. Toda la familia, asistirá cada fin de semana a reuniones y encuentros con familias autóctonas, en los que se reforzarán los valores del ideario de Ekumene (familia, solidaridad, esfuerzo, perseverancia), en definitiva y como dicen ellos “evangelizar promocionando”.

Tras preguntarles sobre cómo será su vida a la vuelta, nos quieren dejar claro su pretensión de retomarla tal y cómo la dejaron. Tras la finalización de su labor, se desvincularán de la organización con la que han colaborado, aunque no descartan participar en otros proyectos futuros. Debido a este mínimo grado de vinculación, Ekumene no se hará cargo de ellos a la vuelta, cosa que no ocurriría si fuesen miembros de su comunidad (por ejemplo, los que entregan su salario a los fondos de la organización).

Con el ejemplo esclarecedor de la familia Fernández Sarabia, hemos querido poner de manifiesto una sorprendente forma de afrontar la vida en un período tan complicado como el que actualmente vivimos. No es habitual que una familia entera se aventure a un reto de tal calibre. No serán pocas las trabas con las que se encuentren. Incluida la incomprensión del resto de sus familiares. Pero, nos recuerdan que disponen del elemento fundamental para cumplir su misión, la fe. Solo nos queda desearles la mejor de las suertes y esperar que cuenten con nosotros para confeccionar la segunda parte del reportaje en el que nos transmitan sus experiencias. Mucha suerte familia.

 

Carlos Checa Pérez
Pablo Gómez Iniesta

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