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Yesca de izquierdas

Yesca de izquierdas

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
sábado 01 de febrero de 2014, 00:41h

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La persistente polémica respecto al anteproyecto de ley sobre el aborto, los disturbios vecinales en el barrio burgalés de Gamonal, el ignominioso acto etarra celebrado en Durango y la aparición de nuevas formaciones políticas con pretensiones regeneracionistas, han circunscrito en buena medida la palestra política del mes de enero. El caudal de ideas que fluye a propósito de estas y otras controversias semejantes es casi siempre tan abundante como turbio. Sin entrar en el fondo de cada una de ellas, me limitaré primero a destacar algunas reacciones. Como respuesta al mencionado anteproyecto de ley, la Secretaria General de la Unión Internacional de Jóvenes Socialistas, Beatriz Talegón, pedía a las diputadas del Partido Popular que fueran «mujeres antes que fachas». Presa de su ignorancia lenguaraz, afirmaba en la misma tertulia que el Gobierno «se carga la Ley de Dependencia y ahora me obliga a tener un hijo con malformaciones». Con un tono parecido, Ascensión de las Heras, diputada de la Izquierda Plural, vociferaba al término de una sesión de control al Gobierno: «Apelaré esa ley que no tiene vigencia en mi cuerpo; que me excomulga, me proscribe, me desaparece; con los muslos, con el pubis, con los brazos, con las venas, con el cuello, con las amígdalas, con el iris, con la cornea, con las uñas, con las rodillas. ¡No! Apelaré. Apelaré con las tetas, con el puño, con los pies, con las orejas, con las pestañas, con la espalda. Apelaré en pasado y en futuro. Del derecho y del revés. No se equivoque señor ministro, las mujeres apelaremos».

 

En relación con los acontecimientos acaecidos en Gamonal, resulta interesante prestar atención a la respuesta de algunos grupos políticos minoritarios declarados abiertamente de izquierda; como Yesca, la rama juvenil de Izquierda Castellana, que convocó rápidamente movilizaciones en los municipios de Aranda de Duero, Ciudad Real, Cuenca León, Logroño, Madrid, Palencia, Salamanca, Santander, Segovia, Soria, Talavera de la Reina, Toledo, Valladolid y Zamora. Según reza en su web, esta agrupación, que se define a sí misma como «una herramienta catalizadora de ideas y acciones» que debe «encender la llama de la revolución social, de género y nacional que necesitamos», entiende las movilizaciones como un modo de llevar «la lucha a la calle». Una «lucha» que es la expresión de una nebulosa ideológica donde se amalgaman diez principios generales, vagamente sistematizados y groseramente expuestos (Antifascismo y antirracismo, Ecologismo, Feminismo, Sexualidad, Socialismo, Castellanismo e internacionalismo, Trabajo estable y vivienda digna, Antiimperialismo, Cultura castellana y Enseñanza pública, participativa, laica y de calidad). Su desmedida fatuidad, entendida como falta de sensatez y abundancia de ridícula vanidad, les permite sentirse hondamente agraviados por la suspensión de su charla: «Represión a la juventud independentista vasca. Por los derechos civiles y políticos», convocada en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid. Cabría pensar que se sentirían igualmente ofendidos si se prohibiera, pongamos por caso, una charla para condenar la represión en las Checas o…, pero se me antoja que no sería así.

Tras lograr las 50.000 firmas que se había propuesto, Pablo Iglesias Turrión, politólogo al uso y telepredicador de las auténticas esencias de izquierda, presentó su nueva formación política: Podemos. Frenado a poco en sus aspiraciones electorales por el propio Cayo Lara (IU), este proyecto, rebosante de manidos mantras izquierdistas, consiste básicamente en una suerte de transformación taumatúrgica «de la indignación en poder político». Casi al mismo tiempo, convertía la palestra política en teatro del absurdo Juan Manuel Sánchez Gordillo, parlamentario andaluz por IU y alcalde de Marinaleda (Sevilla), quien excretaba una absurda ponencia bajo el lema «Andalucía, soberanía para la libertad», en donde se aboga por una «Andalucía soberanista» instando a los andaluces a «construir un futuro propio junto al resto de los pueblos del Mediterráneo por fuera del euro y de la UE, por fuera de la esclavización española». Desde el mismo lugar que tuviera como arzobispo en el siglo VII al ilustre San Isidoro, a quien muy probablemente no habrá leído el mediático provinciano, Gordillo y afines lanzaron propuestas tales como prohibir el despido, establecer un sueldo máximo, no pagar la deuda exterior de España, nacionalizar la banca, despenalizar la ocupación de viviendas, abolir la Monarquía, la Audiencia Nacional, la Guardia Civil y la Legión o implantar el derecho de autodeterminación.

 

A la luz de estas y otras reacciones similares, es posible extraer, al menos, dos factores comunes. El primero es el uso constante del rótulo de izquierda a modo de genitivo, denotando principalmente pertenencia. Tal es la intención al hablar de  nuevas formaciones de izquierda, de lucha callejera de extrema izquierda, de propuestas políticas de izquierda, etc. No obstante, el problema radica en que la unidad de la Izquierda es pura metafísica, es decir, pura abstracción (o hipóstasis) desconectada completamente de la realidad material (histórica) que nos envuelve. Por tanto, salvo como instrumento retórico, ésta no tiene una existencia real. Si acaso, existen las izquierdas; distintas corrientes políticas que han ido evolucionando históricamente y que, en muchas ocasiones, resultan incompatibles entre sí. No es plausible, por poner sólo un ejemplo, que la ilusoria España federal que parece estar en el horizonte del PSOE de Rubalcaba sea conjugable con el ideario de Podemos o con las disparatadas ocurrencias del alcalde de Marinaleda. El análisis elaborado a este respecto por el materialismo filosófico nos ofrece una excelente herramienta para distinguir y clasificar con claridad las distintas izquierdas, así que no me extenderé más en este punto.

Un segundo factor común, siempre precedido de un diagnóstico catastrofista de la actual crisis, estaría en el propósito teórico de volver (o regresar) a un modelo o prototipo ideal de sociedad; ya sea a la prístina democracia de la Atenas de Pericles, a los falansterios de Charles Fourier (1772-1837), a la Segunda República española, a los Estados comunistas o a pretéritas configuraciones políticas, como las siete provincias de Euskal Herria o los Països Catalans. Ahora bien, la aberración aquí está en que los modelos propuestos nunca existieron realmente o, si existieron (como la democracia ateniense), no resultaron en la práctica tan modélicos como se nos intenta hacer creer. En cualquier caso, el curso mismo de la historia los ha hecho ya absolutamente inviables, los ha convertido en otra pura idealización. Por ello, quienes recurren sin descanso al purismo de la democracia, el comunismo o el socialismo, intentando obstinadamente remontarse a un pasado que es ficticio, irreal, inexistente, no pueden más que ser tildados de anacrónicos o quiméricos. Por su parte, el calificativo para quienes, asimismo, sitúan en estos modelos idealizados el principio (o fundamento) de toda sociedad política, no puede ser otro que fundamentalistas.

 

Francisco Javier Fernández Curtiella.

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