Acuso a los banqueros y demás gestores sin escrúpulos. Aquellos que no dudan en hacer sufrir a miles de personas por poder tener más de lo que ya de por sí les sobra: fétido dinero. El liberalismo del que hacen gala les lleva a pensar que son tan únicos e irrepetibles que los demás son sólo peones en un juego con un solo ganador: ellos.
Acuso a los sindicatos que, con sus prácticas caducas, siguen formando parte del mismo juego que pretenden solucionar. Los tiempos han cambiado, las manifestaciones han perdido la fuerza que tuvieron en el pasado, es necesario adaptarse o morir.
Acuso a los funcionarios que hacen que todos los empleados públicos cobremos una fama inmerecida. Aquellos que tratan de trabajar lo menos posible cobrando el máximo permitido. Aquellos que se tapan unos a otros para pasar mañanas enteras desayunando y haciendo tareas personales que bien podrían hacer en su horario no laboral, engañando tanto, o más, que los políticos y banqueros a los que critican. Aquellos que al servir al ciudadano lo hacen a regañadientes, como si estuvieran perdonando la vida al que deben servir. Aquellos que pierden el tiempo en su puesto de trabajo como el estudiante que va a clase en cuerpo pero no en alma. Aquellos que nunca se quedan ni un minuto más de lo necesario ni hacen nada más de lo imprescindible. Aquellos que no entienden que ser empleado público es uno de los trabajos más grandiosos, pues tenemos la sublime responsabilidad de ayudar a los demás.
Te acuso a ti, querido lector, porque en estos momentos estás leyendo estas palabras y, por ello, estás perdiendo un tiempo precioso para salir y luchar por tus derechos. Puede que no hayan ido a por ti todavía, pero cuando vayan no quedará nadie para gritar contigo.
Me acuso a mí, sin tapujos, por no encontrar mejor forma de contribuir al progreso de los que me rodean que trabajar dando lo mejor de mí mismo y escribir estas inútiles líneas.
Por sus actos y nuestra pasividad, estamos en la situación en la que estamos. Los libros de cabecera del 15-M nos recordaron que no está mal indignarse, tampoco comprometerse ni reaccionar… pero ya es hora de actuar.
José Luis González Geraldo
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